No borres el dolor/ es mi oportunidad de curarme, canta Björk en Notget, una de las mejores canciones de su nuevo álbum, Vulnicura. Intensidad emocional, sí, motivada por su ruptura con el sobrevalorado artista de vanguardia Matthew Barney. Pero, al fin y al cabo, es ella en estado puro.
No hay tal revolución en el sonido de la cantante islandesa, como algunos vaticinaban. Cierto que Arca (DJ venezolano afincado en Londres) ha supervisado la producción del disco, pero la unión de ambos personajes histriónicos no hace sino doblar la ampulosidad pop a costa de unos arreglos de cuerda que esta díscola mujer ya había apuntado con anterioridad.
Björk o la mujer de las mil caras.
La red de redes se ha hecho eco de la filtración de las canciones, algo que a nadie puede extrañar en los tiempos que corren. ¿Sigue siendo noticia que algún topo de la industria divulgue las cintas antes de que haya finalizado su grabación completa?topo La verdad es que no.
Como tampoco lo es que la exvocalista de Sugarcubes se haya visto obligada a adelantar la edición digital de VulnicuraVulnicura (el formato físico mantiene su fecha de salida en marzo). Pero ahí está, en cualquier caso, la onda expansiva de su difusión fuera de control: la aureola crece en torno a su noveno álbum, que, en realidad, sólo puede calificarse como un eslabón más en su cadena.
Stonemilker
y Lionsong abren fuego con su habitual densidad. La extensa Black lake constituye el mejor retrato del calvario sentimental experimentado por la exrival de Catherine Deneuve en Bailando en la oscuridad, de Lars von Trier.
Y en Atom dance se hace acompañar por Antony Hegarty, con quien mantiene una estrecha amistad en los últimos años, plasmada en colaboraciones como The dull flame of desire (del álbum Volta) o la participación de la expareja de Goldie en Swanlights, de Antony and The Johnsons.
Su proceso de separación de Barney ha resultado tan turbulento que la propia Björk lanzó el siguiente mensaje a través de su página de Facebook: “Espero que este conjunto de canciones pueda ayudar a los demás y sea una prueba de cuán biológico se revela todo esto. La herida y la curación de esa herida”.
Su papel de madre la ayuda, pero cuentan sus allegados que la creación de Vulnicura la ha dejado exhausta, al límite. El caso es que su pop electrónico de corte intelectual sigue mostrando retazos de fragmentación abstracta.
Todo parece indicar que no volverá nunca la excepcional Björk de Human behaviour, Venus as a boy, Big time sensuality, Violently happy, Play dead, Army of me, I miss you o Bachelorette.
Ya no piensa que All is full of love, y eso se nota en su escepticismo vital (o en su carácter amargo), trasladado (cómo no) a su complejo sonido, tan connotativo a partir de una capa de matices como ya avanzaban Vespertine o Biophilia, de hace cuatro años ya.
Mientras la música de la diva que surgió del frío ha perdido imaginación, su país no ha dejado de lanzar al mundo propuestas electrónicas punteras, como Kiasmos (es decir, Ólafur Arnalds).
Además, hace tiempo que sus compatriotas de Sigur Rós le pisaron los talones en lo que a emotividad apocalíptica se refiere. A este paso, Björk corre el peligro de convertirse en jurásica.
No borres el dolor/ es mi oportunidad de curarme, canta Björk en Notget, una de las mejores canciones de su nuevo álbum, Vulnicura. Intensidad emocional, sí, motivada por su ruptura con el sobrevalorado artista de vanguardia Matthew Barney. Pero, al fin y al cabo, es ella en estado puro.