Nadie en su sano juicio pondría una luz cálida en una cocina y una fría en un salón. Pero los caminos de la luz son inescrutables, son un arte en sí mismo, una manera de mirar al mundo y transformar la manera en la que vivimos las ciudades. La manera en la que caminamos por las calles habituales depende, según la hora de la noche o el día, de la dirección que las farolas nos indican. El estado de ánimo de una ciudad y su gente depende de que descanse o no la luz de los escaparates.
"La luz nos condiciona mucho en nuestra forma de estar y de ser", apunta a infoLibre el iluminador Juan Gómez-Cornejo, profesional del teatro, la ópera y los musicales, uno de los participantes en Umbra Light, la tercera edición del festival de arte lumínico que se celebra en Vitoria del 9 al 11 de febrero. Un canto a las ciudades bien iluminadas. Al arte de iluminar una ciudad como si fuera un escenario. Como si, acaso, no fuera precisamente eso: el escenario de millones de personas mal iluminadas. La ciudad como una obra de arte, con nosotros dentro como protagonistas
El contorno de los miedos oscuros en las Malas calles de Scorsese en la Nueva York de 1973 no tiene nada que ver con las de la Plaza de la Virgen Blanca de Vitoria en 2023. O sí. Medio siglo no significa nada y lo significa todo. Tanto para el viejo arte de alumbrar con un candil como para el desesperado arte de sobrevivir entre escaparates en ciudades uniformes. Cambia mucho el entorno cuando se convierte en arte, por efímero que sea. "La luz está ahí y no hacemos aprecio de ella, pero nos condiciona todo. Nuestra energía, nuestro estado de ánimo. No nos comportamos igual en uno día de lluvia que en otro soleado", apostilla.
La tercera edición de Umbra Light llenará de luz la capital vasca el próximo fin de semana. Con una veintena larga de artistas, doce primicias e intervenciones en espacios exteriores e interiores de la capital alavesa. "La luz, sobre todo, es emoción porque tiene esa capacidad de conectar con el niño interior que todos llevamos dentro", remarca el codirector Rafael Gallego, quien añade: "La luz no pasa por la parte consciente o racional del cerebro, sino que llega directamente al corazón. Por eso nos gusta o no nos gusta, nos hace sentir bien o nos molesta. Es muy directa. Es un medio de comunicación". "Son manifestaciones artísticas hechas por profesionales, por artistas reconocidos a nivel interncional, que es lo mismo que ocurre en una galería de arte o en un museo", apostilla.
Más abierto al espacio público, Umbra Light Festival se desarrolla en el centro histórico de la ciudad y en otras zonas relevantes, estructurándose a través de distintos recorridos. Este año, partiendo desde la Plaza de la Virgen Blanca, el festival se extiende hacia el sudoeste hasta el parque del Prado; hacia el oeste hasta el Palacio de Congresos Europa y por el este hasta la Plaza de Santa Bárbara. También se incorporan espacios interiores como el Centro de Exposiciones de la Fundación Vital o el Palacio de Congresos Europa, y se retoman otros interiores como la cripta de la catedral de Santa María y el Depósito de Aguas del Centro Cultural Montehermoso.
"La luz es capaz de emocionar desde los niños pequeños hasta a las personas mayores. Por eso, además, también es una aglutinante que propicia que la familia lo disfrute junta", resume Gallego, quien pone en valor que la luz hace ya tiempo que se convirtió en un "campo de experimentación para nuevas corrientes artísticas", es decir, expresiones artísticas que utilizan la luz como "materia, como medio de expresión y como manera de llegar a un público quizás no tan erudito o tan preparado".
"Un festival de iluminación no tiene demasiada tradición en nuestro país, pero es más habitual en el resto de Europa, especialmente en los países del norte", explica a infoLibre el codirector del Umbra Light, quien añade: "Nosotros disfrutamos de más horas de luz y mejor clima. Por lo tanto, salir a la calle no nos cuesta tanto. Pero en el norte de Europa hay que generar alicientes para que la gente pueda socializar en la calle y generar actividad en la ciudad. Por eso, estos festivales de iluminación se convirtieron en un reclamo para disfrutar del espacio público".
Damos por hecho la luz, en definitiva. La lumbre. "Yo creo que las ciudades a veces están sobre iluminadas y no hace falta. De repente vas por la zona antigua de Cáceres y es una gozada, hay muchas bien iluminadas, pero otras tienen un exceso de luz", reflexiona Gómez-Cornejo, quien todavía apostilla, como profesional, que en nuestras casas, quizás antes no le dábamos tanta importancia, pero ya lo vamos comprendiendo: "El hecho de tener una luz de fluorescente o de neón en la cocina te da un tipo de luminosidad, pero en el salón no se te ocurre poner esa luz y pones una un poco más íntima. De forma mínima y escueta, también todo lo cotidiano nos condiciona".
La tercera edición del Umbra Light Festival Vitoria-Gasteiz contará con 23 instalaciones y performances, el mayor número de artistas y de intervenciones lumínicas hasta el momento. La presencia de creadores locales, nacionales e internacionales (canadienses, australianos, europeos…) refuerza la atractiva oferta del festival en pluralidad, enfoques e impacto emocional. Asimismo, estrenará en primicia doce instalaciones, más de la mitad de las obras seleccionadas, en una apuesta por marcar futuras tendencias en el mundo de la iluminación artística.
Entre las instalaciones que podrán verse figura Kymatic, situada en el pórtico de la iglesia de San Miguel. Creada por Gheada, un estudio audiovisual de Bilbao. En su construcción utilizará sal del Valle Salado de Añana. La instalación permitirá a los asistentes experimentar la ciencia cinética (ver ondas sonoras a partir de patrones geométricos generados por ciertos materiales de grano fino) a través de “artilugios” interactivos.
Otra de las obras destacadas es Cloud, emplazada en el paseo de Fray Francisco de Vitoria. Una 'nube' de bombillas que interactúa con el público, generando “relámpagos” en su superficie. Dentro de la altísima tecnología presente en la mayoría de las instalaciones, esta es completamente analógica e interactiva, lo que la convierte en una rareza tecnológica. Desarrollada por los canadienses Caitlind Brown y Wayne Garrett fue un encargo realizado por el Garage Museum of Contemporary Art para Art Experiment 2013.
Además, en la plaza de Santa Bárbara sobresale por su capacidad evocativa la pieza Exponential, del colectivo británico Lucid Creates. Exponential expresa el sentimiento de confusión y caos que muchas personas sintieron durante el confinamiento por el COVID-19. Estructurada como un cubo de espejos, el uso de luz, sonido y reflexión crea una sensación abrumadora, invitando a recapacitar sobre la necesidad de enfrentar los desafíos del cambio climático y actuar colectivamente para evitar mayores desastres ecológicos.
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"En nuestro festival hay un grupo de comisarios, que este año han escogido como temática el concepto de empatía. Los artistas hacen una propuesta con instalaciones lumínicas para hacer reflexionar al público sobre este parámetro", resume Gallego, quien defiende que su propuesta es la misma que en una exposición con "cuadros o esculturas en un museo". "La única diferencia es que en lugar de ser un sitio cerrado es un espacio público al aire libre completamente gratuito y para todos los públicos", apostilla, remarcando que no se necesita tener una formación en historia del arte o haberte preparado para ver y disfrutar la exposición: "Visitar las instalaciones ya emociona".
"La luz tiene mucha capacidad de emocionar y es un medio que empatiza mucho. Te emociona, te hace sentir bien o mal, te transmite", reitera, defendiendo, a su vez, que la ciudad "se transforma por completo". "Es un evento efímero, pero le da un aire mágico, una calidez y una atmósfera muy particular. Y muy apreciada por la gente", subraya, mientras Gómez-Cornejo, quien además recuerda que el Umbra Light de Vitoria es todavía una rara avis en nuestro país -con propuestas no profundamente consistentes en las habituales Barcelona y Madrid-, a pesar de que en Europa este tipo de festivales cada vez se están haciendo más.
"Estos festivales son frecuentes en Europa, pero no en España. Vitoria es pionera con Umbra, un festival muy especial para los que nos dedicamos a la iluminación porque pone en valor nuestro trabajo y por el acontecimiento social que supone, con la gente saliendo a la calle a relacionarse y con la familia. Es una cosa distendida donde el arte se valora de otra manera, en otro entorno", remata Gómez-Cornejo.
Nadie en su sano juicio pondría una luz cálida en una cocina y una fría en un salón. Pero los caminos de la luz son inescrutables, son un arte en sí mismo, una manera de mirar al mundo y transformar la manera en la que vivimos las ciudades. La manera en la que caminamos por las calles habituales depende, según la hora de la noche o el día, de la dirección que las farolas nos indican. El estado de ánimo de una ciudad y su gente depende de que descanse o no la luz de los escaparates.