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Cine español

La huella de las mujeres tras las cámaras del cine español

La huella de las mujeres tras las cámaras del cine español

Luis García Berlanga, Luis Buñuel, Fernando Fernán Gómez, Pedro Almodóvar, Alejandro Amenábar, Fernando Trueba… De continuar, la lista resultante sería prácticamente interminable. Los directores de cine español han sido reconocidos por el público y la crítica nacional e internacional desde que el cine puso su mirada en el país, entre películas de ocho milímetros y fotogramas en blanco y negro. ¿Pero cuántos de los nombres de ese listado son femeninos? Las mujeres cineastas españolas no sólo distan en cantidad de sus compañeros varones, sino que su obra y trayectoria han sido prácticamente silenciadas.

En la actualidad, sólo un 8% del total de películas que se estrenan en nuestro país están dirigidas por mujeres, según datos de la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales (CIMA). En una industria tradicionalmente dirigida, representada y articulada por hombres, la situación no es sencilla para ellas, hecho que queda evidenciado con la existencia y necesidad de asociaciones como CIMA. Virginia Yagüe, presidenta de la organización, asegura en declaraciones a infoLibre que "vivimos una evidente situación de desigualdad en nuestro sector, que se traduce en una falta de películas realizadas, escritas o producidas por mujeres", al tiempo que señala el "bajo número de candidatas en los principales premios cinematográficos del país".

Yagüe observa que, pese a ser una problema "evidente y notorio", no se aborda de forma concreta, y destaca sus "nefastas consecuencias a todos los niveles sociales". CIMA nace en 2006 con la voluntad de "equilibrar la presencia y participación de mujeres en puestos profesionales", y por otro lado, "plantear una reflexión rigurosa y contribuir a la mejora del contenido de propuestas audiovisuales con el objeto de reducir la perpetuación de estereotipos sexistas". 

En octubre de este mismo año se publicó el libro Construyendo una mirada propia: mujeres directoras en el cine español (Síntesis, 2015). La obra, coordinada por el profesor e investigador Francisco A. Zurian, es el resultado de la iniciativa impulsada por el grupo de investigación Género, Estética y Cultura Audiovisual (GECA) vinculado a la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y dirigido por el mismo Zurian. En él, diversas autoras repasan la trayectoria de cineastas españolas hasta el año 2000 y analizan el contenido de sus obras desde una perspectiva de género.

Francisco A. Zurian explica, en conversación con este diario, que en "los libros de historia del cine español no hay prácticamente ninguna referencia a mujeres". Ellas, continúa, "han estado desde el principio en el cine, y sin embargo su obra es relegada al llamado cine de mujeres, como algo secundario". El investigador añade que la intención de la obra es "rescatar la memoria de sus aportaciones".

Preguerra y franquismo: la invisibilidad de las pioneras

La incorporación de las mujeres al cine fue tardía y escasa, y principalmente su papel quedó supeditado a la interpretación, la moda o el maquillaje. Helena Cortesina (Valencia, 1904-Buenos Aires, 1985) comienza su andadura como intérprete hasta que enseguida crea su propia productora, Cortesina Films, aunque la mayor parte de su vida la pasaría frente a las cámaras. También creó su propia productora la catalana Rosario Pi (Barcelona 1899-Madrid 1967), que debutó durante el complejo tránsito del cine mudo al sonoro con obras como Doce hombres y una mujer, El gato montés o Molinos de viento.

Tras el final de la Guerra Civil, la primera realizadora se suma a las mujeres que compaginaban esta labor con la interpretación. Ana Mariscal (Madrid 1921-1995) fundó junto a su marido la productora Bosco Film, donde iniciaría su carrera como realizadora dirigiendo diez películas durante el franquismo, entre las que se encuentran títulos como Feria de Sevilla, El paseíllo o El camino. Su carrera, generalmente vinculada a la dictadura, comienza su declive en los años 60 y termina definitivamente en 1992.

Margarita Alexandre

(León 1923) dio en 1953 el salto de la interpretación a la realización codirigiendo durante más de una década películas con el crítico Rafael Torrecilla, con quien fundó la productora Nervión Film, que produjo dos títulos suyos: La gata y La ciudad perdida. Su paso por Cuba y posteriormente por Italia deja algunos de sus trabajos más importantes como guionista, con títulos como la adaptación Operación Ogro. Cómo y por qué ejecutamos a Carrero Blanco.

Los claroscuros de la Transición 

Josefina Molina

(Córdoba 1936) es la primera mujer que consigue en el año 1969 el título de Dirección en la Escuela Oficial de Cinematografía. Cuatro años después dirige su primer largometraje, Vera, un cuento cruel, por el que recibe el premio a la mejor dirección en el Festival de Praga, y en el que aporta una mirada crítica sobre la imagen de la mujer durante el franquismo. En 1981 dirige la que sería su obra cumbre, Función de noche, a la que sigue Lo más natural, una cinta que trata de naturalizar el amor entre una mujer madura y un hombre joven en una época en la que la mentalidad masculina "vive como una constante en su imaginario sexual las relaciones con mujeres mucho más jóvenes, pero que, por el contrario, denosta a las mujeres que se atreven a algo parecido".

En 2012 gana el Goya de honor, en representación de "otras mujeres, de mi generación y generaciones anteriores, que se han dedicado a este oficio del cine en sus distintas facetas cuando no era fácil".

Pilar Miró

(Madrid, 1940-1997) deja tras de sí una estela de proyectos en los que materializa, de forma reconocible, sus inquietudes y parte de su biografía, mediante la asunción de tratamientos o temas polémicos en los que prevalece la transgresión. La cineasta ha dirigido películas como La petición, El crimen de Cuenca, Hablamos esta noche o Werther. En 1981 estrena Gary Cooper, que estás en los cielos, una de sus obras más autobiográficas, que versa sobre la soledad y el éxito profesional frente al fracaso personal, y en 1996 lleva a la gran pantalla la novela escrita por Juaquín Leguina Tu nombre envenena mis sueños.

Cecilia Bartolomé (Alicante, 1943) ha sido una de las grandes víctimas de la censura, castigo por "su radical subversión de los códigos normativos de la época". Su primera película, Margarita y el lobo, estrenada en 1969, fue prohibida oficialmente por las autoridades. ¡Vámonos, Bárbara! brilla como una de las obras primigenias en lo que se refiere al cine feminista, e "inaugura un discurso innovador tanto al nivel de los dispositivos del género y del cuerpo, como al nivel de su estructura narrativa", al cuestionar imposiciones tradicionales como la maternidad.

Camino pedregoso hacia una nueva era

El cine de Iciar Bollaín (Madrid, 1967) se caracteriza por plasmar las fracturas existentes entre las realidades aimétricas de hombres y mujeres, de ricos y pobres; en definitiva, las brechas entre universos dispares. En Te doy mis ojos, la cineasta plantea el tema de la violencia de género como una cuestión que va más allá de lo puramente íntimo: "La dimensión política de las relaciones personales cobra fuerza" en esta película. Con También la lluvia evidencia las desigualdades entre el pueblo indígena de Cochabamba y los articuladores del proceso colonialista en América Latina, en el episodio conocido como "guerra del agua".

La autora lleva a sus espaldas una extensa trayectoria que pasa por títulos como Hola, ¿estás sola? hasta Flores de otro mundo, Mataharis o Katmandú, un espejo en el cielo.

La barcelonesa Isabel Coixet (1962) es una de las figuras más prestigiosas en el ámbito nacional e internacional. Su primer gran éxito, Cosas que nunca te dije, representa lo que será la tónica habitual en gran parte de sus títulos posteriores: las dificultades comunicativas, la soledad, el dolor, la pérdida y el amor. En 2003 estrena otro de sus trabajos más reconocidos: Mi vida sin mí, cinta que obtuvo dos premios Goya y varios galardones internacionales, el melodrama por excelencia de su filmografía.

La cineasta continúa enfrascada en proyectos que van construyendo su trayectoria hasta el momento, donde deja obras como La vida secreta de las palabras, triunfadora en los Goya de 2006, Mapa de los sonidos de Tokio, o Ayer no termina nunca.

Gracia Querejeta (Madrid, 1962) se presenta en la actualidad como una de las directoras más destacadas y reconocidas del cine español. Su primera película, Una estación de paso, gana en 1992 el premio especial jurado en la Semana de cine de Valladolid. Este precedente abre camino a los muchos éxitos que cosecharía a partir de entonces. Películas como 15 años y un díaSiete mesas de billar francés, Héctor o Cuando vuelvas a mi lado, plantean cuestiones como el poder del pasado, los recuerdos y la necesidad de retornar a los orígenes para resolver los conflictos presentes en las relaciones personales.

Azucena Rodríguez (Madrid, 1955), Rosa Vergés (Barcelona, 1955), Chus Gutiérrez (Granada, 1962), Ana Díez (Navarra, 1967) o Helena Taberna (Navarra) responden a toda una generación de mujeres que han engrosado el listado de grandes directoras de cine patrio. Sus obras aportan una mirada lúcida al mundo del cine, una mirada a menudo apartada por chocar con el pensamiento dominante.

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Estas cineastas preceden a los nombres que abren ahora un nuevo camino esperanzador, que sin embargo aún guarda remanentes de un pasado pedregoso."Todavía tenemos que hacer mucho ruido", denuncia Manuela Burló Moreno (Cómo sobrevivir a una despedida) en conversación con infoLibre, "y aunque cada vez hay más mujeres directoras, es necesario visibilizarlas".

Coincide con ella Paula Ortiz (La novia), quien asegura que "el futuro es esperanzador, porque ha habido toda una generación de mujeres luchando porque hoy podamos estar aquí", aunque "el mercado laboral es muy salvaje y aún existe una sobreexigencia hacia las mujeres".

"Las profesionales de nuestro sector no cuentan con el aval que los hombres tienen simplemente por el hecho de serlo", afirma la presidenta de CIMA. "Es un hecho oculto, difícil de admitir desde planteamientos progresistas pero lamentablemente real".  Yagüe señala que "debemos terminar con ese complejo atávico que dice que no se pueden aplicar medidas correctivas respecto al tema de género y con el concepto falaz de que la igualdad ya existe y por tanto no hay que hacer nada". "Al contrario, queda mucho por hacer", remata.

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