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¿Has terminado ya, George?

El guionista y escritor George R.R. Martin empezó a escribir Canción de hielo y fuego porque no le dejaron hacer una versión sórdida de La bella y la bestia. En 1996 se publicaba Juego de tronos, el primer tomo de una de las sagas de fantasía medieval más exitosas de las últimas décadas y de donde toma el nombre la serie producida por el canal de televisión por cable HBO. Desde entonces, se han vendido más de 40 millones de ejemplares en el mundo, un millón y medio de ellos en España, según datos de la editorial Gigamesh, que han encandilado a una heterogénea y devota legión de fans. Un fenómeno en el que serie y libros se retroalimentan constantemente. La pescadilla que se muerde la cola.

Juego de tronos es un cóctel infalible para atraer a seguidores con gustos literarios muy diferentes. La trama combina la fantasía épica medieval con las intrigas políticas y el culebrón clásico (incesto, hijos ilegítimos y multitud de escarceos amorosos). Pero hay que hacer una clara diferencia entre los que se iniciaron en la mitología de Martin con los libros y los que se han acercado a la saga exclusivamente a través de la superproducción de HBO. Los primeros han inaugurado una nueva tipología de fan: el exigente. El fan consumidor y ansioso por seguir consumiendo. El fan adicto. En 2011, cuando se lanzó la primera temporada de Juego de tronos, y apenas se habían vendido 15 millones de libros en todo el mundo, la revista estadounidense Time publicó un artículo sobre la génesis del fan impaciente.

En él, la autora, Laura Miller, hablaba sobre los ataques que Martin recibía de algunos lectores instándole a seguir escribiendo y anunciaba que algunos de estos seguidores habían desarrollado una nueva idea de lo que el autor de la saga les debía: se veían a sí mismos como clientes y esperaban tener su producto de manera rápida y consistente. Entre los ataques que recibía un quizás abrumado Martin, estaban los que les reprochaban que se pasease por las ferias de cómic en lugar de estar escribiendo; los que le decían que sobrepasaba los 60, estaba “gordo”, y no querían un nuevo episodio Robert Jordan (el autor de la saga de fantasía La rueda del tiempo que murió de manera abrupta sin terminar su historia); y, por último, un grupo de fans menos agresivos pero patológicamente devotos, que le hacían preguntas del tipo: ¿podría usted enviarme un diccionario y la sintaxis del Alto Valyrio?, haciendo referencia a una especie de lengua culta del universo de Martin, de la que sólo se había inventado un puñado de palabras.

Montaje elaborado por seguidores de la saga cuando la HBO grababa la quinta temporada de la serie en Sevilla.

“Existe una exigencia de los espectadores que son lectores”, corrobora la periodista y seriéfila Laia Portaceli. “Están pidiéndole a Martin que escriba Vientos de invierno”, el que sería, según los cálculos de Martin, el penúltimo tomo de la saga. De hecho, el autor, que solía escribir el guión de un capítulo cada temporada, ha decidido desvincularse de la sexta para centrarse en Vientos de invierno. Desde que fuese publicado el primer volumen de Juego de tronos, el tiempo entre libro y libro se ha ido espaciando progresivamente hasta los seis años que separaron el cuarto, Festín de cuervos, y el quinto, Danza de dragones. Todos publicados en España por la editorial Gigamesh.

Él se justifica asegurando que le lleva mucho tiempo escribir. Con razón: Canción de hielo y fuego tiene varios niveles narrativos, la trama general avanza a través de la trama individual de cada personaje, y en un mismo libro los pasajes no ocurren ni de manera cronológica ni en el mismo espacio. Además, la lista no ha parado de crecer: en el primer tomo, eran ocho los personajes; en el último publicado, 16, sin contar prólogo ni epílogo. Y sin contar tampoco que el mundo creado por Martin tiene cinco continentes, siete reinos en Poniente y territorio inhóspito y aterrador más allá del muro que protege a los hombres de sus maléficas amenazas.

Juego de tronos se ha convertido en un fenómeno porque todo el mundo ha oído hablar de ello”, explica Portaceli, que hace la siguiente radiografía sociológica de sus aficionados: “Abarca muchas tipologías. Desde los jóvenes, más activos, que generan mucho fandom y muchas creaciones en Internet, y que son más exigentes; hasta un público extenso medio, mayor, que no es especialmente seriéfilo”. Y establece que la diferencia entre estos seguidores y los de otras series es la mitología desplegada alrededor de la serie, cuyo precedente, según la opinión de Portaceli, sería Perdidos, aunque no con tanta devoción como la que despierta la saga de Martin. No en vano, la revista norteamericana Vulture situó a los seguidores de Juego de tronos como los más entregados e intensos de una serie de 25 productos culturales entre los que estaban Harry Potter y Justin Bieber. Incluso el político Pablo Iglesias ha sucumbido ante el trono de hierro. 

La creatividad de sus seguidores

El fandom (contracción de las palabras inglesas fan y kingdom, cuya traducción sería reino de los fans) denomina, como su propio nombre indica, a todas las creaciones, vídeos, memes, cómics, foros, wikis y un largo etcétera realizados por los seguidores de un producto cultural. La fauna fanática de Juego de tronos es, probablemente, tan extensa como el propio mundo ficticio de la saga. Empezando por la página web Westeros.org, creada en 1999, que funciona como una enciclopedia con debates o juegos de rol; hasta llegar a foros como Is Winter Coming?, en alusión al lema de los Starks, “¿Se acerca el invierno?”, una de las familias principales de la serie. Bajo ese irónico nombre se dan cita un grupo de fans del tipo impaciente que despotrican contra Martin por tomarse su tiempo para escribir.

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En España también hay seguidores muy activos. Sólo como ejemplo, el perfil de Robb Stark en Twitter, en homenaje a uno de los personajes de Martin, tiene más de 26.000 seguidores; Juego de tronos TM, donde cuelgan información sobre la serie y los libros, 130.000; y Los siete reinos, una página web donde también publican todas las novedades, cuenta con más de 140.000 seguidores en Facebook. También han surgido podcast, programas de radio online que importan la moda estadounidense de analizar con cada programa un capítulo de la serie.

María Santonja y Richie Fintano son los autores de Fansfiction, un sitio web en el que cuelgan, entre otras cosas, podcast sobre Juego de tronos. De cada programa, que dura unas dos horas (el doble que los capítulos de la serie), tienen alrededor de 8.000 descargas. “En España tenemos localizados otros siete u ocho podcast que hacen lo mismo que nosotros”, dice Santonja. Cuenta, además, que tienen mucho feedback con sus oyentes y reciben “e-mails larguísimos con teorías” sobre cómo va a ir evolucionando la historia.

Ante tanta presión, el autor, para evitar el aluvión de quiejas, ya ha advertido que en la serie va a empezar a desvincularse bastante de los libros. “Ahora es la hora de la verdad, porque la serie va a adelantar a los libros. Algunos personajes van a morir y otras tramas se van a parar”, cuenta Portaceli que deja claro que David Benioff y D. B. Weiss, los creadores de la serie para HBO, no dan un paso sin el beneplácito de Martin. “Ya estamos un poco en el cénit. Los creadores quieren siete temporadas y se tiene que ir buscando un punto final, cerrando tramas”. La duda que surge es qué va a pasar con los libros si la serie va descubriendo cosas, haciendo los temibles spoilers. “Van a jugar con las dos cosas”, afirma Portaceli, “pero Martin tiene que empezar a producir ya”.

El guionista y escritor George R.R. Martin empezó a escribir Canción de hielo y fuego porque no le dejaron hacer una versión sórdida de La bella y la bestia. En 1996 se publicaba Juego de tronos, el primer tomo de una de las sagas de fantasía medieval más exitosas de las últimas décadas y de donde toma el nombre la serie producida por el canal de televisión por cable HBO. Desde entonces, se han vendido más de 40 millones de ejemplares en el mundo, un millón y medio de ellos en España, según datos de la editorial Gigamesh, que han encandilado a una heterogénea y devota legión de fans. Un fenómeno en el que serie y libros se retroalimentan constantemente. La pescadilla que se muerde la cola.

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