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Fotos bajo las balas para contar la verdad

Lynsey Addario (Connecticut, EE UU, 1973) lleva al pie de la letra o, mejor dicho, de la fotografía aquella máxima del mítico Robert Capa sobre los corresponsales de guerra: “Si una foto no es buena es porque no estabas suficientemente cerca”. Una mezcla de curiosidad y de deseo de verificar la verdad de los conflictos la impulsó cuando apenas era una veinteañera a viajar al Afganistán dominado por los talibanes para firmar unos excelentes reportajes fotográficos sobre aquel país tan hermético y represivo antes de los atentados del 11-S. En los últimos años ha cubierto las guerras de Afganistán y de Irak, ha trabajado en varios países africanos y americanos y ha recibido, en 2009, un premio tan codiciado como el Pulitzer.

Pero esta agitada vida no sólo no ha cansado a esta fotógrafa risueña y extrovertida, sino que la anima a nuevas empresas. “Creo que resulta muy importante”, ha comentado durante una visita a Madrid para promocionar su libro En el instante preciso. Vida de una fotógrafa en el amor y en la guerra (Roca Editorial), “que los periodistas contemos el sufrimiento de los civiles en los conflictos y los fracasos de los gobiernos occidentales, sobre todo los de Estados Unidos. Somos testigos de la barbarie y hemos de mostrar al mundo y a los líderes políticos y económicos lo que está pasando”.

La fotógrafa estadounidense, que colabora como freelance con medios tan relevantes como The New York Times, National Geographic o Times Magazin,The New York Times, National GeographicTimes Magazin entre otros, espera con todas sus fuerzas que sus coberturas de los conflictos, donde ha estado a punto de perder la vida en varias ocasiones, sirva para construir un mundo más justo. “Confío en que mis fotos”, señala sin falsa ingenuidad y muy consciente de las dificultades, “ayuden a que mucha gente tome conciencia de las injusticias y de las desigualdades. Por eso me reconfortó mucho que un reportaje mío sobre las muertes de mujeres en los partos en Sierra Leona me reconfortó mucho que un reportaje mío sobre lassirviera más tarde para que este país africano comenzara a combatir los alumbramientos peligrosos”. Defensora de su trabajo como freelance y partidaria de las coberturas periodísticas largas y a fondo, Addario lamenta que el periodismo de investigación se halle en trance de extinción.

“Hoy en día”, afirma a propósito de Spotlight, la película ganadora de los Oscar sobre el diario The Boston Globe, “el periodismo riguroso cada vez se practica menos porque para ello se requiere tiempo, dinero y apoyo de los grandes medios de comunicación. Siempre se trata de una lucha feroz contra los jefes y las empresas para sacar a la luz historias como aquella de la pederastia en la Iglesia católica que destapó The Boston Globe. Por estas razones pienso seguir trabajando por mi cuenta. Me concede más libertad para elegir mis historias y me permite crecer más como persona y como fotógrafa. De hecho poder trabajar en un tema para el National Geographic durante seis meses, por ejemplo, significa un lujo al que no deseo renunciar”.

Una y otra vez Lynsey Addario apela, en un magnífico español aprendido en sus años de residencia en Argentina y en Cuba, a la responsabilidad profesional de los periodistas. De los profesionales de la información, pero también de los lectores y de los espectadores. “Sin nosotros, sin los periodistas”, declara con mucha vehemencia, “la gente no sabría nada de lo que está pasando en lugares conflictivos como Oriente Próximo o Libia ni podría formarse una opinión sobre las causas de la pobreza en países como Sudán o Haití. En esa línea, hemos de convencer al público de que la información hay que pagarla porque nuestro trabajo requiere profesionales bien preparados y con unas condiciones dignas. Porque no basta con la información inmediatista y fugaz que encuentras en Internet, sino que resulta necesario aplicar una mirada reposada a las cosas. Esa mirada cercana es imprescindible para la fotografía en zonas de riesgo”.

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A propósito de estos comentarios, Lynsey Addario, que prepara un viaje a Sudán del Sur en las próximas semanas, reconoce que la saturación de imágenes del mundo digital obliga a los fotógrafos profesionales a redoblar los esfuerzos para conseguir imágenes fuertes, fotos que causen una profunda impresión en los espectadores. “Nuestra tarea”, explica la famosa fotógrafa, “se complica y se convierte en un empeño más difícil. En definitiva, aumenta nuestra responsabilidad para sacar una foto muy buena. No obstante, yo sigo creyendo en el poder de las imágenes fuertes que permanecen en la retina de mucha gente y que movilizan a la opinión pública. Por ejemplo, algunas magníficas fotografías sobre campos de refugiados. Una buena foto sirve para explicar todo un conflicto”.

Después de una larga etapa en la que se volcó en su profesión y relegó su vida privada, Lynsey Addario se casó con un colega periodista en 2009, tuvo un hijo en 2011 y se instaló en Londres. “Me engañé durante cierto tiempo pensando que podía llevar una vida normal. Pero después me di cuenta de que debía buscar un cierto equilibrio. Por supuesto, no renuncio a seguir con mi vida viajera y arriesgada, pero también me importan mucho mi marido y mi hijo”. De todos modos, esta periodista tan vocacional no ha matado ni mucho menos el gusanillo que la lanzó hace casi dos décadas a ofrecer testimonios gráficos de los horrores del mundo. En el prólogo de su libro En el instante preciso, que incluye más de un centenar de fotografías y ha sido traducido a 12 idiomas, escribe: “Algunos fotógrafos de guerra nos sentimos más cómodos en los lugares más oscuros que cuando regresamos a casa, donde la vida parece demasiado sencilla y demasiado fácil”.

Así las cosas, a sus 43 años se le iluminan los ojos cuando anuncia su próximo viaje a Sudán del Sur. Su entusiasmo juvenil sigue, pues, intacto: “De momento no pienso en retirarme a un trabajo más tranquilo. Quizá dentro de unos años me apetezca dar clases. Pero todavía me queda cuerda para rato”. Los miles de seguidores de una de las mejores fotógrafas del mundo, sin duda, se lo agradecerán.

Lynsey Addario (Connecticut, EE UU, 1973) lleva al pie de la letra o, mejor dicho, de la fotografía aquella máxima del mítico Robert Capa sobre los corresponsales de guerra: “Si una foto no es buena es porque no estabas suficientemente cerca”. Una mezcla de curiosidad y de deseo de verificar la verdad de los conflictos la impulsó cuando apenas era una veinteañera a viajar al Afganistán dominado por los talibanes para firmar unos excelentes reportajes fotográficos sobre aquel país tan hermético y represivo antes de los atentados del 11-S. En los últimos años ha cubierto las guerras de Afganistán y de Irak, ha trabajado en varios países africanos y americanos y ha recibido, en 2009, un premio tan codiciado como el Pulitzer.

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