En aparente contradicción con el ingenioso e ilustrativo título de la novela, en el último libro de Guillem Frontera (Ariany, Mallorca, 1945) ocurren suicidios, muertes por infartos e incluso un asesinato. “Claro”, responde el novelista con ironía y entre risas que se escuchan por teléfono, “pero el asesinado en la novela es un checheno y conviene aclarar que las muertes de los que no son mallorquines no cuentan en esta isla. Como dice el escritor Sebastià Alzamora, los muertos causan luego muchos problemas y los mallorquines no queremos problemas. Podría explicarse la ausencia de muertos en una isla tan mafiosa como Sicilia a partir de una versión más dulce del respeto a la vida humana. Pero en realidad en Mallorca no se producen muertes mafiosas porque nunca nos gustaron las complicaciones”.
Mallorca, su realidad presente, la isla ahora y aquí, figura como la auténtica protagonista de Sicilia sin muertos, una novela en la que sobresalen políticos que recuerdan a los presidentes autonómicos Jaume Matas o José Ramón Bauzá; empresarios corruptos de reconocidos perfiles; periodistas desencantados, como un alter ego del propio Guillem Frontera; o emigrantes de todos los colores y pelajes. El autor reconoce que se planteó escribir una novela histórica contemporánea, pero al final se convirtió en un thriller criminal. “Ha quedado un retablo del momento actual y valía la pena explicar lo que pasa en Mallorca en clave de novela”, señala Frontera que ha transitado por la narrativa, la poesía, el ensayo y el periodismo durante décadas. Incluso fue el autor de un original y delicioso libro de viajes titulado Guía secreta de Baleares. Escritor en catalán (algunas de sus novelas han sido traducidas al castellano y al alemán como Los carniceros o Viejo corazón), Guillem Frontera sigue colaborando con frecuencia en la prensa mallorquina y se encuentra entre los intelectuales que mejor conocen la isla.
Desde el odio y la pasión por Mallorca (“Continuamente reniego de ella, pero que me muera si no la quiero” es la cita de Catulo con la que arranca su novela), Frontera se atreve a realizar un diagnóstico de la situación en la isla. “La sociedad mallorquina”, señala, “siente ya un profundo asco por la corrupción que lo invade todo, un asco cercano al vómito, más acentuado hacia la derecha que encarnan el Partido Popular y hasta hace poco también Unió Mallorquina. Siendo una sociedad rica no podemos pagar algunos colegios o no disponemos de presupuesto para garantizar una sanidad eficiente. Resulta indignante, pero la sociedad en general no reacciona. Vamos a ver qué pasa ahora en las elecciones municipales y autonómicas. Es cierto además que la tolerancia social frente a la corrupción se ha mantenido en Mallorca”.
Al igual que el periodista Mateu Llodrá, uno de los personajes principales de Sicilia sin muertos, Guillem Frontera también se muestra escéptico y pesimista sobre el futuro. Algún atisbo de esperanza aparece en la conversación cuando el escritor recuerda las amplísimas movilizaciones del sector educativo, de la marea verde balear, en los últimos años contra la política del Gobierno del PP que preside José Ramón Bauzá. “¿Por qué se queda después dormida y dispersa toda esa protesta? La verdad es que lo ignoro”, se pregunta y se contesta el novelista. Cuando traza un paralelismo con el periodista de ficción de su novela, Guillem Frontera reconoce que tiene un punto autobiográfico, pero se apresura a matizar en plan socarrón. “Representa mi mirada descreída y un poco de vuelta de todo, pero a Mateu Llodrá lo describo rubio y bastante más alto que yo, que soy bajito”.
Personaje polifacético de la cultura en Mallorca, en los últimos tiempos Frontera había dejado de escribir. O al menos de publicar después de unas décadas muy fructíferas. Él lo explica con una reivindicación iconoclasta de la pereza. “El escritor”, cuenta, “tiene que hacer todo lo posible para no escribir. En todo caso, si una historia o un relato te rondan la cabeza, pues lo cuentas a los amigos, a los familiares, a los colegas… Así, además, no gastas papel ni sufres con el trabajo de creación. He estado unos años sin publicar porque sencillamente no tenía necesidad de escribir. Ahora bien, la historia de Sicilia sin muertos me invadió del todo y necesitaba contarla. Me ocurrió también hace unos años con La mort i la pluja (La muerte y la lluvia) que apareció en 2008 y donde creo que se hallan mis mejores páginas”. Esta pereza o “aspiración al confort”, como lo califica Frontera, justifican también que el autor no se haya encargado de la traducción al castellano de Sicilia sin muertos y haya preferido que Rita da Costa llevara a cabo esta labor.
Sin embargo, el periodismo ha funcionado como una constante en la trayectoria de Guillem Frontera. “Puede decirse”, afirma, “que el periodismo no me ha dejado a mí en ningún momento y aquí sigo publicando en Ara o en El Temps, entre otros medios”. En lo que se refiere a la literatura, está de acuerdo con la opinión de muchos de sus colegas que atribuyen el auge de la novela policiaca a una extensión del capitalismo salvaje por todo el mundo. “En el caso español es evidente que vivimos una segunda época dorada del género negro después de aquel periodo magnífico de finales del franquismo y la transición con nombres como Manuel Vázquez Montalbán, Juan Madrid y muchos otros. En la actualidad el trasfondo social está muy podrido y empujadas por la mierda salen muchas novelas policiacas”.
En aparente contradicción con el ingenioso e ilustrativo título de la novela, en el último libro de Guillem Frontera (Ariany, Mallorca, 1945) ocurren suicidios, muertes por infartos e incluso un asesinato. “Claro”, responde el novelista con ironía y entre risas que se escuchan por teléfono, “pero el asesinado en la novela es un checheno y conviene aclarar que las muertes de los que no son mallorquines no cuentan en esta isla. Como dice el escritor Sebastià Alzamora, los muertos causan luego muchos problemas y los mallorquines no queremos problemas. Podría explicarse la ausencia de muertos en una isla tan mafiosa como Sicilia a partir de una versión más dulce del respeto a la vida humana. Pero en realidad en Mallorca no se producen muertes mafiosas porque nunca nos gustaron las complicaciones”.