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¿Censura, nostalgia o educación igualitaria? El racismo que esconden 'Peter Pan' y los clásicos de Disney

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Peter Pan, Dumbo, Los aristogatos, La dama y el vagabundo, El libro de la selvaAladdín. Para muchos, crecidos a la lumbre de estos ya considerados clásicos de Disney, sería imposible que estas películas a priori inocentes se convirtieran en objeto de polémica. Pero lo son: la plataforma Disney+ ha decidido restringir el acceso a estas películas desde sus perfiles infantiles, usuarios creados para que los niños utilicen la plataforma sin supervisión paterna y que llevan consigo un filtro de control parental. El motivo: su representación de estereotipos racistas. Las películas siguen disponibles en la plataforma si se accede a ellas desde cualquier perfil estándar, pero la decisión, que no ha sido anunciada por la compañía, es consecuente con la iniciativa presentada el pasado octubre. Desde entonces, algunos de sus contenidos incluyen una advertencia previa a la reproducción: "Este contenido incluye representaciones negativas o tratamiento inapropiado de personas o culturas. Estos estereotipos eran incorrectos entonces y lo son ahora". 

En redes sociales como Twitter, y en medios sensacionalistas como el británico Daily Mail, la reacción fue tan acalorada como suele: algunos usuarios afeaban a Disney que censurara sus contenidos, otros le culpaban de exagerar en su política antirracista y prodiversidad. Lo cierto es que este cambio en Disney+ no modifica su catálogo ni restringe el acceso a él, pero sí incide en un debate peliagudo: el que aborda no solo la representación cultural presente y su relación con la discriminación racista o machista, sino también el peso de la representación cultural pasada. ¿Cómo debemos relacionarnos desde 2021 con contenidos creados y producidos a lo largo de los últimos setenta años? ¿Hasta dónde debe llegar el nivel de análisis de los contenidos infantiles? ¿Y qué hacemos con aquellos en los que veamos fallos? ¿Pueden seguir viéndose mientras somos conscientes de su relativa caducidad? ¿De qué manera se ven los niños expuestos a las batallas culturales y sociales en las que los adultos participan activamente?

¿Es esto censura?

Al hacerse pública la iniciativa de Disney+, no tardaron en salir las acusaciones de censura. Efectivamente, la plataforma restringía en parte el acceso a su catálogo, pero esto merece también una matización. El usuario de Disney+ cuenta por defecto con un único perfil creado —un perfil estándar, digamos— que no tiene ningún tipo de restricción y que puede localizar y ver sin problemas todas las películas mencionadas. Para crear lo que la plataforma llama perfil infantil, el usuario debe hacerlo expresamente, activando los filtros de control parental. Estos filtros dan acceso de manera automática a los contenidos que Disney+ considera aptos para mayores de seis años, y deja fuera, por ejemplo, las películas de Stars Wars, la serie The MandalorianStars WarsThe Mandalorian o gran parte de las producciones de Marvel. Ahora también deja fuera películas como Peter Pan (1965) o Dumbo (1941), aunque sí pueden reproducirse desde el perfil general.

Cartel que precede en Disney+ a películas como Dumbo, Los aristogatos o Peter Pan. / DISNEY+

Pero Elena Morales, profesora de Psicología Social en la Universidad de Huelva, sí habla claramente de censura. Una censura, dice, motivada por el "adultocentrismo": "Creemos que hay cosas que los niños no pueden entender, que con incapaces, pero si te sitúas desde una postura que defienda los derechos de la infancia, hay que darles las herramientas, darles la posibilidad de aprender. Prohibir o censurar parece de otro momento". Para esta investigadora, que estudia la igualdad de género y las relaciones intergrupales en educación, la solución por la que ha optado Disney+ ante un problema de racismo es "superficial" y "fácil", además de "contraproducente". "No tiene sentido eliminar una parte de la animación o de la cultura, pero es que además lo que se oculta acaba resultando más atractivo. Lo que hay que hacer es abordar esto con un análisis crítico, algo que se puede explicar incluso a los más peques". 

¿Es esto racismo?

Lo que la profesora no duda es la presencia de estereotipos racistas en las películas mencionadas. La propia Disney hace una breve descripción en su web de algunas de las secuencias o personajes que plantean problemas. En Los aristogatos (1970), por ejemplo, se puede ver a un gato siamés representado con los rasgos que a menudo se usan para señalar a las personas asiáticas: ojos rasgados, incisivos grandes... En una de las canciones, el personaje toca el piano con unos palillos chinos y, en la versión en español, dice "Con alós y camalón", un chiste sobre la supuesta pronunciación de estos migrantes. En Peter Pan, los personajes de los "pieles rojas" —un término considerado degradante por los nativoamericanos— aparecen representados "de una forma estereotípica que no refleja ni la diversidad de los pueblos nativos ni sus tradiciones culturales auténticas". Estos personajes, que en la película tienen la piel literalmente roja, se comunican solo por signos y hablan un inglés —y un español— caricaturesco: "Ya tú más no poder saber". 

"La estereotipación de ciertas poblaciones perpetúa una representación errónea de nuestros colectivos asociada a elementos negativos. La cultura blanca se reserva todos los atributos positivos, y asigna a las personas racializadas esas características que ella misma no quiere tener", defiende Marita Zambrana, presidenta de la asociación SOS Racismo Madrid. Por ejemplo, civilización frente a barbarie o falta de inteligencia, como en los casos ya citados. Para ella, es un error menospreciar estas expresiones de racismo por considerarlas parte de un chiste o por el hecho de que vayan dirigidas a niños: "Son representaciones deshumanizadoras, aunque parezcan inocentes y simpáticas". Y coincide en esta idea Elena Morales: "Claro que estas cosas influyen en los niños, porque aprendemos por observación. Si tú estás expuesto a ciertas asociaciones, como que lo blanco y rubio es bueno y otros rasgos son malos o raros, es lo que aprendes. Da igual que lo veas en un libro, en una película o en la reacción de tus padres cuando se alejan de otra persona por la calle". 

¿Es esto una solución?

Miguel López, profesor y autor de literatura infantil (conocido como El Hematocrítico, el nombre que usa en Twitter y en distintos proyectos), sí está de acuerdo con la decisión de Disney: "Aquí lo que hace la plataforma es asegurarse de que la niña o el niño tiene el acompañamiento de los padres, y me parece una opción interesante porque muchas veces esto es más importante que lo que se está viendo en la tele ". De hecho, cuestiona que los menores de 7 años puedan acceder por su cuenta a un servicio de streaming como Disney+ —"No deberíamos dejarles navegar solos"—, y se pregunta si algunos clásicos de la compañía son verdaderamente aptos para estas edades. "El rey león es un drama violentísimo, por no hablar de los príncipes que andan por ahí comiéndole la boca a las muertas [en Blancanieves]", dice entre risas. Para él, los más pequeños pueden asomarse a estas películas, pero junto a unos adultos que les asistan y les ayuden a reflexionar sobre ellas. 

Pero ¿y si lo que está haciendo Disney es lavarse las manos? Así lo ve Elena Morales, que considera que lo que ha hecho la multinacional es "pasarle la pelota a las familias", cuando algunas quizás no tengan el tiempo o los conocimientos necesarios para hacerlo, y "trasladar a otros su responsabilidad social corporativa", sin coste ni reflexión en profundidad. "Se podrían hacer cosas innovadoras para los niños, igual que a los adultos se les pone ese cartel antes de la película y un enlace a más recursos. Algo que ellos puedan entender", defiende la psicóloga social. Y da algunas ideas: Disney podría haber producido un corto que se reprodujera antes de estos contenidos y explicara el problema del racismo de una forma asequible, o podría diseñar actividades y preguntas previas a la película que contextualizaran las escenas que van a ver luego los niños. Su receta: contextualizar, dialogar y contrarrestar los contenidos negativos.

Mensaje que aparece en el perfil infantil (con control parental) de Disney+ si trata de accederse a ciertos contenidos. / DISNEY+

Marita Zambrana, de SOS Racismo, abre además otro debate: "Nosotros estamos a favor de que se señalen y debatan las expresiones racistas. Y está bien que se haga autocrítica en una compañía tan influyente como esta. Pero también es necesario saber qué políticas internas tienen: qué acceso a qué puestos de trabajo se le da a la a los colectivos, si hay salarios dignos, contratos dignos...". Los empleados de algunas compañías dentro del conglomerado han criticado a la empresa por su discriminación racial y de género. En junio de 2020, Disney prometió en un mail a todos sus trabajadores un "cambio real" por "la diversidad y la inclusión"

¿Es esto nostalgia?

Quienes se escandalizaron ante la decisión de Disney+ no han sido, lógicamente, los niños, sino sus padres. Miguel López cree que este es un elemento fundamental: los que ahora son adultos crecieron con estas películas, a las que les une un vínculo emocional muy fuerte que puede hacer que se tomen personalmente cualquier crítica, incluso las que pueden ser acertadas. "Algunos adultos están convencidos de que vivieron la edad dorada de los productos culturales, y piensan que sus niños se lo van a pasar mejor viendo David el Gnomo o La abeja Maya, pero lo que pasa es que a ellos les hace más ilusión que a sus niños les guste lo que ellos veían de pequeños", defiende el escritor y profesor. Cree que, con lógicas como estas, se está mirando no lo que más conviene a los niños, ya sea como educación o entretenimiento, sino lo que más les importa a los adultos que les rodean. Y además esto tiene un peso político: "Son problemas exclusivamente de adultos, y es un tema muy manipulable, porque las personas conservadoras pueden decir: 'Ay, la dictadura progre, es que ya no podemos ni ver Los aristogatos".

Por otra parte, El Hematocrítico señala que la revisión de animación infantil tampoco es nueva: "Yo tengo un DVD de Speedy Gonzales desde hace al menos 15 años que ya llevaba un cartel parecido al que ponen ahora en Disney+". El ratón de Warner Brothers, creado en 1955, es por sí mismo un chiste racista: como los mexicanos son vagos y lentos, según el estereotipo gringo, la broma es el propio hecho de que uno de ellos sea rapidísimo. A principios de los años dos mil, hubo ya un debate candente sobre el personaje —defendido también por los estadounidenses de origen latino— que llevó a una revisión del mismo.  

¿Es esto aplicable a España?

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Otra crítica a la decisión de Disney+ ha sido la de afear que un país como España se amolde a debates generados en Estados Unidos y que no son necesariamente aplicables aquí. Es verdad que algunas de las películas señaladas tocan allí temas más sensibles: los derechos de las naciones indígenas son, desde luego, más relevantes en Norteamérica, aunque eso no impide ver su representación en Peter Pan como una caricatura. En algún caso, el doblaje al español altera directamente los elementos racistas. En Dumbo, Disney señala al grupo de cuervos, que son presentados como afroamericanos y cuyo líder se llama Jim Crow: crow significa cuervo, pero Jim Crow es el nombre dado al conjunto de leyes racistas y segregacionistas vigentes en Estados Unidos hasta los años sesentas. En una canción, unos trabajadores negros cantan: "Cuando recibimos nuestro salario, lo tiramos por la borda". Todas estas expresiones se pierden para el público español. O más bien se modifican: en la versión en castellano, los cuervos tienen acento ¿andaluz? y uno le pregunta a otro "Qué dise, gitano". 

Es normal que, al hablar de animación para niños, se comenten sobre todo producciones internacionales; y tiene cierto sentido de que la revisión de estos contenidos llegue de los mismos países que los produjeron. Pese a estrenos de los últimos años como la saga Tadeo Jones, la industria española está a años luz de la de otros países (de hecho, en los Goya de 2021 solo una película, La gallina Turuleca, compite en esta categoría). Si las películas con las que aprendieron a amar el cine quienes ahora son padres venían de Estados Unidos, las series con las que crecieron llegaban desde Japón: D'Artacán y los tres mosqueperros, Las aventuras de la abeja Maya, Heidi... Don Quijote de la Mancha, creación de Cruz Delgado, sería una de las escasas excepciones a esta dinámica que aún sigue vigente. 

Por eso cuando a Marita Zambrana, de SOS Racismo, se le pregunta por la presencia de estereotipos en productos netamente españoles, menciona otro tipo de referentes. El "negrito" de Colacao, aquel que cultivaba en el África tropical y que Idilia Foods —desgajada de Nutrexpa— jubiló a principios de 2020. Siguen presente en los conocidos botes, sin embargo, la figura de dos personas negras recogiendo cacao, un recordatorio doloroso para muchos de las condiciones de semiesclavitud en las que se trabajaba en las chocolateras españolas, parte de la historia colonial del país. Ahí sigue todavía la mascota de Conguitos, con los rasgos caricaturescos que ya se les atribuían a las personas negras a finales del siglo XIX y que Lacasa se resiste a retirar. Sí dejó de comercializarse el helado Negrito de Frigo, comercializado nada menos que en 1985. Y Zambrana menciona otro elemento: la ausencia, en general, de personas racializadas en la cultura española. "Se trata de una radiografía de lo que España cree que es: una nación blanca y homogénea. Es una idea totalmente alejada de la realidad", defiende. Y lanza una pregunta: "¿Si tanto cuesta ponernos a personas racializadas en puestos de representación a nivel cultural, cuánto vamos a tardar en llegar a puestos de poder?".

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