Dijo Saramago: “Lanzarote no es mi tierra, pero es tierra mía”. En aquellos volcánicos parajes pasó los últimos 18 años de su vida, y allí alumbró obras maestras de la literatura universal como Ensayo sobre la ceguera.
Aquella magnífica novela fue pergeñada entre las paredes del que fue su hogar y hoy es un museo donde encontrar el recuerdo de uno de los mayores escritores del siglo XX, fallecido ahora hace cuatro años, en 2010.
El Nobel –de quien se publicará póstumamente una obra inconclusa este otoño, Alabardas alabardas, espingardas espingardas– llegó a la isla casi por obligación, tras el rechazo que las autoridades de Portugal mostraron por su pensamiento, especialmente por las ideas que plasmó en El evangelio según Jesucristo.
A pesar de que Portugal es un país aconfesional, el Gobierno vetó una presentación del libro por considerarlo ofensivo para los católicos. Saramago no quiso ser partícipe de tal acto de intolerancia, y como protesta se mudó al enclave Atlántico.
Espaciosa y luminosa, rodeada de verdes jardines y enmarcada por una rotonda en la que hoy reposa una escultura en homenaje al escritor, A casa José Saramago permanece exactamente igual que la dejó el literato al morir. Quedan sus libros, sus discos y un penetrante olor a café, aquel que tanto le gustaba sorber entre escritos y lecturas.
Como dijo su viuda, Pilar del Río, es un lugar “donde leer al escritor”.
Qué: A casa José Saramago
Cuándo: De lunes a sábado de 10.00 a 14.30.
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Cuánto: Ocho euros, dos para residentes en Lanzarote.
Dónde: Calle Los topes, 2, Tías, Lanzarote.
Por qué: Porque si un escritor son sus lecturas, entre los estantes de su biblioteca debe de pervivir Saramago.
Dijo Saramago: “Lanzarote no es mi tierra, pero es tierra mía”. En aquellos volcánicos parajes pasó los últimos 18 años de su vida, y allí alumbró obras maestras de la literatura universal como Ensayo sobre la ceguera.