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Cultura 'quincemayista'

"Nos quieren en soledad, nos tendrán en común". No es (o quizás sí) un lema incubado en las plazas durante el 15-M. Es un verso del músico Nacho Vegas extraído de su canción "Runrún" (Resituación, 2014). Las asambleas, las manos alzadas, las particularidades de ese extraño movimiento comenzaron a ser contados por los manifiestos y los medios de comunicación. Pero su discurso, como sus efectos políticos, se fueron extendiendo poco a poco y acabaron permeando las novelas, los poemas, los teatros y los discos. Cinco años después de la primera acampada en la Puerta del Sol, la cultura ha comenzado a contribuir al relato colectivo de aquellas semanas, cuya onda expansiva vibra todavía hoy.

Uno de los primeros en ponerse a narrar el 15-M fue el cineasta Stéphane M. Gruesso, una de las cabezas visibles de aquel movimiento. El proyecto 15m.cc quería dar cuenta de un fenómenos plural y extenso facilitando "el mayor número posible de narraciones en torno al 15-M". "Pasados unos meses de las acampadas", explica, "la gente seguía pensando que los que estábamos ahí éramos, pues eso, perroflautas". La solución: contarse. Para eso comenzaron un proyecto monumental: una treintena de entrevistas a participantes y la petición de que quien quisiera enviara material, que sería incluido en la obra. "Un gran éxito que ha tenido el 15-M es que ha sabido contarse a sí mismo, porque si hubiéramos tenido que depender de los medios u otros tipos de grupos sociales, no hubiéramos contado esa multiplicidad, por ejemplo". 

Esta multiplicidad, a la que muchos culpaban de la dificultad de narrar coherentemente el movimiento, y que también se le atravesó a él: "Queríamos incidir en la idea que había tantos 15-M como personas. Vimos que eso no era posible y fuimos al otro extremo, el de la experiencia personal". Las conversaciones que se incluyen en el documental están colgadas de manera íntegra en la red, pero el producto final fue Excelente. Revulsivo. Importantelas palabras que José Luis Sampedro dedicó al movimiento en una entrevista en Cadena Ser— que rechaza ser "una película oficial" y se define solo como "la visión personal del director". 

"Desde los medios ha habido una voluntad de quitar potencia al movimiento hablando de espontaneidad y atomización", advierte la poeta Julieta Valero, en cuyo libro Que concierne (Vaso Roto, 2015) se escuchan los ecos de las protestas. "Que es un relato complejo, sí, pero hay que enfrentarlo y encontrarle una multiplicidad. Se pueden decir muchas cosas ya del 15-M", reivindica. El tiempo ha ido disipando el temor a apropiarse de una experiencia común a través del relato en primera persona, lo que ha dado cancha a que los distintos creadores se permitan hablar de ello. Al fin y al cabo, señala la escritora, "la historia siempre es así, siempre es compleja y siempre es múltiple". Quizás haya sido esa aceptación lo que ha sacado al 15-M de los ensayos y los documentales —La plaza, #indignados— y el ensayo —como Redes de indignación y esperanza, de Manuel Castells— para poblar también otros géneros. 

En el poema de Valero "Previo al sol" —que tiene el claro epígrafe de "#spanishevolution"— se escucha su voz, pero también las plazas: "Desnudas de cintura para abajo, las jóvenes parejas aguardan en el patio a que el último se decida a salir. Quieren hablar del lugar de la vergüenza, sin duda la inmovilidad". Igual que se escucha en la poesía de Ernesto García López, que bautiza tres de sus piezas con el nombre de "Asamblea": "Y / esa soledad / suspendida / pequeña /vivísima / desmiente insomnios / la única que puede sostenerme sobre este instante de lodo / quien cruza la noche lleva un pedazo / del mundo". Y se oye también en el thriller A pleno sol (2013), de Alejandro Pedregosa; en Grietas (2014), de Santi Fernández Patón; en Los combatientes de Cristina Morales (a su pesar); en la obra de teatro La gente (2012), de la compañía Pérez&Disla; en El rey tuerto (2013), de Marc Creuhet, que pasa en breve de la escena al cine...

Una de las visiones más personales de la atmósfera creada por el 15-M es la novela gráfica Lo que me está pasando. Diarios de un joven emperdedor (Reservoir Books, 2015), del dibujante sevillano Miguel Brieva. En ella, Víctor, un joven parado que oscila entre el nihilismo y la depresión, comienza a vivir en su propia percepción de la realidad la esquizofrenia causada por el sistema. Será una experiencia de lucha colectiva lo que le obliga a salir de su ensimismamiento para enfrentarse a "lo que le está pasando". "Trataba de contar una historia ambientada en ese estado de ánimo del 15-M", explica, aunque precisa que no se trata de una alusión explícita (pese a la portada, que muestra la Puerta del Sol), sino de una "atmósfera sugerida". Su Víctor sufre la misma catarsis que seguramente vivieron los miles de manifestantes que llenaron las calles de distintas ciudades españolas durante aquellas semanas: "Justamente las catarsis sirven para modificar los relatos y los imaginarios. Fue como si se cayera una máscara del relato oficial y pudiéramos decir que había mucha gente que no se creía ese relato".

Confiesa que él también sentía reparo y pudor al abordar el tema, que le sugirió su editora. "No se puede contar, o creemos que no se puede contar, porque fue algo tan especial, tan emocional... Casi milagroso",  defiende. En parte porque, en su opinión, el "milagro" del 15-M tuvo que ver con la negación del individualismo impuesto por el liberalismo desde los noventa para "fundirse con los demás, ver cómo nos hace crecer". Lo que se expresa políticamente con el apellido "en común" o la primera persona del plural, tiene sus raíces en una experiencia colectiva quizás difícil de narrar. "No se puede contar lo que se vive porque en el acto de contar siempre hay una distancia. Si se conoce esa distancia, todo puede ser contado", asegura la escritora Belén Gopegui.

Hay en al menos dos de sus libros ecos de la subversión y la lucha soterrada que afloró el 15 de mayo de 2011. El padre de Blancanieves (Anagrama, 2007) detectaba ya las tensiones al abordar "el trabajo de un colectivo de colectivos que quiere intervenir en lo que (nos) —diría Miguel Brieva— está pasando". En El comité de la noche (Literatura Random House, 2014), "aparecen modelos de autogestión en la actividad social y política". Si estas temáticas no resultan ajenas al lector, es en gran medida gracias al movimiento que llevó a las calles cuestiones que habían sido exiliadas a formas culturales marginales, como la denostada canción protesta o la "literatura comprometida". "En el 15-M se salió de una apatía casi resignada o casi nihilista en la que se tomaban los axiomas capitalistas como dogmas biológicos", dice Valero, "Ahora estamos en un momento de legitimación social. Hemos podido impugnar o estamos impugnando conceptos que habían sido putrefactados por el poder".

Una de las señas más claras de un cambio en la ideología es el paso de tratar a los desahuciados como irresponsables a considerarlos víctimas del sistema. "Si hoy están en la agenda política, si la gente conoce el significación de dación en pago, es gracias al 15-M, y tiene que reconocérsele la verdadera importancia que ha tenido, más allá de las acampadas", dice Stéphane M. Gruesso, que recuerda que este drama ha sido uno de las luchas transversales más tratadas en ficción. Está el largometraje Techo y comida, dirigida por Juan Miguel del Castillo, nominada a tres Goya en la pasada edición y ganadora de uno. Está Aquí vivió, la novela gráfica recién estrenada de Isaac Rosa y Cristina Bueno. Está "Canción para la PAH", el tema de Nacho Vegas. O Cerca de tu casa, película musical dirigida por Eduard Cortés que se estrenó en el Festival de Málaga y aún tiene que llegar a las salas. La cantante Silvia Pérez Cruz la protagoniza y compone su banda sonora, que ha publicado bajo el título de Domus.

Los dos músicos mencionados han colaborado con Fundación Robo, un "proyecto musical colectivo que trabaja alrededor de la canción populista". Él ha compuesto y cedido canciones como "Cómo hacer crac", ella versionó "Gallo rojo, gallo negro" junto a Raül Fernández Refree y el propio Vegas. Pero también están Joe Crepúsculo, Roberto Herreros, Albert Pla, Pablo Peña (Pony Bravo)... Gopegui les señala como "una" de las bandas sonoras del 15-M, y Gruesso ve en ellos un ejemplo de otra forma de hacer las cosas aprendida en la plaza. "Más que los relatos", precisa, "es la forma de plasmarlos. Las licencias libres, que implican compartir y construir juntos, o la creación colaborativa". Algo que encaja con otra de las características principales del relato colectivo que señala Valero: "Ahora somos gente que entiende que para ser con mayúsculas, ontológicamente, hay que ser un sujeto colectivo".

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¿Qué queda por hacer? Para Gruesso, profundizar en el significado de ese momento histórico, algo que "el nuevo ciclo institucional" ha impedido. "Estoy seguro de que esto pasará, y de que el 15-M se estudiará en los libros de historia", aventura. Brieva prevé que continúe el interés por los temas políticos, "dignificados" y abrazados incluso por artistas más alejados a priori de esos intereses: "No hay que despreciar esos intentos, porque, aunque ahora parezcan ingenuos o simples tanteos, en tres años tendrán enjundia". Valero señala la necesidad de mirar el movimiento de manera crítica. "Hemos incorporado una permanente prevención mental a acomodarse", explica, "Incluirse balsámicamente como parte de un relato épico en el que uno ha hecho lo que tenía que hacer no responde a esa forma de estar en el mundo que aprendimos y estamos aprendiendo". A Gopegui le preocupa menos la mirada de la historia: "Hasta el momento el 15-M ha funcionado más como un símbolo compartido: los días en la plaza, los lemas, las pintadas, el hueco de una ausencia. Mirando al futuro pienso que ojalá no haga demasiada falta contarlo como una sucesión de hechos, que algunas cosas hayan cambiado y no se necesite esa nostalgia".

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