'Handia', un triunfo para el cine vasco en su casa

Noticine.com | infoLibre

El drama biográfico HandiaHandia, sobre un joven vasco que fue un fenómeno continental en la convulsa Europa del siglo XIX por su desmesurada altura, única producción ibérica que se estrena mundialmente en la competencia del festival donostiarra, ha sido el gran protagonista de este tercer día del certamen, en el que también se entregó el Premio Donostia a una cineasta superviviente de la nouvelle vague, la belga Agnès Varda, en otra sobrecargada jornada con dos títulos más a concurso.

Aitor Arregi y Jon Garaño, autores de Loreak, que no vio su buena acogida en este mismo festival reflejada luego en el palmarés final, podrían tener más suerte esta vez. Handia, que significa "grande" en euskera, cuenta una historia real, la de un hombre que llegó a medir 2 metros y 40 cm y que por ello se convirtió en un fenómeno científico y popular.

El llamado "gigante de Altzo" fue el menor de tres hermanos que vivían en un caserío de esa localidad, próxima a la capital guipuzcoana, cuyo nombre completo fue Miguel Joaquín Eleizegi, y recorrió para ser visto y estudiado otros lugares de España y Europa, en un periplo que la película sigue por varias capitales europeas (en su mayor parte reconstruidas en otras localizaciones y digitalmente). El euskera, por tanto, es el idioma principal, pero también hay escenas donde se habla castellano, inglés e incluso francés. La lengua que usaban los Eleizegi era la vasca dado su origen rural, y sabían muy poco castellano.

Dos son los protagonistas de la historia, el "gigante" Joaquín, y su hermano Martín, que siempre se llevó la peor parte. Cuando los carlistas llegan al caserío de los Eleizegi quieren llevarse a los dos chicos para que luchen en la contienda entre los aspirantes al trono español, pero el padre se niega y ofrece a su hijo Martín para que vaya al frente mientras Joaquín se queda a cargo del caserío. En ese momento en que su hermano se marcha a la guerra, el chico es de estatura y complexión normales, pero cuando su hermano regresa unos años después de acabar el conflicto bélico, descubre que Joaquín se ha convertido en un gigante.

Poco a poco, y por la falta de recursos, se les ocurrirá hacer negocio con esa característica física de Joaquín, y viajarán primero a Bilbao, más tarde a Madrid, y finalmente por las principales capitales europeas, donde el chico es exhibido como una atracción circense. El dinero que generan servirá para que Joaquín compre junto con su padre el caserío que hasta entonces arrendaban.

Esta película es, hasta la fecha, la segunda producción más cara del cine vasco, y aunque recrea escenarios como Londres o París, está rodada íntegramente en localizaciones del País Vasco. Impresiona la ambientación, la fotografía y, en general, el valor de la producción de esta cinta, que interpretan los actores vascos Eneko Sagardoy, Ramon Agirre y Joseba Usabiaga con el apoyo del exjugador argelino de baloncesto Saad Kaiche.

Se puede decir que Handia es una fábula, un cuento de Dickens que transcurre en EuskadiHandia, una historia tierna y triste, que mantiene el interés del espectador y le llega a emocionar en muchas ocasiones. La satisfacción general demuestra que no ha sido seleccionada por chovinismo, sino por sus intrínsecos valores cinematográficos. Es además, el único estreno mundial iberoamericano de esta selección 2017, puesto que el resto se vio antes en Toronto.

Las otras dos cintas a concurso del día han sido dos producciones francesas, por un lado El sentido de la fiesta, una ágil comedia comercial de Eric Toledano y Olivier Nakache, que narra los preparativos de una boda, pero en esta ocasión desde la trastienda, y la coproducción con BélgicaNi jueza, ni sumisa, un documental sobre una jueza fascinante.

Relacionados felizmente con San Sebastián desde que su primer éxito, Intocable, cerrara fuera de concurso el festival hace seis años, los comediógrados franceses realizan un nuevo bosquejo social y humano, esta vez más "burgués", en El sentido de la fiesta, cuyos protagonistas son los encargados del catering, el fotógrafo, los floristas... los que realmente hacen posible el éxito de un caro enlace matrimonial de una familia acomodada en un glorioso château del siglo XVIII. Jean-Pierre Bacri, Gilles Lellouche, Suzanne Clément y Jean-Paul Rouve encabezan el coral elenco de esta cinta que ha hecho reir, aunque se aproxima más a la idea de una comedia comercial para ver con un envase grande de palomitas de maíz que a la de un filme de festival.

'Campeones' representará a España en los Oscar

Ver más

La tercera cinta del dia fue una coproducción franco-belga Ni jueza ni sumisa, de Jean Libon e Yves InantNi jueza ni sumisa, un documental periodístico basado en la experiencia real y diaria de una jueza de Bruselas con clientes y soluciones a sus problemas muy particulares, tan bien filmado que podría tomarse como una ficción. La jueza Anne Gruwez es la protagonista absoluta, y con su originalidad y desparpajo se desenvuelve con un estilo cuando menos poco convencional entre los delincuentes con los que le toca lidiar.

Podemos escandalizarnos de algunas de sus sentencias. De hecho, la cinta es, por decirlo de forma muy esquemática, mucho más una comedia que una crónica social, porque la demencial realidad y la actitud de la magistrada están en un constante surrealismo jocoso. Ni jueza, ni sumisa es una producción interesante, pero emparejarla con cintas de ficción no deja de ser una provocación imitadora de otros festivales proclives a épater le bourgeois.

 

El drama biográfico HandiaHandia, sobre un joven vasco que fue un fenómeno continental en la convulsa Europa del siglo XIX por su desmesurada altura, única producción ibérica que se estrena mundialmente en la competencia del festival donostiarra, ha sido el gran protagonista de este tercer día del certamen, en el que también se entregó el Premio Donostia a una cineasta superviviente de la nouvelle vague, la belga Agnès Varda, en otra sobrecargada jornada con dos títulos más a concurso.

Más sobre este tema
>