Un fondo histórico con un Erasmo de Rotterdam de 1521, un Boecio de 1500, una edición del Fausto de Goethe de 1878. Más de ochenta ediciones de El Quijote. Numerosos ejemplares medievales de gran valor, ocho incunables, códices del siglo XV y textos de los siglos XVI y XVII. Toda la vida parlamentaria española desde el siglo XIX, pasando por el XX hasta llegar al presente.
Más de 550.000 ejemplares entre libros, revistas y recursos digitales. Lo que tienen los diputados a su disposición en la biblioteca del Congreso es un relato pormenorizado de la vida política y cultural del país de los dos últimos siglos, cuyos ecos llegan desde aún más atrás en el tiempo. Un fondo lleno de historias, ejemplares con personalidad única y tesoros por descubrir que bien podrían pasar desapercibidos entre la cotidianeidad de la vida parlamentaria.
Una joya de conocimiento contra la crispación que los diputados usan mucho más de lo que pudiera parecer cuando se enzarzan en diatribas, sátiras, descalificaciones, discursos vacuos o ataques personales. Una fortuna en memoria con un gran valor para el estudio de la historia política de la España contemporánea. Un rincón de estudio, erudición y razón. Una oportunidad para construir un siglo XXI que merezca la pena seguir siendo estudiado cuando el XXII llegue.
"Hay muchos diputados que utilizan la biblioteca como una fuente de información prioritaria en sus propias vidas, ya que la mayor parte de ellos son profesionales del Derecho, de la Economía, de la Educación o la Sanidad", apunta a infoLibre el jefe del Servicio de Información de la biblioteca del Congreso, Javier Plaza, quien añade: "Te puedo hablar no de uno, ni de diez, sino de decenas de ellos, que son usuarios frecuentes y muy activos de la propia biblioteca. En todos los grupos parlamentarios, tengo que decir, no es algo solo del PSOE o el PP, que son los partidos con mayor tradición en este período democrático, sino que las minorías parlamentarias también usan la biblioteca de una forma muy frecuente".
La biblioteca se organiza en un fondo moderno con mayor presencia de ejemplares en formato digital, y un fondo antiguo con las ediciones anteriores a 1943 que ronda los 40.000 ejemplares y donde se encuentra el fondo patrimonial con incunables, libros raros y ediciones que cuentan con un valor especial. Y aún detalla más Plaza: "En cuanto a monografías, cuantificamos unos 300.000 volúmenes, que son entre 200.000 y 220.000 títulos. Hay que sumar los artículos de revista, porque conservamos una hemeroteca desde hace muchos años, y en total tenemos unas 550.000 referencias, lo que hace que sea una biblioteca muy nutrida sobre todo de documentación jurídico, política e histórica".
Sin poder decir un número exacto, sí que remarca Plaza que "más de la mitad de los diputados tienen carné" para utilizar la biblioteca. Eso sí, más allá de este detalle, aclara que sería muy arriesgado atreverse a decir cuantos son usuarios y cuantos no, ya que en muchas ocasiones piden información sobre documentos a través de sus asistentes. "No siempre un diputado se relaciona directamente con nosotros, sino que le pide documentación a su asistente y es esa persona quien se pone en contacto con nosotros", señala.
Y prosigue: "Nunca se puede decir los diputados que usan la biblioteca o no la usan, porque una gran parte de lo que nosotros buscamos está en el propio catálogo de la biblioteca. Si tú entras en ese catálogo te vas a encontrar bibliografía que hemos dejado ahí para que cualquier persona, cualquier ciudadano desde cualquier lugar del mundo, sepa qué documentación es más aconsejable para intentar entender el último proyecto de ley presentado por el Gobierno. Porque nosotros hacemos bibliografías sobre los proyectos de ley que el Gobierno presenta, y están ahí accesibles para todos los ciudadanos, por lo que no sabemos exactamente cuantas personas lo utilizan".
Lo que sí hay es una cuantificación clara del número de diputados que se sacan el carné de usuarios. Porque tienen que sacárselo, no es algo sobrevenido al adquirir la condición de diputado: "No por el hecho de ser diputados tú tienes el carné de la biblioteca, sino que se te hace cuando tú haces algún tipo de gestión o solicitas algún tipo de información. Es por eso que sí puedo decir que más de la mitad de los diputados son usuarios directos, porque luego otros muchos lo hacen a través de sus asistentes. Los medios han cambiado, y nos relacionamos normalmente a través del correo electrónico o el teléfono, que es como nos piden las bibliografías, la documentación o la información puntual sobre cualquier tema. Ahora mismo, por ejemplo, estamos haciendo una búsqueda sobre el uso y el abuso del decreto ley, que nos lo ha pedido una persona de un grupo parlamentario. Estamos haciendo una búsqueda en el catálogo con la documentación más actual".
Un uso dentro de lo habitual, como cada legislatura, si bien comenta como anécdota Plaza que la biblioteca vio incrementada su utilización de manera especial cuando consiguieron representación parlamentaria Podemos y Vox: "Esa legislatura estuvo curioso ver que tuvieron muchísimo interés en conocer todos los recursos que podían tener al alcance de su mano. Por aquí, desde luego eran usuarios muy frecuentes. No digo que ahora no lo sigan siendo, que lo son, pero entonces fue muy llamativo porque era algo novedoso que dos formaciones tuvieran tanta representatividad y quisieran conocer en detalle todos los recursos que les ofrecíamos desde el Congreso. Es algo necesario para su trabajo, porque trabajan constantemente con información y necesitan tener acceso directo a todo tipo de fuentes documentales".
Cambian los medios y cambian los tiempos, como es natural, más aún en una biblioteca parlamentaria cuyos orígenes se remontan a las Cortes de Cádiz, el primer parlamento moderno español, donde encontramos su antecedente directo la Biblioteca de Cortes: un espacio concebido para “proporcionar a los señores diputados los auxilios literarios que puedan necesitar”, tal y como recogen los diarios de sesiones de 1810.
La biblioteca, como las propias Cortes, tiene un carácter trashumante durante la primera mitad del siglo XIX y no llega a su ubicación definitiva hasta 1853. Ese año, ya en el recién inaugurado Palacio de la Carrera de San Jerónimo, se instala en un espacio de cuatro plantas en la esquina nordeste, única estancia de la sede que abarca toda la altura del edificio para albergar esas más de 550.000 referencias -algunas de las cuales están en depósitos incluso externos y, hoy en día, como hemos visto, también en espacios digitales-.
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En digital están, por cierto, todos los diarios de sesiones desde 1810 hasta hoy, accesibles a libre disposición para todos los ciudadanos del mundo a través de la web del propio Congreso de los diputados. "Conservábamos una colección en papel que era lo que antiguamente los investigadores venían fundamentalmente a consultar", indica Plaza, recordando cómo eran las cosas antes del advenimiento de esta era digital que facilita de manera sobredimensionada el acceso a todo tipo de fuentes de información. Los investigadores, por cierto, siguen siendo los que únicos que pueden acudir a la biblioteca en busca de información para sus trabajos, previa solicitud en la web del Congreso, y nunca mientras haya un pleno parlamentario en marcha.
Un manantial de sabiduría y cultura, en definitiva, que lleva a Plaza a verbalizar una aspiración derivada de su propia labor: "Creo que sería muy bueno que no solo los parlamentarios, sino también los ciudadanos, conocieran un poco de la vida parlamentaria que ha habido en España en el siglo XIX y el siglo XX y se dieran cuenta o, al menos, coincidieran, con algunas de las precisiones a las que yo tengo que llegar algunas veces sobre lo que es tensión política y no es tensión política".
"En el siglo XIX, la media de duración de los gobiernos no llegaba ni a tres meses, y los choques parlamentarios eran absolutamente violentos y extremadamente desagradables. Actualmente, tenemos una tensión parlamentaria evidente, pero si la comparamos con los principios del siglo XX o el siglo XIX el ambiente es absolutamente pacífico y conciliador", termina.
Un fondo histórico con un Erasmo de Rotterdam de 1521, un Boecio de 1500, una edición del Fausto de Goethe de 1878. Más de ochenta ediciones de El Quijote. Numerosos ejemplares medievales de gran valor, ocho incunables, códices del siglo XV y textos de los siglos XVI y XVII. Toda la vida parlamentaria española desde el siglo XIX, pasando por el XX hasta llegar al presente.