Érase una vez una madre cuyo hijo de 10 años no leía mucho. ¿Qué puedo darle para que se enganche?, se preguntaba. Y se acordó de los buenos momentos pasados con Julian, Dick, Georgina y Ana más Tim, Los Cinco. ¿Le gustarán? Sí, al pequeño le engancharon las aventuras de esos "tres hermanos que tienen una prima que es trans".
¿Trans? "Nuestra cultura y sociedad ha cambiado bastante en los últimos 50 años. Antes poca gente estaba familiarizada con las distintas identidades sexuales que existen. Me alegra saber que, aun con las referencias que se usaban en la antigua edición, los jóvenes lectores de ahora puedan sacar sus conclusiones a partir del conocimiento que tienen tanto del presente como del pasado".
Quien así reacciona a la anécdota es Mar Zendrera, cogerente de Juventud, la editorial que publicó hace medio siglo y sigue haciéndolo las aventuras imaginadas por Enid Blyton en los años 40 del siglo pasado. Hoy, Los Cinco siguen teniendo las mismas costumbres y saboreando los mismos platos, pero se han cambiado algunos nombres "para evitar malinterpretaciones y facilitar más la lectura a los más pequeños: por ejemplo, la cerveza de jengibre ha pasado a llamarse refresco de jengibre; el pastel de ruibarbo (poco conocido en nuestro país) se sustituye por otro típico pastel inglés como el de jengibre, de carne o de frutas; ya no se reciben telegramas sino cartas… También se han eliminado o cambiado algunas referencias que pudieran tener componentes sexistas, clasistas, castigos físicos, maltrato animal… Todas aquellas cosas que podían entenderse en el contexto histórico en que se editaron por primera vez pero que actualmente hacen escandalizar a más de uno. Ya no se habla de gitanillos, sino de niños, las tareas domésticas ya no las realizan exclusivamente las niñas…".
Se enmiendan, pues, términos y expresiones siguiendo el ejemplo de una purga que ya hicieron en Gran Bretaña para eliminar (las numerosas) trazas de racismo (los malos suelen ser negros o gitanos) y sexismo (adivinen quién se ocupa en exclusiva de las tareas del hogar). Un modo de actuar que Gemma Lluch, profesora de la Universitat de València, aprueba: "La editorial ha recuperado una fórmula que funcionaba y funciona, los relatos de enigmas resueltos por un grupo de amigos. Me parece normal (y habitual) que se actualice tanto el contenido como el formato, no es una edición facsímil, es una adaptación para los lectores de ahora. Esto se hace continuamente con las versiones de la tradición oral".
Pero, puntualiza Zendrera, la pretensión no ha sido traer a Los Cinco al siglo XXI dándoles un móvil y un ordenador. "Hemos conseguido preservar el ambiente rural inglés de mediados del siglo pasado simplemente suavizando algunas referencias que actualmente están fuera de lugar".
Una larga tradición
Adaptar las obras es algo frecuente y, en opinión de Lluch, necesario: "Si pretendemos iniciar o incentivar a los más jóvenes a leer libros, la lectura tiene que ser acorde a sus posibilidades". Zendrera recuerda que cuando en la escuela le hicieron leer Tirant lo Blanc no le recomendaron la versión original en valenciano antiguo de Joanot Martorell, sino una versión adaptada mucho más inteligible y con un sinfín de pies de página para entender el contexto. Y no hablemos de los cuentos infantiles, en general, versiones expurgadas y suavizadas de relatos (¿alguien ha leído los originales de los hermanos Grimm?) brutales y crueles.
Adaptaciones sí, pero ¿de qué tipo? Lluch me remite a su libro Cómo seleccionar libros para niños y jóvenes. Los comités de valoración en las bibliotecas escolares y públicasCómo seleccionar libros para niños y jóvenes. Los comités de valoración en las bibliotecas escolares y públicas, donde diferencia entre:
– Reescritura. Se conserva el contenido fundamental del original, pero dándole un nuevo sentido adaptado al momento histórico del lector. Suele realizarse sobre textos de tradición oral, partiendo habitualmente de las versiones fijadas por Perrault o Grimm.
– Prolongación. Continuación de un texto motivada por el interés de llevar más allá un relato que ha tenido éxito.
– Reducción. Una simplificación del estilo o de los significados mediante la supresión de elementos de una obra literaria canónica y cuya consecuencia es la creación de una obra nueva.
– Escisión. Es el tipo de reducción más fuerte ya que afecta a estructura y significado, una supresión pura y simple y se considera más una práctica editorial que literaria. Lluch cita a Genette: "En las colecciones de la literatura para la juventud [encontramos] a Don Quijote descargado de los discursos, digresiones y novelas intercaladas; Walter Scott o Fenimore Cooper sin informaciones históricas, Julio Verne de las largas descripciones y didácticas y tantas obras reducidas a la trama narrativa, sucesión o encadenamiento de aventuras. La misma noción de novela de aventuras es sobre todo un artefacto editorial, un efecto de poda".
– Expurgación. La reducción con intención moralizante o edificante en la cual (vuelve a Genette) "no se suprime lo que aburre al joven lector o excede sus dificultades intelectuales, sino que también y sobre todo lo que le pueda chocar o inquietar a su inocencia, es decir, informaciones que se prefiere quitar por un tiempo". Es decir, comentarios sobre sexo o violencia, como en algunas adaptaciones del Tirant lo Blanc o La Celestina.
– Concisión. Abrevia un texto sin suprimir partes temáticamente significativas, pero sí reescribiéndolo con un estilo más conciso y produciendo uno nuevo.
– Digest. Versión condensada del original que ofrece una lectura reducida sin referencia clara al original, lo que le da una mayor libertad de creación.
"En el mercado editorial encontramos de todo tipo ―afirma―. En cualquiera de los casos anteriores, para valorar las adaptaciones es importante: incluir prólogos o estudios que sitúan las historias en un contexto y una época determinada; informar sobre los libros utilizados como fuente de la adaptación, y guardar unidad en la calidad".
Insiste también en la necesidad de determinar para qué lector es el libro y en qué contexto lector, "porque una cosa es que se regale una adaptación en Navidad, por ejemplo, y ahí el criterio de quien regala es el más adecuado: adaptaciones a otros géneros (como cómic, álbum ilustrado, etc.), el mismo texto, pero con nuevas ilustraciones, etc. Y otra cuestión es dar a leer la adaptación en el contexto escolar. En este caso hay que ser muy consciente de la adaptación que se elige y explicar al lector (tenga la edad que tenga) que se trata de una adaptación".
Al cabo, hay miles de niños de 9 años disfrutando del Lazarillo de Tormes en la adaptación de Rosa Navarro, y de adolescentes con las de Tirant lo Blanc. "En este caso LO MÁS IMPORTANTE [el énfasis es suyo] es la experiencia lectora, que el personaje y su historia, su universo, forme parte de la experiencia vital del niño. Creo que es un buen camino para familiarizarlo con unas lecturas en las que podrá profundizar de mayor".
La polémica está servida
Hablando de esto, es imposible no recordar la suerte corrida en (algunos) EE.UU. por Las aventuras de Tom Sawyer o Matar a un ruiseñor, obras "perseguidas" por quienes las consideran racistas u ofensivas. Lluch no está en contra de su adaptación "siempre y cuando la nueva edición vaya acompañada de un texto que diga que es una adaptación y que se diga el tipo de adaptación que se ha realizado. También depende si el libro se lee en la escuela, fuera de ella... Esos dos libros son importantes porque son reflejo de una sociedad, y una lectura guiada del libro informa sobre el racismo en esa sociedad".
Viene también a la memoria lo ocurrido con Tintín, cuyas peripecias también publica Editorial Juventud. "Nunca hemos modificado en ninguno de sus libros las referencias racistas o sexistas, esperando que los lectores sepan encuadrar la narración en su contexto histórico, pues creemos que son un relato muy interesante para entender mejor la percepción del mundo en la Europa occidental de la primera mitad del siglo pasado. En algunos países hay títulos de Las aventuras de Tintín que no se comercializan por considerarse ofensivos. Como editores sabemos que no podemos tener contento a todo el mundo: si no retocamos nada, quizá algunos nos tachen de racistas y, si lo hacemos, de censores".
Ver másLeyendo a los lectores
Hay, por todo ello, que preguntarse si la corrección política, ha de ser un criterio en la edición de libros infantiles y juveniles. ¿O es mejor publicar las obras tal como son y acompañar a niños y jóvenes en la lectura, explicarles el contexto en el que obras fueron escritas?
"Eso depende de la editorial, de la colección, del objetivo de lectura, de quién hace la selección de la lectura, etc. ―responde Lluch―. Y luego, de lo que signifique corrección política en cada libro. Pongo el ejemplo contrario, imagínate un niño africano que vive en Valencia y que todos los libros que encuentra solo tienen como protagonistas a niños blancos y cuando aparece uno negro o lo ponen en medio de la selva, pasando hambre o situaciones similares. Nunca en la misma situación que uno blanco. ¿Pedir libros que considere esto es corrección política o es adaptar el libro a la realidad? Que muchos libros juveniles escritos por determinados autores de una determinada edad siempre resalten la belleza de las protagonistas mujeres y no de los hombres, ¿qué es? A veces las gafas con las que leemos no son las mismas".
Su consejo de experta: que no nos perdamos en discusiones menores cuando lo importante es que los niños lean, y que lean buenas adaptaciones. "Es decir, centrar la atención en cómo hacer una buena adaptación que acerque al niño no solo un relato sino un universo literario. Esa es la discusión".
Érase una vez una madre cuyo hijo de 10 años no leía mucho. ¿Qué puedo darle para que se enganche?, se preguntaba. Y se acordó de los buenos momentos pasados con Julian, Dick, Georgina y Ana más Tim, Los Cinco. ¿Le gustarán? Sí, al pequeño le engancharon las aventuras de esos "tres hermanos que tienen una prima que es trans".