Los últimos años, la Mostra de Venecia ha elegido títulos tan importantes para abrir su telón como para que tanto este año como el precedente ganaran el Oscar. Gravity y Birdman, ambas dirigidas por mexicanos y producidas por Hollywood, aunaron elencos impecables, atractivo comercial y calidad cinematográfica. El listón queda más bajo este año con una cinta que sin duda es comparable sobre todo con la primera en valores de producción, una cinta de desastres (naturales esta vez), Everest, de Baltasar Kormákur, que sin embargo no ha tocado la fibra sensible –dicen algunos que la tienen– de los críticos. De manera que la acogida ha sido más bien fría, en una edición en la que por fin los hispanos tenemos oportunidad de León de Oro, después de tres años de marginación competitiva.
Antes del reciente terremoto de Nepal, el mayor accidente ocurrido en los picos más altos del planeta por número de víctimas fue el de mayo de 1996, que inspiró a los productores de Everest. La película sigue a dos expediciones, que incluían a "excursionistas" sin auténtica experiencia de ascender cumbres de 8000 metros, y tuvieron que hacer frente a una de las peores tormentas de nieve que jamás se haya conocido.
El estelar elenco del film de Baltasar Kormákur, autor antes de 2 Guns, Contraband o Verdades ocultas, incluye a Jake Gyllenhaal, Jason Clarke, Josh Brolin, John Hawkes, Robin Wright, Michael Kelly, Sam Worthington, Keira Knightley y Emily Watson.
El frío del Everest parece que contagió a Baltasar Kormákur y a sus guionistas William Nicholson y Simon Beaufoy, quienes siguiendo los parámetros de la gran industria de Hollywood primaron la espectacularidad sobre la profundidad dramática y la emoción, de manera que Everest, valga la redundancia, queda como una película en buena medida impactante en el aspecto visual, pero fría a pesar de su principal ingrediente, la lucha humana por la supervivencia en un ambiente tan hostil como la cima del mundo en medio de las peores condiciones meteorológicas.
Y si la película es fría, lo lógico es que la respuesta de la audiencia de prensa esté a su altura, nunca mejor dicho. Respetuoso silencio coronó esta espectacular producción 3-D carente de alma, filmada entre los Alpes italianos, Nepal, Islandia y estudios en Italia y Gran Bretaña, una respuesta bien distinta a la de sus predecesoras en años anteriores.
La presencia hispana
Por primera vez desde que el crítico Alberto Barbera gestiona sus destinos en esta su segunda etapa, es decir en cuatro años, la Mostra de Venecia presenta a concurso películas iberoamericanas, y en plural, ya que son dos, la argentino-española de Pablo Trapero El clan, todo un éxito comercial en tierras australes, que se proyectará este domingo 6, y la venezolano-mexicana del debutante Lorenzo Vigas Desde allá, coescrita y coproducida por Guillermo Arriaga, cuyo estreno mundial oficial será el día 10.
Ver másGonzález Iñárritu triunfa en la apertura de la Mostra con 'Birdman'
También en sección oficial, pero fuera de concurso, el mexicano Arturo Ripstein, quien recibirá un homenaje por sus 50 años en el cine, estrenará La calle de la amargura.
Mientras, en la principal sección paralela, Orizzonti (Horizontes), participan por su parte Un monstruo de mil cabezas, drama social del uruguayo afincado en México Rodrigo Plá, y la brasileña Boi Neon de Gabriel Mascaro.
Finalmente, el apartado Giornate degli Autori ha programado la cinta la chilena de Matías Bize La memoria del agua, protagonizada por Elena Anaya y Benjamín Vicuña; el thriller español de Dani de la Torre El desconocido, y en una sesión especial el documental musical Zonda: folclore argentino, producción austral dirigida por el español Carlos Saura.
Los últimos años, la Mostra de Venecia ha elegido títulos tan importantes para abrir su telón como para que tanto este año como el precedente ganaran el Oscar. Gravity y Birdman, ambas dirigidas por mexicanos y producidas por Hollywood, aunaron elencos impecables, atractivo comercial y calidad cinematográfica. El listón queda más bajo este año con una cinta que sin duda es comparable sobre todo con la primera en valores de producción, una cinta de desastres (naturales esta vez), Everest, de Baltasar Kormákur, que sin embargo no ha tocado la fibra sensible –dicen algunos que la tienen– de los críticos. De manera que la acogida ha sido más bien fría, en una edición en la que por fin los hispanos tenemos oportunidad de León de Oro, después de tres años de marginación competitiva.