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La Historia aplasta al individuo

Antonio G. Maldonado

Para la historiografía franquista, gracias al caudillo, España se libró de entrar en la Segunda Guerra Mundial junto a Alemania y pudimos evitar la penuria que habrían supuesto dos guerras en menos de un lustro. No obstante la cantidad de libros publicados en los últimos años que cuestionaban esta versión, esta leyenda parece inalterable, hasta el punto de que aún es posible escuchar en boca de nuestros mayores aquel relato que decía que Adolf Hitler habría dicho que prefería que le sacaran una muela antes que volver a reunirse con Franco, como había hecho en Hendaya el 23 de octubre de 1940.

El encuentro entre los dos líderes totalitarios en un vagón de tren en la ciudad vasco-francesa fue, en realidad, una negociación que no prosperó, en la que el potencial sufrimiento de la población civil no sería más que la bandera moral que se levantaría aprovechando la falta de acuerdo. Así lo contó, entre otros, el propio cuñado de Franco, Ramón Serrano Súñer, entonces ministro de Asuntos Exteriores español, y así lo vivió Albert Joseph Kummer, ficticio kriminaldirektor de la Gestapo, miembro del equipo de traductores de aquella cita histórica, y uno de los protagonistas de la novela El trapero del tiempo, de Rafael García, y que publica en las próximas semanas la editorial cordobesa Almuzara.

La historia del franquismo, pese a la apabullante bibliografía existente, sigue teniendo importantes zonas de sombra, no sólo en lo relativo a las luchas internas del régimencaso paradigmático es el asesinato del presidente Carrero Blanco en 1973– sino también, y sobre todo, en la corrupción de los prebostes y los cuadros medios, y en la política exterior y sus contorsiones ideológicas: de parte fundamental del Eje –del que recibió ayuda en su “Cruzada”–, a amigo preferente de Estados Unidos durante la Guerra Fría.

De 1920 hasta nuestros días

Como suele suceder con los grandes momentos históricos, ha sido la ficción la que mejor luz arroja en lo menos conocido o la que con más insistencia mantiene el foco en aquellos puntos que el revisionismo pretende hacer creer que no existieron o lo hicieron de forma distinta. Autores como Almudena Grandes o Ignacio del Valle han contado con distinto estilo y diferente éxito de público, aunque con una notable exigencia literaria, hechos como la fallida invasión de la guerrilla de exiliados a través de la Val d'Aran o los sufrimientos de la División Azul en las nevadas estepas rusas.

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El trapero del tiempo no acota un acontecimiento, y sus historias transcurren en un periodo amplio (de 1920 a la actualidad) y en diversos lugares: la Guerra Civil en Málaga, el campo de batalla en Córdoba, el Múnich de la República de Weimar donde la figura de Hitler creció, Francia durante la II Guerra Mundial y en los meses previos a la llegada de Mitterrand al poder y, sobre todo, en un territorio imaginario, la Costa del Mar, cuyos pueblos remiten a un trasunto de la Costa del Sol y las corruptelas de ministros de Franco, como el ficticio Juan Alfonso Gascón y sus tratos con el cónsul de la Alemania Federal en Málaga, el mismo Kummer que participó como traductor de Hitler en Hendaya.

Los personajes reales conviven con los imaginarios, como Roberto Quiles, médico en Fuendetorres, y Gregorio Adames, enigmático malacólogo en Marsella, cuya amistad con su alumno Antoine Dupont destejerá una trama que gira alrededor de algunos de los acontecimientos más oscuros y enigmáticos de la historia del siglo XX español. Como lo fue la corrupción urbanística generalizada –de aquellos polvos vienen estos lodos– y, sobre todo, la pertenencia de Franco a una masonería que le rechazó por su insolvencia intelectual y a la que se dedicaría a perseguir y denostar durante toda su vida. Acreditado está que mantuvo siempre la recreación de una logia masónica en un salón de El Pardo para, según sus propias palabras, no olvidar el objeto de su vesania.

No obstante el interés y el morbo por los datos históricos, El trapero… es sobre todo una novela de personajes, que sufren ante unos acontecimientos históricos más allá de todo control personal. El peso de la Historia sobre el individuo y la incapacidad o dificultad de este para sobrevivir sin concesiones morales a ella es el gran tema de una novela que, insospechadamente, es la primera de un autor al que habrá que seguir de cerca.

Para la historiografía franquista, gracias al caudillo, España se libró de entrar en la Segunda Guerra Mundial junto a Alemania y pudimos evitar la penuria que habrían supuesto dos guerras en menos de un lustro. No obstante la cantidad de libros publicados en los últimos años que cuestionaban esta versión, esta leyenda parece inalterable, hasta el punto de que aún es posible escuchar en boca de nuestros mayores aquel relato que decía que Adolf Hitler habría dicho que prefería que le sacaran una muela antes que volver a reunirse con Franco, como había hecho en Hendaya el 23 de octubre de 1940.

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