Un inmenso campo de melocotones en Cataluña, la Cárcel Modelo de Barcelona, una aldea perdida de El Bierzo, un bar de carretera en medio de la nada y un espacioso chalet de un pequeño pueblo del País Vasco son algunos de los escenarios en los que transcurren las cintas que compiten este sábado por alzarse con el Goya a la mejor película, el máximo galardón del cine español. Alcarràs, Modelo 77, As bestas, La maternal y Cinco lobitos cuentan historias muy diferentes, pero si algo tienen en común todas ellas es su puesta en valor de los lugares en los que están rodadas, convirtiéndolos, no solo en parte fundamental de la película sino en protagonistas prácticamente al mismo nivel que los propios personajes.
En casi todas esas películas, y a diferencia de lo que ha sucedido durante buena parte de la historia del cine español de la democracia, las directoras nominadas han explorado la ruralidad y han abandonado el tradicional cine centrado en las ciudades. Yolanda González, doctora en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Academia de Cine, cree que uno de los motivos para que este año el mundo rural tome protagonismo es la promoción, por parte del Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales, la institución que regula y gestiona las ayudas al cine, de los rodajes en lenguas cooficiales diferentes al castellano. En su opinión, este hecho ha ayudado decisivamente a que se potencie la búsqueda de este tipo de lugares más rurales como escenario de los rodajes.
Otro de los motivos de este cambio se debe, según Gabriel Doménech, profesor de la Universidad Carlos III de Madrid y experto en cine, a que las películas que hablaban de estos espacios periféricos han logrado saltar de circuitos más underground al cine más mayoritario. “Tendencias que se estaban dando por ejemplo, en el cine gallego han logrado hacerse también visibles en estas películas candidatas a los Goya”, añade. Además, compara esta tendencia a lo rural a la que sucedió en Italia en los años 50 de la mano de directores como Rossellini o De Sica, los cuales lograron “descubrir otros paisajes al gran público”.
La naturaleza brutal de As bestas
As bestas, de Rodrigo Sorogoyen, es, después de su triunfo en los Premios Feroz, la gran favorita para conseguir el galardón a Mejor Película. Su retrato de la historia real de un francés acosado por sus vecinos de Santoalla, una aldea perdida de Galicia, ha encandilado a crítica y público, convirtiéndose en una de las películas españolas más taquilleras de este año. Sus escenarios, rodados en el El Bierzo en pueblos como Barjas y Vega de Valcarce y en la ciudad de Ponferrada, se convierten en parte clave de la película.
Las dos casas de los protagonistas, una en frente de la otra, contribuyen a crear una gran sensación de desasosiego y de peligro constante. “Lo que hace genial As bestas es lo que dice la gente de los pueblos de ‘pueblo pequeño, infierno grande’. Esa convivencia tan cercana se transforma en un control social salvaje y en una vigilancia constante. Se muestra la parte más odiosa del campo”, opina María Guerra, crítica de cine y presentadora del podcast La Script. De hecho, los dos hermanos acosadores, encarnados por Luis Zahera y Diego Anido (ambos nominados para el Goya a Mejor Actor Secundario), vagan con total impunidad por la aldea, incluso ante la policía que “tiene más en común con ellos, al ser también del pueblo que con el francés. Los agentes no tienen esa autoridad de las ciudades, donde el anonimato les refuerza, aquí se conocen todos”.
La familia es la tierra
Alcarràs, de Carla Simón, ha sido la primera película desde La colmena en el año 1983 que se ha hecho con el Oso de Oro, el máximo galardón del Festival de Berlín, uno de los más importantes del mundo. Su historia, muy local, pero que trata temas enormemente universales, se grabó en los campos de la comarca del Segriá en verano durante la campaña de recogida del melocotón. La propia directora tiene una gran vinculación con la zona y, de hecho, muchos de los habitantes de la región catalana son los propios actores y extras de la película, rodada con intérpretes no profesionales.
Mientras que As bestas retrata una ruralidad violenta, Alcarràs nos muestra la vinculación casi imprescindible de la tierra con la familia. “La película habla de quién cuida la tierra. Ese cuidado debe de ser cercano para que la naturaleza no sea alterada”, comenta Guerra que recalca como además Alcarràs retrata una modernidad falsa que destruye el tradicional equilibrio y comunicación entre la tierra y las personas. “Esta mirada hacia atrás es algo común en la generación actual de cineastas de entre 30 y 40 años a la que pertenece Carla Simón, parece que dicen ¡ojo! de aquí venimos, del pueblo y eso hay que recuperarlo”, añade.
Volver al pueblo y volver a las raíces
Otro de los filmes que muestra esa recuperación de las raíces y del origen es Cinco lobitos. Después de triunfar en el Festival de Málaga, la ópera prima de Alauda Ruíz de Azúa se ha llevado tres premios Feroz a mejor actriz protagonista, de reparto y guión original. La historia, que comienza en Madrid y continúa un pequeño pueblo del País Vasco, que Ruíz de Azúa rueda en Mundaka (Vizcaya), refleja el contraste entre la gran capital, asociada al mundo profesional y al trabajo que consume al personaje de Laia Costa y el mundo rural, donde están sus raíces y donde tiene que volver al ser madre para buscar la ayuda de sus padres en el cuidado de su hijo.
A Doménech le parece a su vez interesante como la película trata la precariedad de los jóvenes. La protagonista vive encerrada en un pequeño piso donde vive, trabaja y cuida a su bebé, mientras que sus padres, la generación anterior, han podido lograr una estabilidad económica que les permite vivir en una casa espaciosa y separar el mundo profesional del personal.
La pobreza que se hereda
Para grabar el bar de carretera en el que viven la madre y la hija protagonistas de La maternal, Pilar Palomera eligió el mismo lugar en el que Bigas Luna rodó, en 1992, Jamón, jamón, película que lanzó al estrellato definitivamente a Javier Bardem y Penélope Cruz y que, según Guerra, tiene muchas similitudes a la candidata de este año a los Goya: “ La maternal hereda de ella la figura de la madre sola, el peso de las progenitoras y, precisamente el bar de carretera, que es el lugar donde las mujeres pobres engendran sus hijos, se prostituyen y donde, finalmente, se hereda la pobreza”.
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Ese círculo constante de miseria se observa continuamente en la película, ambientada en los barrios de la periferia, donde habitan los olvidados por el sistema capitalista, las clases trabajadoras y por donde pasa constantemente el cercanías, “el coche de los pobres”. Así, en La maternal también se observa ese abandono de los grandes núcleos urbanos, en favor de una periferia que marca la clase social.
La cárcel de los olvidados
Modelo 77, con 16 nominaciones, parte como la segunda película con más posibilidades de estatuilla tras As bestas. La cinta de Alberto Rodríguez, director de La isla mínima o El hombre de las mil caras, se ambienta totalmente en la Modelo de Barcelona, uno de los lugares clave de la historia carcelaria española, que aquí es escenario de las reivindicaciones de los llamados “presos sociales”, es decir, aquellos que no estaban encarcelados por motivos políticos.
A Doménech le parece muy interesante como Rodríguez trae a colación un hecho más bien olvidado de la historia y que además tiene que ver con el mundo carcelario, algo poco explorado en el cine español. En este sentido, opina muy pertinente el debate que encierra la película sobre el punitivismo y el fracaso del sistema carcelario en la Transición. Algo compartido por Guerra, la cual considera muy atractivo como el director trata “la idea de pobreza y falta de derechos por la clase social de los presos. Es una gran acusación hacia la Transición y hacia los progresistas de esa época”.
Un inmenso campo de melocotones en Cataluña, la Cárcel Modelo de Barcelona, una aldea perdida de El Bierzo, un bar de carretera en medio de la nada y un espacioso chalet de un pequeño pueblo del País Vasco son algunos de los escenarios en los que transcurren las cintas que compiten este sábado por alzarse con el Goya a la mejor película, el máximo galardón del cine español. Alcarràs, Modelo 77, As bestas, La maternal y Cinco lobitos cuentan historias muy diferentes, pero si algo tienen en común todas ellas es su puesta en valor de los lugares en los que están rodadas, convirtiéndolos, no solo en parte fundamental de la película sino en protagonistas prácticamente al mismo nivel que los propios personajes.