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Fogwill, un muerto punk

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A principios de los ochenta, Rodolfo Enrique Fogwill, o Fogwill, a secas, como él quería que todo el mundo le llamase, le entregó a una compañera de trabajo un manuscrito escrito a máquina y plagado de anotaciones en los márgenes. Era el original de Nuestro modo de vida. Mariana Domic Radtschenko, la destinataria, conservó la novela durante tres décadas. Fogwill llegó incluso hasta a olvidarse de aquel gesto.

En la última obra que publicó en vida, Un guión para Artkino (2008), escribió una nota que revela que esta novela no era la única de su caótico archivo que estaba en paradero desconocido. Tras comentar que las copias de Un guión para Artkino, repartidas entre sus amigos, se habían extraviado a lo largo de los años, hace el siguiente anuncio: “Quien encuentre una copia de Memoria romana, La clase, Nuestro modo de vida o Los Estados unidos será recompensado con libros autobiográficos y con la dedicatoria de la primera edición”. Nuestro modo de vida reapareció tiempo después, en 2011, pero ya sin recompensa. Fogwill había muerto a finales de agosto de 2010 a causa de un enfisema pulmonar. Fue Vera, su hija y albacea, quien recibió el manuscrito, y ha sido Alfaguara la editorial que ha publicado la que es (hasta ahora) la segunda novela póstuma del escritor argentino.

Nuestro modo de vida está fechada en 1980, lo que viene a desmentir la idea de que Los pichiciegos (1983), su obra más leída, aplaudida, y con la que Fogwill entró en el canon literario latinoamericano, es su primera novela. En el prefacio, el autor hace una anotación clave para entender el universo de ficción que ha creado: está intentando “plagiar” La luz argentina, de César Aira, La luz argentina pero ampliando los temas de la pareja y de la división entre “lo de afuera y lo de adentro” que estaban “insuficientemente desarrollados” en la obra de Aira. Lo que entiende Fogwill por "adentro" y "afuera" no es una barrera física, sino el límite entre el "adentro y afuera de la obra como representación del límite del adentro y afuera de la vida humana".

A lo largo de sus más de 200 páginas, el escritor argentino describe con precisión milimétrica la vida de Fernando y Rita, un matrimonio de clase acomodada (Fernando tiene un alto cargo en una importante empresa y Rita ocupa su tiempo con actividades sociales) que vive angustiado por preocupaciones banales, frívolas e infantiles. Una de las grandes zozobras de Fernando a lo largo de los primeros capítulos es su empeño en cambiar su coche, un Ford de color blanco comprado unos meses atrás, por otro de color azul, ya que la mayoría de los automóviles con los que se cruza por la calle están pintados en este color.

Fogwill estudio medicina, letras, filosofía, sociología, matemáticas, canto. Fue publicista, guionista, profesor de universidad, editor y Premio Nacional de Literatura en 2004. Fue multimillonario y se arruinó al poco de hacer fortuna. Decidió dedicarse exclusivamente a escribir cuando en 1980 ganó un concurso de Coca-Cola con el libro de cuentos Mis muertos punk. Después vendría su obra cumbre (y la más vendida) Los pichiciegos, escrita en los inicios de la guerra de las Malvinas (abril-junio de 1982) durante tres días con la ayuda de 12 gramos de cocaína. En ella, Fogwill narra la historia de un grupo de soldados argentinos que decide desertar escondiéndose en una cueva, una pichicera, en referencia a una especie de armadillo que habita en el cono sur americano, y que durante su encierro se dedica traficar con el bando británico para poder sobrevivir.

Una autor provocador

Fogwill vivía instalado en la provocación permanente. Una de las últimas apariciones públicas que hizo poco antes de morir, a principios de agosto de 2010, fue durante el primer Festival Eñe América, que se celebró en el Centro Cultural de España de Montevideo. Durante su estancia en la capital uruguaya llegó a asegurar que, debido al frío (estaban en pleno invierno en la región austral) “se aguantaba las ganas de cagar” hasta que llegaba a la sede del centro cultural. “Cagaba a cargo de la corona”, dice jocoso. Esta declaración se recoge en el documental Fogwill, el último viaje (2012), en el que también se pueden ver fragmentos de su intervención en el festival, donde arranca con el mismo tono mordaz: “Les decía, ahora, que voy a hablar de mí, pero era un chiste, nadie lo entendió, me parece, porque el chiste es la palabra 'ahora': si lo único que hice en la vida fue hablar de mí”.

Sobre él y su vida, "su mejor novela", también habló su hija Vera Fogwill en el diario argentino Página/12 el día posterior a la muerte del escritor. En La muerte según Fogwill, Vera firma una necrológica en parte hagiográfica, en parte con cierto tono de reproche. Dice: “Ser la hija de Fogwill […] es intentar ser actor siendo hijo de Vitorrio Gassman, intentar hacer cine siendo hijo de Ozu, […] intentar ser persona siendo el hijo de un animal”. Un año después volvería a las mismas páginas con Help a él (parafraseando una novela de su padre) donde relata cómo fue el proceso de lidiar con el legado de Fogwill.

Vera cuenta que tardó dos meses en desanudar todo un sistema de cuerdas, enganches y sogas de las que el escritor argentino colgaba su ropa a través de la barandilla de la escalera, y que tiró siete bolsas repletas de botellas de agua sin terminar que Fogwill había dejado sembradas por la casa. Habla también de los inéditos, guardados una decena de veces con el mismo nombre y otras tantas con los cambios que iba introduciendo, lo que implica “leer cada versión, adivinar la fecha (porque en su computadora tenía desconfigurada la hora, el día y el año) y adivinar cuál fue el primero, si quitó el segundo final o decidió agregarlo”. Un trabajo casi arqueológico que Vera delegó en la historiadora Verónica Rossi, ya que esos documentos han pasado a formar parte del archivo del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA).

Inéditos publicados

El primer inédito que se publicó fue La gran ventana de los sueños (Alfaguara, 2013) un diario en el que Fogwill había anotado sus sueños desde los años sesenta (cuando contaba con apenas 20 años) y que está dedicado, como no podría ser de otra manera, a los cuatro psicoanalistas que le trataron a lo largo de su vida. El original estaba en manos de un colectivo de artistas llamado Mondongo, al que Fogwill cedió el manuscrito en 2004. Se supone que hay una tercera obra póstuma titulada La introducción, una novela corta que habría conservado Damián Tabarovsky, escritor y exeditor de Interzona.

La última vez que Fogwill visitó España fue en 2010, coincidiendo con la publicación de sus Cuentos completos en Alfaguara y con la revisión de Los Pichiciegos en la editorial Periférica. Sin embargo, a pesar del éxito de esta novela, fue su relato Muchacha punk (1998) el que más satisfacción provocó en el autor. En una entrevista para el programa argentino Obra en construcción en 2006, Fogwill decía: “Éste [enseñando una versión de Muchacha punk editada por Mini Letras] es el libro que más me encanta, porque es el libro que, por página, gané más plata”.

A principios de los ochenta, Rodolfo Enrique Fogwill, o Fogwill, a secas, como él quería que todo el mundo le llamase, le entregó a una compañera de trabajo un manuscrito escrito a máquina y plagado de anotaciones en los márgenes. Era el original de Nuestro modo de vida. Mariana Domic Radtschenko, la destinataria, conservó la novela durante tres décadas. Fogwill llegó incluso hasta a olvidarse de aquel gesto.

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