Que la industria editorial está de capa caída es un hecho que poco más comentario merece. Una caída acumulada desde 2008 de casi el 29% (a fecha de finales de 2012, hasta donde llega el último informe del sector elaborado por la Federación de Gremios de Editores de España), y una caída de las ventas en 2012 del 10,9% con respecto al año anterior, hablan por sí solas.
Y lo mismo que ocurre en otras industrias –véase el caso de la periodística-, que se encuentran en pleno proceso de reinvención no solo por la crisis, sino también en muy buena medida por el asentamiento y expansión de Internet como medio de comunicación y difusión, están surgiendo como contrapunto nuevas ideas dentro del mundo editorial.
Dentro de ese terreno –como en todo- son los márgenes los que se mueven con más facilidad. Mientras que las grandes empresas continúan trabajando –más o menos- con los mismos esquemas que funcionaron durante tanto tiempo, son las iniciativas más pequeñas las que tienen capacidad de arriesgar un poco más. También, quizá, porque tienen menos que perder.
Es el caso de la recién creada De puño y letra, una agencia que quiere aportar nuevos matices a la hora de gestionar nuevas publicaciones literarias. Dirigida por Carmen Fernández de Blas, que ha sido directora editorial de Ediciones B, Temas de Hoy, Espasa Calpe y directora de autores españoles de Plaza y Janés, la propuesta acaba de comenzar su andadura enfocada en potenciar una singularidad: no se gestiona la carrera de un autor, sino proyectos específicos.
“Ahora hay una crisis que no es solo económica, sino también digital y de la piratería”, apunta la editora, “y en este sector, que es tradicional e inmovilista, estas cuestiones no se han tratado bien, y ahora se ven las consecuencias”. Ante el “hueco” abierto por la oleada de cambios, cabe entonces imaginar nuevas vías.
Por ejemplo: “no tienes por qué casarte con un autor para todo, sino que que puedes ofrecer servicios de apoyo por proyecto”. Mientras que una agencia en el sentido clásico del término compra un libro, en su caso el trabajo consiste en venderlo, bien a una editorial tradicional si se trata de una publicación en papel, o autoeditándolo en el caso de un libro electrónico.
“Las editoriales ofrecen un paquete, pero yo lo planteo de forma que cada autor es único. Es un modelo más abierto y novedoso, sobre todo en lo que respecta a la relación con el autor”, señala Fernández de Blas, que apunta que los servicios que oferta son nuevos en España, aunque en EEUU sí existen empresas similares.
El marketing, la comunicación, el diseño de la portada o incluso la traducción (lo único de lo que no se encargan es de la distribución en papel, que dejan en manos de las editoriales), todo se realiza a la medida del escritor. “Los agentes”, añade, “negocian un porcentaje, mientras que nosotros flexibilizamos”.
Ver más¡Editoriales, el futuro ya está aquí!
Con más de dos décadas de experiencia en el sector, Fernández de Blas percibe que, actualmente, lo que buscan las editoriales son los superventas: “porque tienen que sobrevivir”. “El Mercado se ha extrapolado: o vendes mucho, o no vendes nada”. De ahí que ella busque una tercera salida, el término medio.
Para aquellos autores con manuscritos más potentes, ella y su equipo de cinco especialistas ejercen así de puente con las editoriales. Para los emergentes, les ayudan a dar salida a su publicación en el vasto mar de la Red, también a nivel de asesoramiento literario y de promoción.
"El gran problema es la piratería: las ventas han caído y no solo por una cuestión de precio, porque lo que más ha caído es el bolsillo. Lo que pasa es que hay un problema de cultura, de no verlo mal", se lamenta. Con todo, sigue confiando en el futuro del sector, incluido el rol del editor, "que de algo sirve". "Vivir de escribir no es fácil, pero los milagros existen: hay a quien le toca la lotería. Todo depende la ilusión, porque esto es algo muy vocacional".
Que la industria editorial está de capa caída es un hecho que poco más comentario merece. Una caída acumulada desde 2008 de casi el 29% (a fecha de finales de 2012, hasta donde llega el último informe del sector elaborado por la Federación de Gremios de Editores de España), y una caída de las ventas en 2012 del 10,9% con respecto al año anterior, hablan por sí solas.