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La magia de los cines de verano: el viejo negocio romántico de las películas a cielo abierto

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Se cierran los colegios y abren los cines de verano. Los niños toman las calles y hay que buscar infinidad de planes. A poder ser, familiares. Disfrutar juntos de películas al fresco es, generación tras generación, siempre uno de ellos. En enclaves amables y diversos, con la noche a cielo abierto, con ese punto de embeleso de la relajación estival y el romanticismo de los recuerdos.

"Los cines de verano siguen existiendo, con calidad, películas de estreno y buen acompañamiento. Y son el cine familiar de verdad como era antiguamente", remarca a infoLibre Juan Luis Pachón, de la empresa familiar Cines Pachón, fundada en 1955 por su padre con cines en Alcorcón y Arroyomolinos ya desaparecidos y que actualmente cuenta con dos terrazas -ese es el nombre utilizado en el sector- en Villaciosa de Odón y Pelayos de la Presa. "Además, a la gente le encanta estar viendo la película y escuchando los pájaros, como nos ocurre en Villaviciosa", bromea, para luego sentenciar: "Este el cine más familiar que hay":

La sensación es la misma a 400 kilómetros en la localidad valenciana de Serra, cuyo cine de verano tiene más de medio siglo de historia -desde 1958, concretamente-. "Es una actividad muy familiar y es una experiencia totalmente distinta a lo que tienes todo el año en otros cines. La primera vez que muchos niños pequeños van a una sala es porque sus padres les llevan a un cine de verano. Para probar, claro (risas). Es muy bonito ver a los niños entrar tan contentos e ilusionados", destaca a infoLibre Leví Navarro, gerente de Exhicine, empresa con varios cines locales y terrazas de verano por Levante, entre ellas la de Serra.

Leví, de hecho, heredó esta última de su padre, ya jubilado, que trabajó siendo adolescente en la construcción del cine y por decisión del párroco del pueblo que puso en marcha el proyecto acabó de aprendiz de proyeccionista... y finalmente de dueño, aunque sin ser su fuente de ingresos principal durante todo el año, pues tenía otros trabajos. Una cuestión de amor al cine y de servicio a la comunidad por encima de intereses económicos. No era el mercado, amigo. Era otra cosa que no nos podemos permitir perder.

Esa es la batalla de Pachón y Navarro, así como la de David Lluesma, director gerente de Fescinal quien, curiosamente, también heredó la empresa de su padre. En marcha desde 1984 en varios emplazamientos de Madrid, se ubica desde hace 28 años en el Parque de la Bombilla (en su caso, al estar en un parque público, se monta la infraestructura permanente durante los meses de verano y se retira en septiembre). Tres ejemplos de este tipos de enclaves, parte del medio centenar que aún resiste por toda España manteniendo esa vieja tradición de cine al aire libre con pipas, bocadillos, palomitas o lo que cada cual quiera.

Y a eso invita precisamente Lluesma, más aún en este año de reconquista de las calles tras la pandemia: "Tenemos que salir de casa, porque no es lo mismo ver una película en el sofá de tu casa en una plataforma que quedar con la familia o con tus amigos a verla en el cine de verano y pasar una noche a la fresca. Además de que el cine de verano tiene en sí mismo ese componente romántico propio del verano. Y todos hemos visto Cinema Paradiso y bueno, todo esto tiene ese puntito tan majo".

A pesar de estar tan cerquita del kilómetro cero de España, Lluesma apunta que el objetivo durante todos estos años de Fescinal es trasladar a la capital el concepto de cine de verano "de toda la vida, ese que hemos conocido todos en la playa", donde por supuesto siguen existiendo como una posibilidad más del ocio cultural vacacional. "Y que el que se queda en Madrid porque no puede irse o tiene que trabajar tenga algo que hacer. Por eso nacieron los Veranos de la Villa en 1984 con Tierno Galván, quien desde el primer momento quiso un festival de cine, que les pidió a mis padres porque tenían un festival de cine internacional", apunta.

Aunque Serra es una localidad de interior, Navarro dirige a través de Exhicine otras terrazas de verano (y salas convencionales) en lugares de playa, por lo que es buen conocedor de eso que comenta Lluesma. "Prácticamente en todos los pueblos estaba el cine de invierno y estaba el cine de verano, sobre todo aquí en el Levante en zona de costa", relata, para luego lamentar: "Había muchos cines de verano en la costa, pero las especulación inmobiliaria hizo que muchos acabaran convirtiéndose en solares para construir".

Y todavía prosigue: "Quedan pocos cines de verano y en el de Serra somos un caso muy excepcional porque dentro de las terrazas de cine de verano que quedan, la gran mayoría se sitúan en el litoral. Serra es un pueblo de interior de la provincia de Valencia y yo creo realmente que en toda España somos de las poquitas terrazas de un pueblo de menos de 3.000 habitantes que sigue abierta". Y aprovecha para diferenciar, además, entre terrazas como las suyas, cines privados con todas las infraestructuras montadas todo el año, aunque solo abran en verano, y las pantallas gratuitas que tantos ayuntamientos ponen para los vecinos durante julio y agosto en las plazas. "Eso está muy bien, pero es otra cosa", apostilla.

La de Navarro es una cuestión vocacional de alguien que se crio, según sus propias palabras, todos los veranos en el cine de su pueblo. Por eso mismo, defiende que el cine local contribuye a la dinamización de la economía municipal, al tiempo que da acceso a la cultura audiovisual y favorece la socialización de los miembros de la comunidad, algunos de ellos en riesgo de no acceder a este tipo de cultura si no es un servicio de proximidad.

Esa proximidad es la que también siente Pachón en sus dos terrazas madrileñas cuando el público se le acerca para presentarse o darle opiniones: "Hay muchas amistades. Luego te las encuentras por el pueblo y te dicen que lo pasaron muy bien, que los nietos disfrutaron mucho con la película de dibujos con los amigos o que era la primera vez que iban al cine todos juntos. Eso a los críos se les queda grabado".

"Hay que darle calidad y servicio al cliente, claro que sí, para que sigan manteniéndose los cines de verano de verdad que ya están hechos", subraya Pachón al tiempo que rememora las historias de su padre de pueblo en pueblo proyectando películas en sábanas tendidas en patios de los vecinos: "Hoy se va más al dinero, pero antiguamente era más por tener una atracción para el pueblo... y, oye, si podía ganar un duro lo ganaba, aunque tampoco se hacían muchas taquillas. Pero lo importante era darle un servicio al pueblo y ser un punto de encuentro de los vecinos".

Ese sigue siendo el punto mágico y nostálgico encapsulado en los cines de verano. Porque cambian los tiempos, pero necesitamos reductos relativamente inalterables y ajenos al devenir de los lustros. Parece lo mismo que ver una película en cualquier otro lugar, pero como tradición que es, tiene su propio significado.

Así lo ve Navarro: "El encanto que realmente tiene el cine local es que es un lugar de encuentro y de reunión social, así como el valor cultural que le da al pueblo. Cuando pones una película infantil, es el punto donde se encuentran los amigos de clase, y eso no lo tienes en un cine de centro comercial donde mantienes una relación más anónima con el resto del público".

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De cara al futuro, disparidad de opiniones. Navarro recuerda que hace 25 años en la Comunidad Valenciana había unas cincuenta terrazas, mientras que ahora habrá en torno a una quincena (y siete fruto de su empeño). De este descenso culpa a la especulación inmobiliaria de los años noventa y 2000, al tiempo que habla de falta de relevo generacional al ser, en muchos casos, negocios familiares estacionales (y no los principales como fuente de ingresos anuales). 

"No sé cuanto van a durar, pero tengo claro que en algún momento algo acabarán construyendo en su lugar. Y el problema a día de hoy es que no es rentable acometer una inversión para empezar de cero una terraza de verano en una zona de este tipo para únicamente explotarla dos meses al año", lamenta, para luego reivindicar: "Las instituciones públicas deberían valorar mucho más esto. No lo valoran y hasta que no lo pierden no se van a dar cuenta del servicio que tenían y de lo que hacía por la comunidad".

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Pachón, por su parte, ya jubilado, no tiene claro si habrá relevo generacional en su caso en la propia familia. "Mientras nosotros estemos, el cine va a seguir funcionando, no queremos dejarlo bajo ningún concepto", asegura, señalado además que durante los meses veraniegos que permanecen abiertas, las terrazas de verano siguen siendo un negocio rentable gracias a su singular atractivo y su condición cultural.

Finalmente, Lluesma se muestra más optimista al plantear que los cines de verano son el "todo asciende" de un sector que ya lo estaba pasando mal antes de la pandemia y que ahora sigue tratando de recuperarse. "Damos precios más competitivos y en épocas de crisis eso suele funcionar. No hay otra actividad cultural que te mantenga entretenido cuatro horas por 6 euros, porque además nosotros mantenemos la sesión continua. Y mucha gente viene a ver películas que se ha perdido durante el año", indica

Y remata: "Hay además una cosa que pasa en nuestro cine que le da otro rollo y que me parece muy mágico. Algo que cada vez pasa menos en los cines pero en el nuestro cada vez más, y es que la gente aplaude cuando termina la película. Te pega un toquecito de satisfacción ver que les ha gustado lo que han visto. Me parece un gesto que favorece la cercanía".

Se cierran los colegios y abren los cines de verano. Los niños toman las calles y hay que buscar infinidad de planes. A poder ser, familiares. Disfrutar juntos de películas al fresco es, generación tras generación, siempre uno de ellos. En enclaves amables y diversos, con la noche a cielo abierto, con ese punto de embeleso de la relajación estival y el romanticismo de los recuerdos.

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