Este texto empezó a escribirse hace unas semanas, sin más pretexto que la lectura de un artículo titulado "¿Sabe de verdad lo que significa orwelliano?". Yo creía saberlo, y anda que no lo he usado, pero busqué en el Diccionario de la Real Academia (DRAE) para cerciorarme. No lo encontré. "Puedo decir que vivimos en tiempos orwellianos –decía el texto inspirador–, Estados Unidos está librando guerras orwellianas, que la televisión es orwelliana, que la policía es orwelliana, que Amazon es orwelliano, que los editores también son orwellianos, que Amazon retiró copias de 1984, que era orwelliano (aunque a Orwell no le gustaría), que Vladimir Putin, George W. Bush, David Cameron, Ed Milliband, Kim Jong-un y todos sus parientes son orwellianos, que el programa de televisión Gran hermano es a la vez orwelliano y no como orwelliano, como dice ser..."
La lista seguía porque, de hecho, todo es orwelliano. Incluso si esa definición es tema de controversia: en el artículo al que hago referencia se sostiene que millones de personas se sirven del adjetivo en cuestión creyendo que conocen lo que significa, aunque a veces lo usan con significados radicalmente distintos.
En 2008, el crítico taurino de ABC, Zabala de la Serna, escribió en su blog un post en el que titulaba encomendándose a Jane Austen ("Política y sensibilidad"), y lanzaba una pregunta al aire: "¿Cómo sería el panorama actual de los toros si no se viera constantemente alterado por las licitaciones alcistas y los pliegos inflacionistas? Habría que hacer un ejercicio orwelliano ". Creo que lo que viene a continuación no explica la elección del calificativo, a no ser que se le considere equivalente a "política-ficción", pero ahí lo tienen.
El más popular
Orwelliano es, según el New York Times, el adjetivo derivado del nombre de un escritor moderno más ampliamente utilizado. Una consagración, sin duda. Y una condena póstuma porque ese término tan difundido trae a la mente regímenes sórdidos basados en la vigilancia y el control del pensamiento, y las distorsiones de la lengua que los hacen posibles, no la obra y la lucha de Georges Orwell. Más justo habría sido crear la palabra milnovecientosochentaycuatroyesco pero, claro, quién se anima.
Desde luego, no es Orwell el único escritor, pensador, sometido a ese acto de jibarización, son legión los escritores cuyas formas creativas nos legaron un nuevo adjetivo: sádico, maquiavélico, rabelesiano, cartesiano... Palabras de las que los hablantes nos servimos como muletas con las que compensar la falta de vocabulario, y a las que los periodistas perezosos recurren cuando se quedan sin palabras.
En realidad, el DRAE está sembrado de calificativos que tienen su origen en el nombre de un escritor. Los hay a decenas. Pero muchos: "homérico" y "horaciano", o "valleinclanesco" y "machadiano", siguen siendo definidos como "perteneciente o relativo a", "característico de" cada uno de los autores: Homero y Horacio, Valle Inclán y Machado (ojo: Antonio Machado, no Manuel), aún no se han ganado una tercera acepción que los convierta en adjetivos de uso común.
Una tarea que corresponde a los usuarios del idioma. Como recuerda Irene Cuervo, "dantesco" "dantesco"estaba en el desde 1884, pero hasta 1970 no se incluyó la acepción que, independientemente del poeta florentino, remite a algo 'que inspira terror'". Desde mucho antes, las escenas dantescas se producen un día sí, y otro también.
Y siguen sucediéndose. Un botón. En 2010, El País recogió las reacciones de los diarios deportivos franceses tras el fracaso de su selección en el Mundial de Suráfrica. "L'Equipe destaca el bochornoso espectáculo de Francia, no sólo en el partido de esta tarde (...) sino por el dantesco espectáculo ofrecido en los últimos días al negarse los jugadores a entrenar el domingo en protesta por la expulsión de Anelka."
Es sin duda una exageración como las muchas que gustan los amantes del balompié... aunque, vale, lo sucedido causaba espanto, si por espanto entendemos no tanto terror como asombro y consternación. Al menos, a los futboleros y a los patriotas.
A cuenta de Shakespeare, Don Quijote, Kafka...
Tras la victoria del PSOE en las elecciones de 2004, The Economist lanzó un numero sobre España en el que decía que el final de la presidencia de José María Aznar fue 'shakesperiano', porque la guerra de Iraq había empañado sus logros económicos, mientras que el inicio de José Luis Rodríguez Zapatero es 'quijotesco' , porque carece de programa".
El diccionario de la RAE no define "shakesperiano", pero es palmario que para la revista británica, eclipsar su buen hacer con el "intento de manipulación" de la opinión pública tras los atentados del 11 de marzo, con la "rigidez y la arrogancia" que mostró ante la Constitución Europea y con la falta de "tolerancia" con la mayoría de los nacionalismos españoles es digno de un drama. Puro Shakespeare.
La RAE sí se ocupa de "quijotesco": hombre que antepone sus ideales a su conveniencia y obra desinteresada y comprometidamente en defensa de causas que considera justas, sin conseguirlo.
Su uso, en el caso de The Economist, tiene esta explicación: "los socialistas llegaron al poder tan sorprendidos de estar allí como todos los demás (por mucho que el señor Zapatero alegue lo contrario)... y con una total falta de preparación". Eso es lo que el periodista considera "quijotesco": no estar bien pertrechado para afrontar la realidad, luchar cargado de ideales poco prácticos.
Aprovechemos para felicitarnos por la suerte que tiene Cervantes. Creó dos personajes que definen sendos tipos y actitudes ("sanchopancesco" quiere decir falto de idealidad, acomodaticio y socarrón), lo cual ha impedido que su apellido acabe convertido en un calificativo para todo.
Un destino que sí ha corrido Franz Kafka, capitidisminuido a la condición de epítome de todo lo absurdo y angustioso.
Una muestra. El pasado mes de marzo, la portavoz de UPyD en Castilla-La Mancha andaba metida en una situación que ella misma no se explicaba. Pero que explicaba: "Esto es kafkiano. A veces te dan ganas de tirar la toalla". Visto lo que ocurría, la utilización del adjetivo se me antoja justificada, pero admitamos que, como en el caso de Orwell y orwelliano, el adjetivo no hace justicia a los méritos del escritor.
No sólo de escritores vive el acuñador de clichés
Podríamos cambiar la perspectiva de este divertimento, pues eso y no otra cosa es este artículo, y preguntarnos si quienes emplean con tanto júbilo "kafkiano", "dantesco" y todos los demás adjetivos que hoy nos ocupan habrán leído las obras de las que proceden. Pero dejémoslo para otro día.
Señalemos, no obstante, que (signo de nuestros tiempos) lentamente se incorporan a ese almacén de calificativos algunos procedentes del cine.
"Cada vez oímos con mayor frecuencia describir a un personaje o una situación de la vida real como fellinianos, buñuelescos o berlanguianos", dijo José Luis Borau en su discurso de ingreso en la Real Academia Española.
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"Otro tanto puede decirse de ciertos intérpretes que rebasaron los límites de la popularidad. Véase el landismo, aplicado a ciertas comedias del período desarrollista donde el actor navarro, en calzoncillos por lo general, era figura poco menos que imprescindible, y el ya citado cantinfleo o cantinflesco. El primero de la serie fue, sin duda, Charles Chaplin, con la particularidad de que, en su caso, tanto contó el autor como el personaje, aunque no diese lo mismo hablar de un incidente chaplinesco que calificar de charlotada una corrida de toros o recurrir al diminutivo charlotín para herir alguna que otra susceptibilidad; sin olvidarnos de aquel ¡Esto es el fin, Chaplín! como a veces se daba cualquier asunto por concluido, con un punto de melancolía."
De los por Borau citados, el único que a esta hora encuentra acomodo en el diccionario de la lengua es "cantinflesco", que remite a "acantinflado": en Bolivia, Chile, México y Venezuela, que habla a la manera peculiar del actor mexicano Cantinflas. Pero todo llegará...
Y no escribo más, aunque los ejemplos son infinitos y mi deseo no era otro que compartir una reflexión sobre el lenguaje. Apenas una curiosidad: si googleamos cinco adjetivos salidos en este texto, nos daremos cuenta de que en español el más frecuente es "dantesco" (537.000 resultados), seguido de maquiavélico (445.000). Es una manera de volver al principio: ¿acaso hay algo más orwelliano que Google?
Este texto empezó a escribirse hace unas semanas, sin más pretexto que la lectura de un artículo titulado "¿Sabe de verdad lo que significa orwelliano?". Yo creía saberlo, y anda que no lo he usado, pero busqué en el Diccionario de la Real Academia (DRAE) para cerciorarme. No lo encontré. "Puedo decir que vivimos en tiempos orwellianos –decía el texto inspirador–, Estados Unidos está librando guerras orwellianas, que la televisión es orwelliana, que la policía es orwelliana, que Amazon es orwelliano, que los editores también son orwellianos, que Amazon retiró copias de 1984, que era orwelliano (aunque a Orwell no le gustaría), que Vladimir Putin, George W. Bush, David Cameron, Ed Milliband, Kim Jong-un y todos sus parientes son orwellianos, que el programa de televisión Gran hermano es a la vez orwelliano y no como orwelliano, como dice ser..."