'Cónclave' y las otras películas que desvelan las intrigas vaticanas tras la muerte de un papa

Fotograma de 'Cónclave'

Tras la oficialización de la muerte del papa Francisco y el anuncio al mundo, nos encontramos en este momento en lo que se conoce como sede vacante, el período en el que el Vaticano queda huérfano sin un pontífice reinante, con el camarlengo cogiendo los mandos. Un poder temporal que recae en esta ocasión en el cardenal estadounidense Kevin Joseph Farrell, mientras la organización del cónclave para designar al sucesor del papa argentino recae en el decano del colegio cardenalicio, el italiano Giovanni Battista Re.

Farrell se encarga, por tanto, de sellar el apartamento papal, destruir el anillo del pescador y organizar el funeral. Al mismo tiempo, el decano Re tiene que empezar a llamar a los cardenales de todo el planeta para participar en las congregaciones, las reuniones preparatorias del cónclave que elegirá al sucesor de Francisco. La normativa vaticana establece que el cónclave de cardenales debe comenzar entre 15 y 20 días después del inicio de la sede vacante con el objetivo de permitir a todos los cardenales del mundo acudir a Roma.

En el caso de la renuncia de Benedicto, el relevo más reciente en el tiempo, la fecha del inicio del cónclave se decidió tras ocho congregaciones generales. Ese día se celebra en la basílica de San Pedro del Vaticano la misa Pro eligiendo Romano Pontífice, a la que podrán asistir los fieles, y ya por la tarde los cardenales electores entrarán en la Capilla Sixtina para comenzar el cónclave. Esa misma tarde, los cardenales pueden comenzar a votar.

Unos acontecimientos encadenados que conforman un largo rito con sus diferentes fases perfectamente estipuladas. Un ritual en el que afloran rápidamente los distintos grupos de poder, emergen las alianzas que seguramente ya llevaban no poco tiempo cultivándose, y trata de localizarse al Papa idóneo. Días de reuniones públicas y conversaciones privadas, vigilias de no pocas venganzas, que desembocan en ese cónclave que reúne a los purpurados menores de 80 años.

Un proceso que retrata a la perfección la película Cónclave, en la que el decano es el atormentado cardenal Thomas Lawrence, interpretado por Ralph Fiennes. Un eficaz thriller (de esos que ya no se hacen) sobre la fe y las dudas, premiado con el Oscar en la categoría de Mejor Guion Adaptado porque lo que pasa en El Vaticano se queda en El Vaticano y por eso todo lo que de sus majestuosas puertas hacia dentro ocurre termina adquiriendo una necesaria aura mitológica que, llevada con maestría a la gran pantalla, traspasa los límites de la ficción para convertirse en poco menos que la verdad revelada.

No es este el primer y único film que nos cuenta los entresijos y los encontronazos que se dan en una decisión de la magnitud de la elección de un nuevo sumo pontífice. Tampoco es el primero que así mismo se titula, pues en 2006 se estrenó The Conclave (Conspiración en El Vaticano, en español), un drama histórico alemán-canadiense dirigido por Christoph Schrewe que nos lleva hasta la Roma del siglo XVI justo antes de la muerte del papa Calixto III para contarnos todo lo que acontece justo después, mostrando la politización y las tácticas de los candidatos intentando el apoyo de la mayoría de los cardenales.

Clásico entre los clásicos es Las sandalias del pescador, película estadounidense de 1968 dirigida por Michael Anderson y protagonizada por Anthony Quinn, basada en el best seller mundial escrito por Morris West. La trama nos cuenta la elección inesperada del obispo ucraniano Kiril Lakota (Quinn) con el telón de la Guerra Fría de fondo y el mundo al borde de una guerra nuclear a causa de una disputa entre la Unión Soviética y China por culpa de un embargo comercial de Estados Unidos al país asiático (como la vida misma, vaya). Una vez nombrado papa, Cirilo I se quita la tiara papal frente a la multitud en la Plaza de San Pedro y anuncia la enajenación de todos los bienes materiales de la Iglesia católica con el objetivo de paliar la hambruna del pueblo chino (esto ya no es como la vida misma, vaya).

El cineasta italiano Nanni Moretti dirige Habemus Papam (2011, conocida en español como Un papa en apuros), centrada en la figura del Cardenal Melville, interpretado por Michel Piccoli, elegido papa en contra de su voluntad. De nuevo se suceden las rondas de votaciones, las discusiones, las luchas intestinas, los intereses más o menos velados que más tienen que ver con el poder y el beneficio propio que con cuestiones de fe. Mientras tanto, el escogido sufre un ataque de pánico y no es capaz de cumplir la norma final para ser nombrado oficialmente sumo pontífice: aparecer en el balcón del Vaticano ante los fieles congregados en la Plaza de San Pedro. Esto desata una crisis sin precedentes de incierto final que, por supuesto, no vamos desvelar ahora.

La comedia también se ha interesado por las intrigas palaciegas que acontecen en la Santa Sede pues, no en vano, es un asunto que da para muchos más prismas de lo que inicialmente pudiera parecer. Es el caso de El papa debe morir (The pope must die, 1991), una cinta satírica dirigida por Peter Richardson que explora los enredos y malentendidos dentro del Vaticano a través de una trama centrada en un sacerdote equivocadamente elegido como sumo pontífice, quien luego descubre y enfrenta la corrupción en la Iglesia. Con un tono humorístico y crítico, la película termina convirtiéndose en una bomba de relojería que desafía temas tan persistentes en la curia como el poder y moralidad.

Con más grandilocuencia se acerca Ron Howard a la cuestión en Ángeles y demonios (2009), la taquillera secuela de El código Da Vinci. Una historia de misterio y suspense que se complica inesperadamente cuando, justo antes de que el cónclave entre en aislamiento en Roma para elegir al sucesor de Pío XVI, cuatro de los cardenales favoritos son secuestrados por un hombre que dice representar a los Illuminati, que amenaza con matar a un candidato cada hora y que pretende destruir toda la Ciudad del Vaticano. Nada menos. Y en manos de Tom Hanks queda la resolución del caso.

Bob Hoskins se convirtió en Juan XXIII en El buen papa, película italiana para televisión dirigida por Ricky Tognazzi que relata la vida de Angelo Roncalli. Es 1958, desaparece el papa Pío XII, por lo que tras su fallecimiento, el cardenal Roncalli se dirige al Vaticano para participar en un cónclave secreto que elegirá al nuevo papa. Durante las reuniones, se produce una lucha enconada (claro) entre los cardenales progresistas y la facción conservadora (un clásico casi en cualquier institución, si acaso no en todas). Poco después, la elección se lleva a cabo y, bajo el nombre de Juan XXIII, Roncalli alcanza el pontificado.

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Básicamente un biopic es Karol: el hombre que se convirtió en Papa (2005), miniserie televisiva polaca-italiana-francesa-alemana y canadiense para contar la vida de Karol Wojtyla desde que era un joven de apenas veinte años hasta que es elegido como papa y se transforma así en Juan Pablo II en 1978. Se estrenó en abril de 2005, unos pocos días después de la fecha inicialmente prevista al producirse precisamente la muerte de Karol, una coincidencia que disparó el interés en torno al proyecto y que propició una secuela titulada Karol: El papa, el hombre (2006), centrada ya en el período desde su elección hasta su fallecimiento.

El inédito período de transición desde la renuncia de Benedicto XVI hasta la llegada de Francisco quedó registrado en la pantalla (con su buena dosis de ficción, claro) en Los dos papas (2019), interpretados respectivamente por Anthony Hopkins y Jonathan Pryce. El director Fernando Meirelles sitúa a ambos en una conversación crucial en la que la confesión de las intenciones secretas de Benedicto a un Francisco que a su vez quería renunciar como arzobispo hacen tambalear los cimientos mismos de la Iglesia católica. Una charla en la que trataron multitud de asuntos, discutieron, afrontaron sus propios pasados ​​y también las demandas del mundo moderno para la influyente institución religiosa.

Más ficción para terminar de la mano de Paolo Sorrentino y Jude Law (y Diane Keaton y hasta Javier Cámara) en The young Pope (2016), serie en la que un joven cardenal neoyorquino, Lenny Belardo, se convierte en papa de la Iglesia católica cuando los principales contendientes al cónclave papal fracasan en las elecciones. Instalado como candidato de compromiso, adopta el nombre de Pío XIII e inmediatamente procede a desafiar las tradiciones y prácticas establecidas del Vaticano. En uno de sus primeros actos, decreta que la gente común no es digna de contemplar el rostro del papa y se aparece ante una multitud en la Plaza de San Pedro, sumida en la oscuridad. Ahora mismo no lo sabemos, pero puede que más pronto que tarde la realidad supere a la ficción una vez más: saldremos de dudas cuando sepamos quién es y de qué pie cojea el papa que esté por llegar.

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