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Icíar Bollaín: “Los emigrantes españoles no tienen conciencia colectiva”

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La emigración juvenil es un fenómeno tan reciente que la directora Icíar Bollaín ha preferido abordar el tema en clave de documental y no de película de ficción. Centrada en Edimburgo, donde reside la cineasta, En tierra extraña se convierte en un lúcido panorama de una generación que se considera “más frustrada y estafada que perdida”. “Son jóvenes que se hallan en un limbo provisional sin perspectivas de mejora en el futuro”, afirma Icíar Bollaín.

En apenas un lustro, cientos de miles de españoles (entre 250.000 y 700.000, según distintas estimaciones) hicieron las maletas para buscar trabajo en el extranjero, bien en otros países de la Unión Europea o bien en América Latina. La mayoría de estos nuevos emigrantes son jóvenes menores de 35 años y con estudios universitarios. El fenómeno ha tenido una velocidad tan vertiginosa que el cine español todavía no ha afrontado un éxodo solamente comparable al de los pasados años sesenta y setenta. Hasta que ha llegado Icíar Bollaín (Madrid, 1967) con En tierra extraña, que se estrena en salas de Madrid, Barcelona y Valencia durante estos días y que podrá verse en plataformas como Filmin y Yomvi. La directora y guionista ha recurrido al documental, porque “es un tema tan reciente que pedía un lenguaje y un análisis muy directo”. “Una película de ficción”, explica la guionista y directora, “hubiera exigido una historia mucho más elaborada”.

A partir de Edimburgo, donde ahora viven unos 20.000 españoles en una ciudad de medio millón de habitantes, Bollaín dibuja un retrato aplicable a tantas y tantas ciudades europeas o americanas donde ha llegado una multitud de jóvenes españoles que no encuentra un trabajo en su propio país. Pero se trata de un goteo individual donde los afectados por la terrible crisis que vive España no se muestran capaces todavía de organizarse para defender sus derechos. “Los jóvenes emigrantes españoles”, sostiene la cineasta, “no tienen una conciencia colectiva. Surgen iniciativas de movilización, pero todavía son minoritarias. De hecho, en la protesta de Edimburgo ante el consulado español, que sirve de hilo conductor del documental, participaron poco más de un centenar de emigrantes de los 20.000 que viven en la capital escocesa”. En una charla durante uno de los pases en Madrid de su documental, Icíar Bollaín atribuye esta actitud a la vergüenza, a no sentirse víctimas o, sencillamente, a no tener conciencia de ser emigrantes.

La expresión de “limbo provisional” aparece, una y otra vez, en los testimonios de muchos de los emigrantes que desfilan por el documental. Es decir, muchos titulados universitarios que sobreviven en Edimburgo como camareros, friegaplatos, limpiadores, cuidadores de niños, conductores de autobús, repartidores y un larguísimo etcétera de trabajos precarios y temporales. Pero, en cualquier caso, mejores que en sus ciudades españolas de origen. La experiencia de Gloria, una profesora almeriense de 32 años que trabaja como dependienta, le sirve a Bollaín para ir mostrando a jóvenes que recogen guantes sin su par, abandonados en las lluviosas calles de Edimburgo, como un símbolo de nostalgia y rebeldía frente a España.

Intercalando imágenes de un monólogo del actor Alberto San Juan (Autorretrato de un joven capitalista español) que se representa en el teatro del Barrio, de Madrid, y con algunas secuencias históricas de la emigración a Europa durante el franquismo, Icíar Bollaín va describiendo esa frustración,Autorretrato de un joven capitalista español ese desengaño de toda una generación. “Se sienten estafados”, cuenta la realizadora, “porque ellos han cumplido su parte, digamos, del contrato. Es decir, han estudiado y se han formado y ahora su país los castiga con el paro y con la emigración. Por eso se manifiestan tan agradecidos con la acogida en Edimburgo porque allí les han ofrecido curro. Aunque sea precario”.

En las entrevistas del documental, los emigrantes se lamentan de ese vivir el día a día sin esperanzas de mejorar a medio plazo, sin la posibilidad de plantearse tener hijos o de disponer de una vivienda en España. La cámara de Bollaín retrata a estos jóvenes sin concesiones, pero también sin excesivos sentimentalismos en una película que apela más a la cabeza que al corazón, que increpa a un sistema político y económico español que ha expulsado a cientos de miles de jóvenes. “Maldita la tierra que no da de comer a sus hijos”, brama desde el skype el abuelo de Gloria, la profesora almeriense que vertebra el documental.

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“Está claro”, cuenta la cineasta, “que la salida de jóvenes al extranjero alivia la tensión social en España porque aquí integrarían las colas del paro o estarían protestando en las calles. Para el sistema representa una válvula de escape que se vayan fuera”. Por ello, Bollaín cuenta que ha moderado coloquios en los pases de En tierra extraña, donde ha aflorado la tensión en los coloquios. “Para los familiares y amigos de los que se han marchado”, señala, “el documental resulta muy duro de ver”.

Pocas mujeres del cine español cuentan con una carrera tan variada e intensa como Icíar Bollaín. Actriz, guionista y directora, debutó en la pantalla con 15 años como intérprete de El Sur, una película de culto de Víctor Erice, y desde entonces no ha parado. Representante de un cine social y comprometido, Bollaín ha firmado películas tan importantes en los últimos años como Flores de otro mundo, Te doy mis ojos o Y también la lluvia. Ahora prepara El olivo, una metáfora de la lamentable España de nuestros días, con guión de su pareja, Paul Laverty. La cineasta confiesa en la entrevista que observa poco auge del cine social en nuestro país, a pesar de una realidad tan explosiva. “Quizá los documentales y los cortos reflejan más la situación actual que los largometrajes. Hay que considerar que el cine intermedio, -ni grandes superproducciones ni pelis minoritarias-, que hemos filmado gente como Fernando León, Gracia Querejeta, Patricia Ferreira, Benito Zambrano o yo misma necesita de apoyo público. En el punto en que estamos de crisis de la industria del cine, de un IVA intolerable y de abandono por parte del sector público y de las televisiones, la clase media del cine se halla en vías de desaparecer”.

Bollaín pone como ejemplo a Francia en la defensa de su industria cultural y del cine como una seña de identidad de un país. “Baste decir”, aclara, “que en Francia sacaban siempre una copia de cada película para pasarla a las universidades y fomentar la afición al cine”. Ahora Internet permite más posibilidades de visionar cine y el documental En tierra extraña supone una buena prueba de ello porque, además de verse en salas en unos pocos pases, será accesible en las plataformas Filmin y Yomvi. No obstante, Icíar Bollaín se pregunta lo mismo que la inmensa mayoría de creadores culturales. “¿Y el retorno económico? ¿Cómo se consigue el retorno económico de la inversión? Porque puedes permitirte rodar este documental si vives de otros trabajos. Y, por supuesto si tienes financiación, como en este caso de TVE y Canal+. De lo contrario, resulta imposible”.

La emigración juvenil es un fenómeno tan reciente que la directora Icíar Bollaín ha preferido abordar el tema en clave de documental y no de película de ficción. Centrada en Edimburgo, donde reside la cineasta, En tierra extraña se convierte en un lúcido panorama de una generación que se considera “más frustrada y estafada que perdida”. “Son jóvenes que se hallan en un limbo provisional sin perspectivas de mejora en el futuro”, afirma Icíar Bollaín.

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