Se llama Stuart Kells, es australiano y escritor. Ha dado la vuelta al mundo de biblioteca en biblioteca con un peculiar sentido de la oportunidad: después del breve susto que nos dieron los libros electrónicos, los libros en papel "están de nuevo de moda, y las bibliotecas son el lugar en el que hay que estar", escribe.
Su experiencia, recogida en The Library: A Catalogue of Wonders, le ha permitido percibir dos tendencias que están cambiando nuestra percepción de los libros y las bibliotecas antiguos.
La primera, una mayor atención a la investigación de procedencias: ¿Por qué manos han pasado los libros? ¿Cómo marcaron y protegieron las obras? "Esta rama de la bibliografía está ayudando a humanizarla", afirma. La segunda consiste en apartarse de las ideas tradicionales de lo que es un libro de mérito y de la tradicional competición entre alta y baja de la literatura.
No es el único que siente esta fascinación. Thibaud Poirier, fotógrafo, acaba de completar una serie sobre bibliotecas, en su caso, sólo europeas. "Tienen todas una arquitectura particular vinculada a la época de construcción, que a veces data del siglo XVIII, y al país. Presentan una simetría y una perspectiva que me atrae y tiene, en su mayoría, fama nacional o mundial. Me atraen los grandes espacios, y estas bibliotecas son sencillamente magnificas –explica a infoLibre–. Esos interiores están llenos de saber y de historia, y el hecho de poder pasar unos instantes en ellas, solo, e inmortalizarlos es un verdadero privilegio".
La fascinación
Que la seducción existe es evidente. Cabe preguntarse si, como sospecha Kells, estamos ante una reacción de alivio tras verle las orejas al lobo o si más bien es un canto del cisne, un fulgor postrero antes de ser barridas por la ola digital.
"¿'Barridas por la ola digital' me pregunta?", devuelve la cuestión Concepción Rodríguez Parada, del Departamento de Biblioteconomía, Documentación y Comunicación Audiovisual de la Universitat de Barcelona. "No lo creo. Lo que hay, ciertamente, es una gran avalancha informativa que nos llega por múltiples vías, que puede llegar a infoxicarnos y, a la larga, a desinformarnosinfoxicarnos. Es aquí y ahora donde las bibliotecas y los bibliotecarios vuelven a ser indispensables –si es que lo dejaron de ser alguna vez– para garantizar la calidad de la información en un momento de posverdad".
Rodríguez Parada defiende que, aunque no de manera lineal, lo que la historia de las bibliotecas nos muestra es su gran capacidad adaptativa y su contribución indispensable a la democratización del saber y a la posesión de un conocimiento consciente. "Aunque nacieron como espacios de memoria cargados de un fuerte simbolismo político-religioso, con el paso del tiempo, se crearon diferentes tipologías bibliotecarias en fondos y servicios capaces de responder cada una de ellas a las necesidades informativas de colectivos específicos (académicos, parlamentarios, ciudadanía en general, etc.)".
Ella, como Jesús Marchamalo, al que de manera justificada tenemos por experto en bibliotecas (sobre todo las de los escritores: véanse sus artículos y libros), cree que estas instituciones culturales son un reflejo preciso del pasado, una manera de atrapar el presente, espejo fiel de cada época.
Un inesperado 'spin off'
Stuart Kells destaca también, en el artículo que enlazamos al principio, que la historia de las bibliotecas es rica en metáforas en las que los libros son presentados como amantes, prisioneros, armas, pociones o criaturas. Y que "también es rica en criaturas reales, no metafóricas. Se sabe mucho sobre los ecosistemas y la biodiversidad de las bibliotecas". La fauna de la biblioteca, recuerda, ha sido objeto de estudio durante mucho tiempo.
Hace unos meses, yo misma en Coimbra, me enteré de la existencia de una colonia de murciélagos que hace guardia en la magnífica Biblioteca Joanina de la Universidad: suya es, de manera preferente, la tarea de liberar los libros de los insectos bibliófagos. Hay quien dice que cada uno de esos quirópteros puede atrapar en una noche medio millar de insectos.
Obviamente, quise saber de boca de los custodios del lugar cómo se protegían libros y mobiliario ante los posibles desmanes de los vigilantes voladores. A la hora del cierre, me dijeron, cubrimos muebles y volúmenes con mantas de cuero, de manera que los excrementos de la patrulla aérea no les alcanzan.
Preguntado al respecto Jesús Marchamalo me dio una doble pista. Una, para leer; la otra, para escuchar.
Una: Los enemigos de los libros (Fórcola Ediciones), de William Blades, bibliógrafo inglés del siglo XIX. Blades asegura que "la primera noticia que tenemos de estas criaturas se encuentra en Micrographia, de Robert Hooke, un folio publicado en Londres en 1665. Esta obra, que se imprimió a expensas de la Royal Society londinense, es el resumen de un sinfín de cosas que el autor examina bajo el microscopio, y que resulta de lo más interesante dada la precisión de las frecuentes observaciones, y de lo más entretenido por sus meteduras de pata, igualmente frecuentes".
En su investigación, realiza pruebas con "un gusano bien gordo" proporcionado por "el señor Birdsall, un conocido encuadernador de Northampton" y encontrado "en un libro viejo cuando lo estaba encuadernando"; y también con dos gusanos que le dio "el doctor Garnett, del Museo Británico", quien los había encontrado "en una exégesis hebrea que acababa de llegar de Atenas".
El asunto tiene su enjundia, como lo demuestra esta obrita (en español) que la British Library preparó para instruir en el manejo de plagas en las colecciones, o este trabajo de dos investigadoras que informa de que "de todas las especies de insectos tan sólo unas pocas pueden causar daños en archivos y bibliotecas":
- INSECTOS PRIMARIOS: insectos que se alimentan y dañan directamente los materiales orgánicos de una colección (libros, archivos, textiles, maderas). Pececillos de plata, piojos de los libros, termitas, polillas, escarabajos.
- INSECTOS SECUNDARIOS: insectos que no deterioran directamente la colección por el proceso de alimentación, pero pueden deteriorarla a través de las heces, formación de estructuras diversas. Moscas, hormigas, avispas.
- INSECTOS ACCIDENTALES: insectos cuya presencia se debe solo al azar. Mariposas, chinches, escarabajos.
Ver másCarta abierta a mis bibliotecarios
La segunda pista marchamaliana me llevó hasta La eriza, un taller de encuadernación donde Óscar Sánchez devuelve prestancia a los libros dislocados. Con él evoqué los mosquitos aplanados que todos hemos encontrado en libros de cierta edad y esos otros que a él le han estropeado la hoja irreprochable de alguna resma de papel recién adquirida. También los restos (excrementos, camisas de las pupas) que delatan la presencia (o el paso) de bichos en las obras de los más grandes.
Pero, fundamentalmente, quería escuchar de él el relato de sus batallas con esos insectos gourmets, aficionados a las colas animales (adhesivos proteínicos) o al papel, que no deja de ser un derivado de esas fibras vegetales que algunos bichos tanto aprecian. Como esa perseverante carcoma tuneladora que había perforado cinco volúmenes de una enciclopedia antigua.
Cinco volúmenes. Hay personas que no los leen en un año.
Se llama Stuart Kells, es australiano y escritor. Ha dado la vuelta al mundo de biblioteca en biblioteca con un peculiar sentido de la oportunidad: después del breve susto que nos dieron los libros electrónicos, los libros en papel "están de nuevo de moda, y las bibliotecas son el lugar en el que hay que estar", escribe.