Antonio Orejudo (Madrid, 1963), profesor de Literatura en la Universidad de Almería y novelista de pocos títulos pero muy elogiados, se despacha a gusto cuando ajusta cuentas con su generación, la del baby boom, la que no llegó a protagonizar la Transición democrática y más tarde se convirtió en un colectivo “manso y sumiso”, según sus propias palabras. “No fuimos capaces”, comenta, “de tocar las pelotas a nuestros hermanos mayores ni de romper con nuestros padres. Podríamos decir que, por edad, llegamos tarde a la Transición y luego ya éramos demasiado viejos para acampar con nuestras tiendas de campaña en las plazas del 15-M. Fuimos, en definitiva, una generación muelle que solamente pensaba en prosperar por la vía del escalafón. En realidad, creo más en la lucha generacional que en la lucha de clases”.
Estas reflexiones tan contundentes de Orejudo, sentado el escritor en un café del centro de Madrid, vienen a cuento de su última novela, Los Cinco y yoLos Cinco y yo (Tusquets), una obra que mezcla los géneros de la novela, del ensayo o del diario en un estilo que alterna la realidad con la ficción. Basada en su propia autobiografía y con buena parte de elementos narrativos extraídos de sus propias vivencias, esta novela relatada en primera persona permite a Orejudo una forma disgresiva, muy imaginativa y salpicada de humor. “Me he sentido muy libre”, señala este autor que se dio a conocer con la novela Ventajas de viajar en tren (Tusquets, 2000), “y no he querido ser fiel porque no se trata, en sentido estricto, de una autobiografía”.
Apasionado de las lecturas de Los Cinco, sus primeros libros infantiles, el libro transita por la evolución en paralelo de Orejudo, sus compañeros de colegio y sus amigos, (algunos reales como el también escritor Rafael Reig) con una ficción sobre el hipotético futuro de los personajes de la literatura de Enid Blyton. Y todo ello a partir de una parodia sobre el mundo de la literatura y de sus estudiosos en supuestos congresos especializados e investigaciones sesudas sobre aquella escritora inglesa. Orejudo reconoce que la literatura de Enid Blyton (1897-1968) peca de conservadora, de sexista y de muy incorrecta, si tenemos en cuenta la corrección política de hoy.
No obstante, los centenares de obras de literatura juvenil escritos por Blyton marcaron a toda una generación: la de Antonio Orejudo. Así pues, miles de jóvenes crecieron y se formaron con las aventuras de Los Cinco y su familia, que empezaron a publicarse en España a comienzos de los años sesenta y todavía se reeditan en la actualidad. Por ello, Orejudo confiesa que, más que un lector, fue “un vividor de la pandilla de Los Cinco”.
“Me intrigaba saber tanto qué habría sido de mis compañeros de colegio en un barrio madrileño”, manifiesta el autor, “como interrogarme sobre el destino de Los Cinco y de aquellos personajes. Pero en la novela he intentado escapar de los toques nostálgicos que no me parecen fructíferos. De hecho, la nostalgia siempre encubre un fondo triste y yo soy una persona alegre, aunque bien es cierto que con el paso de los años uno se vuelve muy escéptico”.
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Partidario de plantear la cultura como un terreno de batallas ideológicas, Antonio Orejudo se muestra pesimista sobre el futuro de la literatura y aporta además una buena dosis de autocrítica en su faceta de profesor. “La literatura”, opina, “ha cedido terreno en importancia social, en número de lectores y en influencia cultural a lo largo de los últimos 25 años. En esa línea, no veo en el horizonte una generación nueva que reemplace a los que somos tal vez los últimos lectores de la literatura, entendida como un fenómeno cultural amplio. Quiero aclarar que en esta evolución no importa el soporte, papel o digital, en el que se lea. Eso es lo de menos, Ahora bien, dudo mucho de que Faulkner, Joyce o incluso Borges se reediten mucho en un porvenir no muy lejano. Así las cosas, la literatura se convertirá en algo marginal. Como la filatelia, poco más o menos”.
No le duelen prendas a Antonio Orejudo, doctor en Filología Hispánica, profesor en Estados Unidos durante años y hoy docente en Almería, a la hora de subrayar que “en las aulas no hemos sabido enseñar literatura”. En paralelo con su impotencia como profesor, discurre también su mea culpa como escritor. “Conviene decir además”, agrega, “que los autores seguimos escribiendo para una élite, para lectores literarios y no para un público amplio. Tres cuartos de lo mismo podría aplicarse al periodismo cultural que está enfocado, en general, a las minorías”. Se autodefine el autor de Los Cinco y yo como muy perfeccionista, un novelista que repasa y reescribe una y otra vez los textos, al tiempo que no se permite ni un error. Ese talante explicaría que Antonio Orejudo sea un escritor poco prolífico que apenas ha publicado cinco libros en dos décadas. “Mi padre siempre me decía”, recuerda, “que me dedicara a lo que me dedicara, tenía que intentar ser el mejor. La verdad de la creación literaria tiene poco que ver con la creatividad pura o con la genialidad. Por el contrario, el oficio de escritor remite más bien a un coleccionista de fascículos, como mi padre, que basa su tarea en la constancia y en la disciplina”.
Antonio Orejudo (Madrid, 1963), profesor de Literatura en la Universidad de Almería y novelista de pocos títulos pero muy elogiados, se despacha a gusto cuando ajusta cuentas con su generación, la del baby boom, la que no llegó a protagonizar la Transición democrática y más tarde se convirtió en un colectivo “manso y sumiso”, según sus propias palabras. “No fuimos capaces”, comenta, “de tocar las pelotas a nuestros hermanos mayores ni de romper con nuestros padres. Podríamos decir que, por edad, llegamos tarde a la Transición y luego ya éramos demasiado viejos para acampar con nuestras tiendas de campaña en las plazas del 15-M. Fuimos, en definitiva, una generación muelle que solamente pensaba en prosperar por la vía del escalafón. En realidad, creo más en la lucha generacional que en la lucha de clases”.