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Las otras 'cuartas paredes' que se tambalean: "En estas condiciones nos cuesta dinero estar abiertos"

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El jueves, el sector de las artes escénicas recibía una buena noticia después de meses de disgustos: el Premio Nacional de Teatro concedido a la sala Cuarta Pared, un emblema de la escena alternativa española, se celebraba como una especie de triunfo colectivo. El galardón del Ministerio de Cultura reconocía, claro, el trabajo de esta sala madrileña fundada en 1985, pero también se leía como un guiño al teatro independiente, que ha sufrido especialmente los efectos de la pandemia, junto con el resto de espectáculos en directo. "Es una alegría en un momento tan difícil, para la sociedad, para la cultura, para las salas alternativas", dice su director, Javier Yagüe. 

Pero la alegría es frágil. El aumento de casos, especialmente preocupante en Madrid, uno de los centros de producción y exhibición del país, tiene en vilo al sector. "Yo no esperaba que estuviésemos así en septiembre. Esto es un golpe muy duro", admite Yagüe. La mayor parte de las salas aguantó el parón del confinamiento apretando los dientes y esperando que lo ahorrado hasta entonces les permitiera superar esos meses en los que tuvieron cero ingresos. En verano, ya tradicionalmente mala época para las salas, las plantillas comenzaron a abandonar los ERTE para preparar la temporada, que este año ha empezado más tarde. Septiembre tenía que ser el mes de la reapertura y octubre, de la recuperación. Los datos epidemiológicos permiten pensar que probablemente no sea así, y salas como la sevillana Atalaya-TNT, la barcelonesa Tantarantana o el madrileño Teatro del Barrio temen que un nuevo confinamiento sea mortal para el sector.

Temor ante posibles confinamientos

"Teníamos todo el año preparado, toda la programación hecha, y esto desanima mucho", dice el responsable de la Cuarta Pared. Los confinamientos selectivos aprobados en la capital por la Comunidad de Madrid no afectan por ahora a la sala, pero el ministro de Sanidad, Salvador Illa, ha recomendado ya a los madrileños que eviten realizar desplazamientos innecesarios. Eso incluye, claro, los desplazamientos para ver obras culturales. Y también afecta a las actividades paralelas con la que esta sala y otras como ella complementan su programación, como la formación, una actividad de la que se ocupa en Cuarta Pared buena parte de las 40 personas de plantilla.

El Teatro del Barrio reabrió el pasado 15 de septiembre y ese viernes miraba nerviosamente si su sede, en el barrio de Lavapiés, quedaba dentro de las áreas confinadas. "Si nos confinan, solo podrían venir las personas de una zona muy pequeña, y tendríamos que cerrar de nuevo", dice Ana Camacho, la gerente. Igual de tajante es Ferran Murillo, de la sala Tantarantana, en Barcelona, de gestión privada pero con una financiación importante del Institut Cultural de Barcelona y el Ayuntamiento de Barcelona: "Si hay un confinamiento total", dice, "ya sea en todo el país o por territorios, sí que puede ser muy peligroso para el sector. Y ahí tenemos que trabajar para que los Gobiernos luchen para que esto no ocurra. Otro cierre al 100% significa el cierre definitivo de teatros". Por eso le tranquiliza la reciente iniciativa de la Generalitat que declara a la cultura "bien esencial", algo que también promueve el Senado a nivel nacional. Murillo lo ve como un compromiso de que, incluso si la situación epidemiológica empeora, las administraciones harán todo lo posible para no prohibir las actividades culturales. 

Resistir... ¿hasta cuándo?

Pero el peligro no viene solo de un hipotético (y no tan improbable) confinamiento. La situación actual, con los aforos reducidos, tampoco es sostenible a medio plazo. En el Teatro del Barrio funcionan a un 75% del aforo, que en condiciones normales sería de 130 butacas. Además, aunque normalmente funcionan con multiprogramación, ahora programan solo una obra por día, para poder desinfectar convenientemente el patio de butacas antes de la representación. "Con las condiciones que tenemos", dice Ana Camacho, "no somos sostenibles, nos cuesta dinero estar abiertos. O esto cambia en un tiempo no muy lejano, o quizás no se recupere". Si para el final del invierno no ha habido un cambio a mejor, cuenta, se podrá considerar que estas salas están definitivamente en peligro. Las mismas cuentas echa Victoria Villalta, gerente en Atalaya-TNT, espacio emblemático de Sevilla: "Si en enero esta situación no se revierte, tendríamos que empezar a reducir equipo". 

Todas las salas consultadas consideran "bienvenidas" las ayudas al sector de las distintas administraciones. En primer lugar, hablan positivamente de los ERTE por fuerza mayor a los que todas recurrieron. También valoran positivamente la línea de subvenciones abierta por el Gobierno central, y las organizadas por las Comunidades Autónomas y los ayuntamientos. Sin embargo, todas critican lo mismo: su tardanza, tanto en la convocatoria como en la resolución, una tardanza que temen que se aplique también al ingreso de las subvenciones. "Si estamos sin ellas en el mes de noviembre, va a suponer un palo importante para las salas", advierte Villalta. Lo mismo opina Yagüe: "Ya vamos tarde. Que te concedan las ayudas de 2020 a final de año implica que si no sabes con cuánto dinero vas a contar, no sabes tampoco qué proyectos puedes acometer. Estamos hablando de que podrían no llegar hasta marzo". 

Ferran Murillo, de Tantarantana, se muestra especialmente crítico con la comunicación con las administraciones para diseñar las medidas de prevención: "Los técnicos han estado volcados, pero ha sido una lucha: han ido sacando normativa que se contradecía, y nosotros lo que único que pedíamos es que contaran con nosotros, que nos preguntaran". En verano, con los rebrotes de julio, la Generalitat tuvo que rectificar su propuesta de prohibir todas las actividades culturales, algo que causó mucha tensión y frustración en el sector. Por su parte, Victoria Villalta, de Atalaya-TNT, ve con malos ojos que muchos teatros municipales "no estén siendo valientes" en la reapertura, algo que cercena las giras y las vidas de las compañías: "Algunos no quieren o no pueden adaptarse a las nuevas condiciones, con más medidas y más personal, y otros te dicen que tienen que derivar el presupuesto de Cultura a Servicios Sociales. Que llegue luego a Servicios Sociales es otra cosa". 

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Un público comprometido

Yagüe no duda: la salud de las salas alternativas está "tocada". Y, por ahora, en posición de espera: "Yo creo que todo el mundo está por la labor de aguantar, no sé de gente que se esté planteando en serio el cierre, pero claro, no sabemos si hablamos de aguantar tres meses o siete". Ana Camacho se queja de que además es muy difícil hacer previsiones: no es lo mismo, dice, tener que pagar el alquiler completo o reducido, tener disponible o no la figura del ERTE, contar con más o menos aforo... "Nosotros tenemos la convicción", explica, "de que la cultura es necesaria, que es una herramienta para la sociedad, y que por eso los teatros tenemos que permanecer abiertos. Lo difícil ahora es equilibrar en la balanza que el proyecto sea sostenible con que la cultura sea accesible". 

Frente a toda la oscuridad, hay un punto de luz: el apoyo del público, "total", "espectacular", "entusiasta", según los entrevistados. Los espectadores se han mantenido fieles y llenan la sala a menudo, dentro de los aforos permitidos, y se han tomado el regreso, cuentan, casi como un "compromiso". Les preocupa, eso sí, que ese compromiso se vea truncado por una caída del poder adquisitivo si la crisis económica producida por el coronavirus se alarga. Quizás por eso ninguna de las salas se deje llevar por el pesimismo, aunque el futuro sea incierto y, en ocasiones, incluso aterrador. "La situación en las salas es muy precaria", dice Javier Yagüe, todavía impactado por el Premio Nacional, "y eso ha hecho que estemos siempre en una posición de resistencia. Estamos entrenados. Nosotros hemos pasado por muchas cosas y aquí seguimos". Lo dice Ferran Murillo: "La precariedad nos ha obligado a adaptarnos, pero eso nos ha vuelto flexibles. Frágiles, pero flexibles". 

El jueves, el sector de las artes escénicas recibía una buena noticia después de meses de disgustos: el Premio Nacional de Teatro concedido a la sala Cuarta Pared, un emblema de la escena alternativa española, se celebraba como una especie de triunfo colectivo. El galardón del Ministerio de Cultura reconocía, claro, el trabajo de esta sala madrileña fundada en 1985, pero también se leía como un guiño al teatro independiente, que ha sufrido especialmente los efectos de la pandemia, junto con el resto de espectáculos en directo. "Es una alegría en un momento tan difícil, para la sociedad, para la cultura, para las salas alternativas", dice su director, Javier Yagüe. 

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