Historia
Jorge M. Reverte: "Franco quiso una guerra corta, pero el Ejército republicano resistió"
Jorge Martínez Reverte (Madrid, 1948) ha dedicado muchos años al estudio de los aspectos militares de la guerra civil española y es autor de obras de referencia como La batalla de Madrid o La batalla del Ebro, ambas en la editorial Crítica. Con la pluma ágil y amena de un periodista y el rigor académico de un historiador ha convertido sus libros en unas obras alabadas por los críticos y seguidas por muchos lectores. Esa combinación, tan habitual en autores anglosajones como Antony Beevor o Paul Preston, no abunda en España donde muchos ensayos sobre la contienda o bien caen en un aburrido elitismo o bien pecan de excesiva superficialidad. Reverte acaba de publicar, en colaboración con Mario Martínez Zauner, una obra de síntesis sobre la historia militar del conflicto. De Madrid al Ebro. Las grandes batallas de la guerra civil española (Galaxia Gutenberg) recorre en orden cronológico los principales escenarios de la contienda, desde la lucha inicial por la capital hasta la caída de Cataluña pasando por el Jarama, Guadalajara, el frente Norte, Aragón, Levante y el Ebro. Cada capítulo se lee como si fuera un reportaje periodístico y el libro está salpicado de mapas militares como imprescindible guía para entender los movimientos de las tropas.
“Queríamos hacer”, señala el autor, “una síntesis comprensible de la guerra desde el punto de vista militar, aunque evidentemente ello requiriera incluir aspectos de la política y las estrategias en cada uno de los bandos. Creemos que lo hemos conseguido con imparcialidad, a pesar del enorme peso de la ideología que ha abundado tanto en la historiografía de años pasados”. En esta ocasión, al concentrarse en las facetas militares, el periodista e historiador ha dejado de lado los aspectos de la vida cotidiana de la población civil que salpicaban los relatos en sus obras anteriores. Este nuevo libro intenta desmontar un lugar común bastante extendido en el sentido de que el general Francisco Franco apostó por un conflicto largo para poder eliminar a sus enemigos en la zona republicana según iban avanzando los sublevados.
Algunas interpretaciones han apuntado que su renuncia a conquistar Madrid, al principio de la guerra tras semanas de combates; su obsesión por mantener el Alcázar de Toledo; o su empeño por recuperar Teruel, indicarían que los franquistas deseaban que se alargara el conflicto. “Franco revela en muchos documentos de su Estado Mayor”, comentan los autores del libro, “su interés de tomar Madrid cuanto antes para acabar la guerra. Por otra parte, algunas de las decisiones que tomó como jefe militar, por ejemplo en Toledo, obedecieron a su necesidad de asegurarse el liderazgo en su bando y a la estrategia de mantener alta la moral de las tropas franquistas y no permitir que la moral del enemigo se viniera arriba. En cuanto a la represión, tenía todo el tiempo del mundo para represaliar a sus enemigos una vez lograda la victoria”.
Como hilo conductor de este amplio ensayo histórico figura la importancia de que la República lograra poner en pie un potente Ejército Popular, a pesar de que la mayoría de la oficialidad se había pasado al bando de los rebeldes. “Juan Negrín, presidente del Consejo de Ministros; y el general Vicente Rojo lograron formar ese Ejército Popular que hizo que la guerra fuese larga. Podría decirse que Franco quiso una guerra corta, pero el Ejército republicano resistió”, argumentan los autores. En apasionantes relatos de historia militar, el libro constata que Franco y Rojo fueron los grandes estrategas que se enfrentaron en la contienda.
Aunque destacan otros protagonistas como el jefe de milicias Manuel Tagüeña o los militares franquistas Carlos Solchaga y Francisco Moreno, el pulso entre Franco y Rojo, que se admiraban y se odiaban mutuamente tuvo un peso determinante. “Rojo siempre buscó”, afirman los autores, “llevar a cabo acciones decisivas como en Brunete o el Ebro mientras Franco aplicó en general una estrategia más conservadora”.
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No cabe duda de que la ayuda prestada por las potencias extranjeras (Alemania, Italia y la URSS) a los dos bandos influyó en la prolongación de la contienda durante casi tres años (desde julio de 1936 a abril de 1939) por la enorme cantidad de armas y medios modernos que entraron en liza. Esta circunstancia explica también que el conflicto español sirviera como un antecedente de la Segunda Guerra Mundial que estalló en septiembre de 1939 con la ocupación nazi de Polonia. Al responder a la fundamental incógnita de si la política de no intervención de Francia e Inglaterra perjudicó de modo decisivo a las expectativas de triunfo de la República, Reverte y Martínez Zauner se muestran prudentes. Sin embargo, sostienen que “resultó un grave problema para los republicanos, que vieron imposibilitado acudir al mercado de armas, mientras los franquistas tuvieron un acceso fácil y grande a los almacenes alemanes e italianos”.
La distancia del tiempo transcurrido y la abundante bibliografía existente obligan a admitir una conclusión inapelable y lógica que Jorge Martínez Reverte destaca en su prólogo. “Entender la guerra civil española sólo es posible si se parte de un hecho: que ninguno de sus protagonistas sabía con anterioridad que estaba embarcándose en un conflicto de tanta envergadura para el que no tenían los medios humanos ni financieros necesarios, ni los conocimientos técnicos imprescindibles”.