Otro de esos artículos que recomiendan libros para el verano

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No les quiero engañar: dado que tendemos a considerar el verano, no sé si por error o porque nos gusta confundir los deseos con la realidad, un tiempo propicio para la lectura, yo también (lo hago cada año: repetición y alevosía) voy a llenar este último artículo de la temporada con recomendaciones.

Propuestas que son fruto de los consejos recibidos y los caprichos no reprimidos: traigo libros que me recomiendan los amigos, y los amigos de mis amigos. Libros también de mar y montaña que aporto por la única razón de que se proclaman marinos o montañeros. Libros, por fin, cuyos títulos me ha piado un pajarito. Bueno, varios. En fin, si siguen leyendo, ya me entenderán.

Lo que estoy leyendo, o pienso leer...

"Querida –me dice Juan Pedro Aparicio–, estoy lejos y medio aislado. Solo se me ocurre recomendar para mar, montaña y, sobre todo, meseta el último premio internacional de ensayo Jovellanos". Busco el título: Democracias inquietas. Una defensa activa de la España constitucional, del director del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales Benigno Pendás.

"Como libro de playa y pecando un poco de nepotismo –me propone Carmen Posadas–, el de mi hermano Gervasio El mentalista de Hitler: cuenta un capítulo muy desconocido de la vida de Hitler y es de lectura fácil sin ser superficial; para la montaña… cada verano aprovecho para leer ese libro que no leí en su momento y que me interesa desde hace tiempo. En este caso pienso sumergirme en El tambor de hojalata de Günter Grass".

Ya metidos en harina familiar, pregunto a Gervasio… "Para playa: Asesinato en la catedral, de Edmund Crispin, una nueva aventura del detective aficionado Gervase Fen. Todo el encanto de la campiña inglesa de los años treinta, toda la intriga novelesca británica y un gran sentido del humor. Para montaña: Apóstoles y asesinos, de Antonio Soler. Un magnifico retrato de los orígenes del anarcosindicalismo en Cataluña y una explicación de algunos de los problemas que tenemos ahora".

Carlos García Miranda sugiere leer, en la arena, "El mismo mar de todos los veranos, de Esther Tusquets: para amantes de las tardes de verano largas como los párrafos que llenan las páginas de la novela", y en las laderas, "Sukkwan Island, de David Vann, una lectura dramática para veraneantes de montaña sin miedo a encontrarse con las pulsiones humanas más primitivas".

Marta Rivera de la Cruz recomienda, para debajo de una sombrilla, Buenos días, tristeza, de François Sagan. "Y para llevarse a la montaña, El jardín de los Finzi Conttini, de Bassani, dos historias en las que late la plenitud y el hedonismo que marcan lo que creemos que tiene que ser un verano perfecto... y en las que se intuye el duro despertar que se avecina".

El libro playero de Alejandro Palomas es "Charlotte, de Foenkinos, por la música que contiene y porque si, después de leerlo, vuelves a hacerlo, encuentras una novela y una historia totalmente distintas"; y el montañista, "La decisión de Sophie de Styron, uno de esos clásicos que una película sumió en un inmerecido olvido y necesita tiempo y calma para un disfrute integral".

Alexis Ravelo me recomendó dos novedades y dos libros de fondo.

Las primeras: para el campo, "La dueña del hotel Poe, de Bárbara Jacobs. Caleidoscópica y brillante, con elegancia e ironía, Jacobs mezcla ficción y reflexión sobre la escritura" y para la playa, «Viaje a la costa, de Kazumi Yumoto, una autora de gran sensibilidad, que trabaja siempre el tema de la muerte y la vida con perspectivas inteligentes"; los segundos: para el campo, «Me voy, de Jean Echenoz. Divertidísima y rápida, llena de humor y de sátira acerca de la Europa contemporánea" y para la playa, "Las ciudades invisibles, de Italo Calvino, un libro inolvidable que puede leerse como un volumen de cuentos o como una novela, pero que siempre se disfruta, relectura tras relectura". 

Y para mar y montaña, Esther Bendaham aporta el que está leyendo, Judas, de Amos Oz, y "como siempre en verano, uno de Graham Green". Fermín Bocos dice que ya ha empaquetado "El principio, de Jérôme Ferrari; Ser amigo mío es funesto, la correspondencia entre Joseph Roth y Stefan Zweig; La muerte de Ulises, de Petros Márkaris; Historia menor de Grecia, de Pedro Olalla; Sagapò (Te quiero), de Renzo Biasion...".

Menos prolijo, Aitor Saraiba se limita a la Poesía completa de Borges: "es para montaña, playa, bosques o desiertos. Lleno de respuestas para cualquier época del año".

Libros del lado mar

Blai Bonet o John Banville han escrito obras tituladas, simplemente, El mar; también Iris Murdoch, aunque ella redobló la apuesta: El mar, el mar.

En los mapas que trazan los libros hay un Mar muerto (José María Ridao), un Mar sin fondo (Vázquez Taín), un Mar quebrado (Joe Abercrombie)… El mar de Martin Amis, como el de Alberti (El mar, la mar, en Marinero en tierra) se feminiza: Mar gruesa, lo titulan. Y digo "lo titulan" porque es una decisión del traductor, que vertió así al español el original Heavy Water.

De mar a mar podemos ir con Rosa Chacel y Ana Maria Moix, y quizá después visitar a las Tres damas junto al mar a las que describió Rhoda Levine pensando, es verdad, en lectores de corta edad; o hacer turismo en La catedral del mar por la que nos guía Ildefonso Falcones.

También es posible que, por utilizar el título de Manuel Vicent, prestemos atención al Son de mar de autores ya clásicos: a Darío diciéndole a Margarita que está linda la mar (y el eco de Sergio Ramírez, años después); a Jack London viviendo aventuras con Wolf Larsen, El lobo de mar; a Hemingway oteando el horizonte donde se encuentran El viejo y el maral fin y al cabo ya Joseph Conrad sabía que podemos encontrarlo todo, y encontrarnos, con sólo mirarnos en El espejo del mar.

Libros del lado montaña

Los niños que fuimos estuvimos con Los cinco junto al mar, y vivimos además con ellos una Aventura en el mar no sé si antes o después de embarcarnos en una Aventura en la montaña. Ahora, ya mayores, podemos atisbar a El niño en la cima de la montaña, que es donde lo coloca John Boyne.

Los niños que son pueden aguzar el oído para escuchar, con Tea Stilton, a La montaña parlante y pasar miedo con Gerónimo Stilton, que tiene Escalofríos en la montaña rusa Aunque para temblores, los que provoca la mera idea de escalar La montaña de Einar Turkowski.

No se tomen al pie de la letra lo que escribe (sin acritud) Aloma Rodríguez, que Los idiotas prefieren la montaña. La extensa cordillera literaria tiene cumbres de nombres magnéticos: La montaña mágica (Tomas Mann), La montaña herida (José Luis Ferris), La montaña del alma (Gao Xingjian)… Caminando por sus picos percibimos El rumor de la montaña (Yasunari Kawabata), desvelamos el Testamento en la montaña (Manuel Arce) y descubrimos qué cosa es La montaña de almejas de Leonardo (Stephen Jay Gould) libro que, uniendo de nuevo mar y montaña, parece invitarnos a cerrar el círculo.

Me ha dicho un pajarito

Pregunté en Twitter, que es un recurso socorrido, y el TL se me llenó de sugerencias.

@IgRiVi, que debe ser muy de montaña, ‏me sugirió "Mal de altura, de Jon Krakauer, sobre la tragedia del Everest en 1996; y Nanga Parbat, de David Torres Ruiz"; el mar lo trajeron @Vigorcio ("El cazador de barcos, de Justin Scott, suspense y narrativa únicos") y @_TotallyMad ("Océano Mar, de Baricco").

Los demás me llevaron por otros derroteros… "Yo me he leído París-Austerlitz de Rafael Chirbes en la playa, historia de amor-desamor y muchas más cosas", me dijo @inigoaduriz, y @cfdeh me recomendó Leviatán o la ballena, de Philip Hoare.

Cristales rotos

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@juliocpola se acordó de un libro que le encantó en su día, Juglar, de Rafael Marín; @taloniano compartió que está empezando El misterio de Salem's Lot, y que le está gustando, y @seuljosi que está "riendo y disfrutando con Viaje a la Alcarria... es una relectura muy sorprendente".

@saritagusy me sugirió Una pasión rusa y La infiel, ambos de @Reyes_Monforte y @chiquisanz, Memoria de unos ojos pintados, de Lluís Llach, "fantástico libro".

A todos agradezco sus recomendaciones, confío en que sean también de utilidad a quienes esto leen. Y les animo a completar esta lista, tan caprichosa e incompleta como casi todas. Feliz verano, felices lecturas.  

No les quiero engañar: dado que tendemos a considerar el verano, no sé si por error o porque nos gusta confundir los deseos con la realidad, un tiempo propicio para la lectura, yo también (lo hago cada año: repetición y alevosía) voy a llenar este último artículo de la temporada con recomendaciones.

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