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Editar desde la periferia

EVA ORÚE

“Hace unos años, desde luego, el hecho de vivir en Huesca hubiera significado un serio problema a la hora de montar una editorial como la nuestra. Ahora, por suerte, esto no supone ningún impedimento.” Alfonso Castán, editor de Contraseña, se pasa la vida a caballo entre la capital altoaragonesa y la capital aragonesa a secas, donde vive su socio, Francisco Muñiz. Pero nunca se planteó editar en otro sitio.

Los periféricos, ¿son editores porque están en el extrarradio del sector editorial o a pesar de estarlo? Pues depende. Todo depende.

“Desde luego, soy editor a pesar, y mucho, de estar en Valencia”, dice Blas Parra, de El Nadir. Y se explica: “En la Comunidad Valenciana las Bibliotecas institucionales no nos han comprado un libro desde hace 5 años, por ponerte un ejemplo. Supongo que siguen la línea de adquirir los Planetas, y libros de algún personaje público como Belén Esteban, Aznar o el arzobispo andaluz. En realidad para la Comunidad Valenciana no existimos”. Eso sí, han dado dos premios en 10 años, al libro mejor editado y al mejor cómic editado este año. “Honorífico –precisa–, sin remuneración económica, no se vaya a pensar mal". 

“Nosotros estamos en nuestro espacio natural –afirma Olatz Soraluce, de la donostiarra Erein–. La mayoría de nuestra producción es en euskera y está dirigido al mercado euskaldún. Por lo tanto este es nuestro lugar". 

Lógico. Pero también publican en español, y en ese terreno, la percepción cambia. “Si hablamos de la producción en castellano (no olvidemos que estamos inmersos en una comunidad bilingüe), somos editores a pesar de estar en Donostia". 

Lejos del centro

En un sector fuertemente concentrado, en el que 2012 Madrid y Cataluña sumaron el 66,03% del total de los libros catalogados, cabe preguntarse por qué algunos prefieren quedarse en su rincón, qué ventajas les reporta.

Eduardo Riestra, de la coruñesa Ediciones del Viento, sólo encuentra una, “la serenidad”. Castán, ninguna.

Lo mismo que Parra, quien, estando en Valencia y editando en castellano, apunta un agravante: “La prensa para comunicar, los críticos para que te hagan caso en ese complejo mundo de relaciones, las editoriales para promover asuntos culturales asociados, todos los movimientos de abajo arriba y a la inversa, se producen en Madrid y Barcelona. Cada desplazamiento nos cuesta una pasta. Cada Feria, un pastonazo. Cierto que por internet establecemos relaciones con el mundo entero". 

Su lamento encuentra eco en Euskadi. “Los grandes medios de comunicación, los que cubren la totalidad de la geografía de habla castellana, están en los dos grandes centros de poder y decisión, fundamentalmente en Madrid –señala Soraluce–. De la misma manera, las grandes cadenas de distribución y de comercialización, tienen su centro en esos mismos lugares. El potencial que esto genera hace que nuestra producción en lengua castellana pase a un tercer o cuarto plano, en cuanto a su posicionamiento en el mercado.”

La desventaja con la que parten en el ámbito estatal es evidente. Podemos pensar que queda (parcialmente) compensada con la preeminencia de la que disfrutan en su mercado natural. Más aún en casos como el de Erein, cuya marca de diferenciación es la edición en euskera, idioma del que no se ocupan los grupos con sede en Madrid o Barcelona.

¿Estamos en lo cierto… o no?

“La voracidad de las grandes empresas editoras, casualmente afincadas en esos centros, hace que intenten participar de los pequeños beneficios que nuestra singularidad idiomática confiere, articulando delegaciones con sede en nuestro territorio.” Soraluce asegura que esa competencia se percibe, fundamentalmente, en el texto escolar, donde, además, “su potencialidad económica les lleva a prácticas de dumping, competencia desleal, en detrimento de nuestras editoriales”.

Y luego está el triste sino que hermana a las editoriales pequeñas con los pequeños clubes de fútbol: perder a sus estrellas emergentes, que siempre vuelan. “Cuando los autores a los que hemos dedicado nuestra atención y por los que hemos apostado, comienzan a despuntar son captados por estas empresas con promesas de mayores beneficios y difusión, empobreciendo nuestras posibilidades de hacernos más fuertes". Su queja, claro, tiene menos que ver con la territorialidad que con la ley del más fuerte.

Irreductibles

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Pero no tiran la toalla, estamos en 2013 y en la aldea editorial, algunos irreductibles resisten (¿todavía y siempre?).

El año pasado, en la clasificación de regiones editoras encabezada, queda dicho, por Madrid y Cataluña, la tercera plaza la ocupó Andalucía, 10.929 títulos (5,49%); luego, Valencia, 4.854 obras (2,89%); País Vasco, 2.553 títulos; (2,48%), Galicia, 2.190 títulos (2,48%); y Castilla y León, 1.791 (2,03%).

Lo cual nos puede llevar a suponer que los llamados a participar en este artículo suscribirían, cada uno desde su sede, la declaración de Eduardo Riestra: “Ni editor a porque estoy en la Coruña, ni a pesar de estar en La Coruña: soy editor Y estoy en La Coruña”.

“Hace unos años, desde luego, el hecho de vivir en Huesca hubiera significado un serio problema a la hora de montar una editorial como la nuestra. Ahora, por suerte, esto no supone ningún impedimento.” Alfonso Castán, editor de Contraseña, se pasa la vida a caballo entre la capital altoaragonesa y la capital aragonesa a secas, donde vive su socio, Francisco Muñiz. Pero nunca se planteó editar en otro sitio.

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