Cirugía literaria al Sabina poeta

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La metáfora es el recurso que más ha cultivado Joaquín Sabina en sus canciones (en frases como tus ojos son dos gatos por los tejados), aunque con el paso de los versos se fue atrincherando en la alegoría, salpicando sus temas de alguna hipérbole (con ella cada noche es Nochebuena) u oxímoron (la virgen del pecado), entre muchas otras figuras literarias de una especialmente fecunda trayectoria artística. Este estudio filológico, meticuloso y paciente de las 300 canciones que ha compuesto Sabina a lo largo de su carrera era lo último que le quedaba por escribir a Javier Menéndez Flores para cerrar su ciclo sabiniano. Después de una exitosa biografía (Perdonen la tristeza, Plaza y Janés) y un libro de conversaciones con el cantautor jienense (En carne viva, Ediciones B), le tocaba desplazar el foco del Sabina personaje al Sabina escritor de canciones, en el último volumen de esta trilogía sui generis, Sabina. No amanece jamás, que acaba de publicar el sello Blume.

“Joaquín pertenece a ese selecto club de los muy buenos escritores de letras de canciones”, explica Menéndez Flores (Madrid, 1969), periodista cultural, autor de novelas y biografías como De profundis, sobre el grupo Extremoduro. Cuenta que ha dedicado a este libro un año (de escritura) y media vida (de conocimiento), ya que además de la cirugía literaria a la que somete la obra de Sabina, el biógrafo recopila también los principales temas sobre los que gira su obra: su vida privada, las referencias culturales y políticas, el sexo, las drogas y el alcohol, Madrid, el amor y el desamor, la religión o la delincuencia.

Pocos conocen como Menéndez Flores, que publicó en el año 2000 Perdonen la tristeza, el contexto de creación de muchos de los temas icónicos en la discografía de Sabina (‘Nos sobran los motivos’, ‘Y nos dieron las diez’, ‘19 días y 500 noches’, ‘Y sin embargo’…). En sus canciones conviven pasajes autobiográficos, revestidos en ocasiones de ficción, con alusiones constantes a un universo onírico muy particular. Y por encima de esas obsesiones, se encuentra la noche, cuya relevancia subraya No amanece jamás, que toma el título de un verso extraído de ‘Negra noche’ (Ruleta rusa).

“Joaquín se ha hecho cada vez más literario”, resume Menéndez Flores la trayectoria del músico, “comenzó contando pequeñas historias con planteamiento, nudo y desenlace, que la gente podía entender. Sin embargo, a medida que avanza su carrera, hacia los años noventa -que para mí son los años felices en la creación de Joaquín, con los discos Física y química, Esta boca es mía y Yo, mi, me, contigo-, se convierte en un escritor híbrido y más críptico. Sigue contando historias, pero cada vez es más literario y le da mucho protagonismo a las metáforas, las imágenes y a otro tipo de figuras literarias”. Así, hasta desembocar en el último tramo de su carrera donde la capacidad poética de la palabra centra la atención de cantautor, que el próximo mes de marzo presentará Lo niego todo, su decimoctavo álbum de estudio después de Vinagre y rosas, publicado hace ocho años.

Dice Menéndez Flores que esa deriva literaria puede haberle hecho “pagar un peaje”. “El Joaquín Sabina que más conectó con el público fue el contador de historias, pero con esas dotes de poeta que siempre tuvo”. No obstante, el magnetismo de su música (y de sus letras) sigue aunando a un público diverso y entusiasta. Sin ir más lejos, las dos fechas para actuar en el Palacio de los deportes de Madrid, durante su esperada gira de Lo niego todo, ya han colgado el cartel de completo para el mes de junio.

El verso como registro natural

El trabajo de esta investigación se completa con un repaso por su obra poética (sonetos y epístolas en verso) y periodística. Esta última, también escrita en verso, -pese a que el cantautor hizo trabajos puntuales para prensa, sobre todo durante la etapa que vivió en Mallorca mientras hacía la mili-, la empezó a cultivar en la revista Interviú, posteriormente en el diario Público, y desde 2013 en la revista tintaLibre. “Joaquín ha ido perdiendo el pulso como prosista. De hecho, cuando le pidieron un libro de memorias entregó Muy personal, que recoge sus dibujos, porque se sentía y se siente incapaz de escribir en prosa. Llegó un momento en el que decidió que su registro natural era el verso y todas las colaboraciones que ha hecho han sido siempre en este formato”.

Con No amanece jamás, Menéndez Flores quiere reivindicar la solidez y la calidad literaria de un artista que ha marcado a varias generaciones de hispanohablantes. Debates filosóficos, o filológicos, aparte, el autor señala que el Nobel a Dylan ha abierto el camino para que los “escritores de canciones” sean considerados literatos. Él no duda de que Joaquín Sabina se encuentra en esta categoría, pese a que comienza el libro señalando la etiqueta de “ripioso” que le otorgaron al jienense en sus inicios, por algunas de sus rimas “facilonas y oportunistas”. A aquellas críticas Sabina respondió bautizando como Ripio S. L. la editorial que registró muchas de sus canciones.

Con el paso de los años, continúa Menéndez Flores, “ha ido escribiendo mejor y ha logrado transformar aquellos pretéritos ‘ripios’, poco esforzados pero eficaces, en verdaderos hallazgos literarios”. Sus canciones ganaron en calidad y complejidad literaria. No obstante, como cantautor, la magia se produce al conjugar rima y música. En ese sentido, concluye el autor, “Sabina ha tenido buen olfato y se ha juntado con gente como Antonio García de Diego o Pancho Varona que son buenos para crear melodías, aunque muchas de sus canciones también han nacido de su cabeza. Así, consiguió revestir sus letras de buena música y eso es lo que lo convirtió en un músico que ha transcendido la figura del cantautor al uso”. Su próximo disco, Lo niego todo, está producido por Leiva, con quien Sabina ya había colaborado cuando aquel formaba parte de Pereza.

La metáfora es el recurso que más ha cultivado Joaquín Sabina en sus canciones (en frases como tus ojos son dos gatos por los tejados), aunque con el paso de los versos se fue atrincherando en la alegoría, salpicando sus temas de alguna hipérbole (con ella cada noche es Nochebuena) u oxímoron (la virgen del pecado), entre muchas otras figuras literarias de una especialmente fecunda trayectoria artística. Este estudio filológico, meticuloso y paciente de las 300 canciones que ha compuesto Sabina a lo largo de su carrera era lo último que le quedaba por escribir a Javier Menéndez Flores para cerrar su ciclo sabiniano. Después de una exitosa biografía (Perdonen la tristeza, Plaza y Janés) y un libro de conversaciones con el cantautor jienense (En carne viva, Ediciones B), le tocaba desplazar el foco del Sabina personaje al Sabina escritor de canciones, en el último volumen de esta trilogía sui generis, Sabina. No amanece jamás, que acaba de publicar el sello Blume.

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