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'Compartimento nº 6’: Una oda a la soledad que los teléfonos móviles nos han arrebatado

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La primera vez que vemos a Laura está saliendo de un cuarto de baño. Sonríe incómodamente a un par de personas que esperaban en la puerta y la cámara le sigue mientras recorre lentamente un piso atestado de gente, de libros, de muebles, de ruido. Antes de que se nos explique con palabras percibimos con claridad que esta mujer es una extranjera, que está sola aunque la rodeen decenas de personas y que probablemente estaba dentro de ese baño haciendo tiempo para no tener que enfrentarse al fastidio de interactuar con nadie.

El lenguaje es, al fin y al cabo, más que prescindible en Compartimento nº 6: es una carga de la que desprenderse. El segundo largometraje del finlandés Juho Kuosmanen (El día más feliz en la vida de Olli Mäki), ganador del Gran Premio del jurado de Cannes, ex aequo junto a Un héroe de Asghar Farhadi, cuenta la historia de una estudiante finlandesa que viaja en un tren a través de Rusia para visitar un paraje natural. Entiende el ruso y lo habla, aunque no con fluidez, y entabla una relación con Ljoha, un desconocido muy poco elocuente con el que comparte vagón. Las palabras serán inútiles en esa relación, interpretada con desnudez, sencillez y sutilidad por Seidi Haarla y Yuriy Borisov (Mejor actor en el Festival de Valladolid).

Algunas pistas nos indican que la acción ocurre a finales de los años 90: un walkman, una grabadora de videocasetes, el uso de cabinas y una referencia a Titanic. La Unión Soviética ya no existe, aunque Compartimento nº 6 se aleja de todo discurso explícitamente político para centrarse en la paulatina conexión entre los dos personajes. La elección de la época no es casual: un largo viaje en tren sin teléfonos móviles nos transporta a una soledad que ya no existe y obliga a esta mujer en tierra extraña a encontrarse consigo misma, un reto y un privilegio del que hoy en día fácilmente podemos escapar.

El director de fotografía Jani-Petteri Passi filma este viaje con unos colores tenues que otorgan a la historia cierta atemporalidad, como si estuviésemos dentro de una instantánea vieja dentro de un álbum de fotos familiar. Su cámara se mueve ágil dentro del tren, siempre siguiendo a Laura, y cuando sale al aire libre es capaz de encontrar paisajes magnos, aire y libertad, especialmente en su tercer acto.

Como toda “road movie”, aunque deberíamos decir “rail movie” en este caso, el viaje es tan psicológico y emocional como físico. Compartimento nº 6 empieza con una cita de Viktor Pelevin, autor de El meñique de buda: “Para huir no debes saber adónde huyes, sino de dónde”. Es un aviso para la protagonista, una mujer que asegura ir buscando el pasado para entender mejor el presente pero a lo largo del viaje irá desprendiéndose de esa y otras mentiras hasta encontrarse a sí misma. Poco a poco sus anhelos y convicciones se van evaporando en ese vacío helado que es la enorme Rusia que atraviesa.

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Kuosmanen, quien ya ganara el premio Una cierta mirada en Cannes con su ópera prima, ha citado Lost in Translation de Sofia Coppola como una de las inspiraciones para este guion escrito junto a Andris Feldmanis y Livia Ulman, adaptación libre de la novela homónima de Rosa Liksom. Otra referencia obvia es Antes de amanecer de Richard Linklater, aunque estos dos viajantes no se enamoran, al menos en el sentido romántico tradicional, ni tienen la misma verborrea que Ethan Hawke y Julie Delpy. Personalmente, también me recordó a La vida en un hilo de Edgar Neville, película española de 1945 en la que Conchita Montes compartía viaje de tren con una simpática vidente que le cambiaba la vida mostrándole qué habría pasado si se hubiera casado con otro hombre y no con su marido real.

Pero aunque el camino ya ha sido transitado, Compartimento nº 6 muestra un paisaje nuevo. Es una oda a la soledad que limpia y nos recuerda quiénes somos; una soledad que, cuando se comparte, puede atar los lazos más fuertes. Esta es una película en la que buscarnos a nosotros mismos, y una que se disfruta más en solitario. Una película sobre estar solos para no sentirnos solos.

Fue rodada durante el confinamiento y Finlandia la seleccionó para los Oscar (a pesar de entrar en la lista corta de 15 títulos, no acabó siendo nominada), pero es curioso que una historia que sucede en Rusia llegue a nuestros cines en este momento en el que Putin está cometiendo crímenes terribles en nombre de su país. La historia de Laura y Ljoha es la de dos personas que logran conectar más allá del lenguaje, de las fronteras, de los demonios de cada uno. Dos niños que acaban jugando juntos sobre los escombros de un país en ruinas. De fondo suena ‘Voyage, voyage’ y Desireless canta en francés por la imaginación y la unidad: “sobre alambradas / sobre corazones bombardeados / sobre las capitales / con ideas fatales / Viaja para nunca volver”. Todos vamos en el mismo tren, solos.

La primera vez que vemos a Laura está saliendo de un cuarto de baño. Sonríe incómodamente a un par de personas que esperaban en la puerta y la cámara le sigue mientras recorre lentamente un piso atestado de gente, de libros, de muebles, de ruido. Antes de que se nos explique con palabras percibimos con claridad que esta mujer es una extranjera, que está sola aunque la rodeen decenas de personas y que probablemente estaba dentro de ese baño haciendo tiempo para no tener que enfrentarse al fastidio de interactuar con nadie.

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