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Futboleros y letraheridos

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Hace tiempo que la expresión literatura sobre fútbol dejó de ser una contradicción. Se encargaron de desmontarla escritores de primera liga como Manuel Vázquez Montalbán con su Fútbol: una religión en busca de un dios (Debate, 2005); Juan Villoro con Dios es redondo (Anagrama, 2006) o Antonio Skármeta con Soñé que la nieve ardía (Debolsillo, 1975). Y aún hay más: antologías como Cuentos de fútbol (Alfaguara, 1995), una selección de dos docenas de relatos escogida y prologada por Jorge Valdano, ensayos como El fútbol: Mitos, ritos y símbolos (Alianza, 1980), de Vicente Verdú o textos periodísticos como los de Javier Marías, compilados en Salvajes y sentimentales (Debolsillo, 2012).

Ya dimos cuenta en este mismo espacio de la proliferación de publicaciones sobre fútbol que se ha desatado en los últimos años, con revistas como Líbero, que aúna pelota con cultura y estilo y editoriales como Al poste o Córner. Nos queremos concentrar ahora en títulos literarios de reciente publicación que –con el Mundial de Brasil de estreno este jueves- llegan acompañados de charlas y otras actividades para analizar el rol social del balompié, escindido en sus vertientes de sano entretenimiento y oscuro negocio.

Pero antes, preguntamos a Diego Barcala, codirector de Líbero: sabemos que se está escribiendo mucho sobre fútbol pero… ¿se está escribiendo bien? “El ejemplo más claro del valor que esta literatura ha ido adquiriendo con el paso de los años es la obra del argentino Roberto Fontanarrosa”, explica, “que ha pasado de ser un escritor de cuentos de fútbol a un escritor”. Y punto. En la misma estela, su compatriota, Eduardo Sacheri, lleva años escribiendo relatos cortos sobre este deporte, que toma como pretexto para hablar de la vida y sus vicisitudes.

En su recién editado libro La vida que pensamos. Cuentos de fútbol (Alfaguara), el autor recupera algunos de sus textos antiguos, como el conocido Esperándolo a Tito, que se combinan con otros más modernos y algunos inéditos. “Espero que no solo los futboleros me lean, porque si no, significa que soy mal escritor”, asegura Sacheri, que ha escrito también guiones de películas (co)protagonizadas por el fútbol, como El secreto de sus ojos (adaptación de su novela La pregunta de sus ojos, en la que no hacía mención al deporte, sino que fue añadido a petición del director, admirador confeso de sus cuentos) o Futbolín, ambas del cineasta bonaerense Juan José Campanella.

Sacheri se reunió la semana pasada en la Feria del libro de Madrid con otro colega que ha volcado su imaginación en el esférico y sus pateadores, el peruano Santiago Roncagliolo, que acaba de publicar La pena máxima (Alfaguara), una novela negra enmarcada en el Mundial de Argentina '78. Ambos mantuvieron una charla sobre fútbol y literatura que se replicará en su temática a lo largo de las próximas semanas con otros ponentes y en otros contextos.

Líbero ha combinado pasión y razón y ha organizado pases para ver los partidos de Brasil '14 en la Librería La Central de Madrid, tras los que se celebrarán diferentes presentaciones en las que participarán escritores y periodistas como Jacobo Rivero, Juan Ignacio Gallardo o Luca Caioli. Y entre las publicaciones recientes, cabe destacar también títulos como Cuéntame un gol (Verbum), una colección de cuentos seleccionados mediante concurso o Manual de fútbol. Un libro fuera de juego (Edhasa), de Juan Tallón, un anecdotario sobre la parafernalia en torno a la que se construye este deporte: desde el balón, al vestuario, la portería, el banquillo.... 

El fútbol de la gente común

El fútbol del Mundial, ese de los Ronaldos, y los Messis y demás galácticos no es, sin embargo, el que copa el imaginario de los narradores futboleros, los actuales y los que ya han quedado como figuras clave de las letras universales, desde Nabokov a Camus, pasando por Borges y Galeano. “El universo de historias que me interesa contar es el de personas comunes. No excepciones, sino gente común y corriente, la de la vuelta de mi casa”, explica Sacheri. “Y en los horizontes de personas de un pueblo de la provincia de Buenos Aires como el mío el fútbol es una presencia siempre, porque te guste o porque lo sufras, o porque lo juegues desde niño o porque sos una señora a la que no dejan dormir la siesta porque están afuera pateando el balón. El fútbol te involucra, te envuelve”.

Y si se menta ese otro fútbol, el de las millonadas y las grandes representaciones teatrales, se hace de manera no tan evidente. “En Saber perder, David Trueba habla de un equipo de Madrid, pero no dice si es el Real, el Atlético…”, ilustra Barcala. “Es verdad que hablar de equipos grandes quizá quita glamour, porque lo interesante suele ser la relación con los recuerdos de la infancia más que la afición por la última estrella. Enganchan más las sensaciones puras”.

Futboleros y... ¿futboleras?

Los escritores que hablan de fútbol quieren contar historias que lo trasciendan, fábulas universales sobre el azaroso juego la existencia. Ahora bien, nos preguntamos: ¿es esto posible, profundizar en las cuestiones humanas, desde una temática que –por muchos cambios que se estén produciendo- ha sido y sigue siendo eminentemente masculina?

“No te voy a decir que, aunque cada vez se vean más, haya un 50% de mujeres en un estadio”, concede Barcala. “Pero las que hay, participan de una manera natural con todo lo relacionado con el fútbol”. En su revista, por ejemplo, han colaborado firmas como Elena Medel, poeta, o Angélica Lidell, dramaturga y actriz. “Ellas han escrito artículos en los que hablan de fútbol con total naturalidad y, otras mujeres, como (la escritora) Carmen Posadas, participan en tertulias de fútbol con frecuencia”.

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Quizá, también hayan notado que hemos mencionado unos cuantos nombres de argentinos, que junto a británicos como Nick Hornby, encabezan el listado de autores con vocación literario-futbolística. “En España, el panorama está enfocado sobre todo como reportajes largos”, apunta el periodista, para reivindicar una mayor inmersión en este fenómeno a alta escala cultural, "como ocurre en las novelas de Luis García Montero, donde hay fragmentos en los que el fútbol está presente”.

El entusiasmo por este deporte que, con sus altos y sus bajos, con su imprevisibilidad y su colectividad tanto se parece a la propia vida, también es tomado con mesura por sus seguidores-narradores. “A los fascistas les encantan los partidos de fútbol”, nos dijo Roncagliolo en una reciente entrevista, en referencia a cómo el balompié es utilizado muchas veces por el poder para desviar la atención de los asuntos trascendentes.

“Parte del prejuicio es legítimo”, agrega Sacheri. “El fútbol también puede ser manipulación e idolización: los Juegos Olímpicos de Berlín del 36 lo fueron, lo que no quiere decir que esto sea un ejemplo para toda la eternidad”. Como él mismo dejó dicho por boca de los personajes de El secreto de sus ojos, solo una cosa es capaz de permanecer: “El tipo puede cambiar de todo. De cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de dios. Pero hay una cosa que no puede cambiar. No puede cambiar de pasión”.

Hace tiempo que la expresión literatura sobre fútbol dejó de ser una contradicción. Se encargaron de desmontarla escritores de primera liga como Manuel Vázquez Montalbán con su Fútbol: una religión en busca de un dios (Debate, 2005); Juan Villoro con Dios es redondo (Anagrama, 2006) o Antonio Skármeta con Soñé que la nieve ardía (Debolsillo, 1975). Y aún hay más: antologías como Cuentos de fútbol (Alfaguara, 1995), una selección de dos docenas de relatos escogida y prologada por Jorge Valdano, ensayos como El fútbol: Mitos, ritos y símbolos (Alianza, 1980), de Vicente Verdú o textos periodísticos como los de Javier Marías, compilados en Salvajes y sentimentales (Debolsillo, 2012).

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