Kirmen Uribe (Ondarroa, Bizkaia, 1970) es un tipo risueño que habla de su trabajo con gran entusiasmo. Es, también, un escritor "menos de patria chica y más global", como dijo en una entrevista en 2009, cuando apenas se estaba iniciando en la literatura. En las 100 primeras páginas de su última y tercera novela, La hora de despertarnos juntos (Seix Barral), escribe sobre Sabino Arana y Eleanor Roosevelt, el Athletic de Bilbao y las ambiciones de Hermann Göring tras el bombardeo de Gernika. Y en el resto, traza un mapa de la resistencia antifranquista de los vascos desde Ondarroa a París, pasando por Caracas y Nueva York.
Cuando le preguntan por los protagonistas de sus libros, el también poeta y periodista no ahorra en comentarios de cariño. Se debe, en buena medida, a su afición por novelar su realidad y la de sus conocidos. En su primera obra, Bilbao-Nueva York-Bilbao(Seix Barral), con la que ganó el Premio Nacional de Literatura en 2009, escribió sobre tres generaciones de una familia vinculada al mar, basándose en la suya propia. En la segunda, Lo que mueve el mundo (Seix Barral), contó la vida de una niña vasca, Carmen, que partió al exilio en los primeros meses de la Guerra Civil y fue acogida por un escritor belga, Robert Mussche. Ahora, acaba de publicar su tercera obra, La hora de despertarnos juntos (también con el sello Seix Barral), una macronovela de la resistencia antifranquista vasca desde el final de la contienda hasta la aparición de ETA, a través de la historia de una familia marcada por el exilio. Aparece, por cierto, simultáneamente en euskera (la versión original, con la editorial Susa), castellano, catalán (Edicions 62) y gallego (Xerais).
La protagonista, Karmele Urresti, tiene que dejar su Ondarroa natal y partir hacia Francia cuando los franquistas comienzan su ofensiva en el frente norte. Allí conoce a su marido, el músico de orquesta Txomin Letamendi, junto al que huye de nuevo a Venezuela tras la invasión nazi del país galo. Esta sucinta sinopsis es lo que Kirmen Uribe había escuchado siempre en casa, pues la hija de Karmele y Txomin, Ikerne, comparte amistad con su madre desde la infancia. Uribe siempre tuvo en mente contar, literariamente, esta historia, pero no fue hasta 2010 que decidió ponerse a ello. Entonces descubrió una trayectoria apasionante, que vinculaba a los protagonistas con los servicios secretos estadounidenses, el gobierno vasco en el exilio y un antifranquismo muy activo que se había ido desvaneciendo con el paso del tiempo.
En las primeras páginas del libro, Uribe resume en unas frases la filosofía de La hora de despertarnos juntos, que bien podría ser la de todo su proyecto literario: “[Karmele y Txomin] formaban parte también de mi propia historia y subyacían en el origen de lo que yo soy, la semilla de mi identidad […]. [Se trata] de la vida de una familia, sí, pero también, ¿por qué no?, la historia de todo un pueblo”.
PREGUNTA: Se refiere al libro como una novela, ¿pero se trata de una novela, una biografía o una biografía novelada?
RESPUESTA: Es una novela, pero tiene todo aquello que contaba Milan Kundera en los Testamentos traicionados, donde decía que las novelas debían contener narración, pensamiento, reportaje, autobiografía y sueño. Y tiene un poco de todo esto. Es también una obra muy al hilo de lo que se está haciendo ahora mismo: una historia que busca la veracidad, basada en hechos y personas de carne y hueso, y que cuenta una historia real. Se trata de un movimiento que se está dando en todo el mundo. En Estados Unidos encontramos a Siri Hustvedt -que es conocida como la mujer de Paul Auster, pero creo que es mejor escritora que él- o Don Delillo en su momento; y en Francia, a Emmanuel Carrère. La gente de mi generación, los escritores de 40 años, estamos haciendo mucho, a nivel mundial, esto que se llama docuficción, una ficción muy cercana a la realidad pero cuyos elementos para construir los relatos son, de partida, novelescos.
P: Es también algo parecido a lo ha hecho Elvira Navarro en Los últimos días de Adelaida García Morales.
R: Sí, más o menos. En mi novela Bilbao-Nueva York-Bilbao hice algo parecido, ya que introducía mucho elemento de ficción, pero como era mi familia... Sin embargo, en este caso, al ser otra, y a pesar de que les conocía desde que era niño, he tratado de ser muy respetuoso y veraz, muy escrupuloso con la verdad. De manera que la invención va en las escenas que yo me imagino, en los diálogos y, sobre todo, en la manera de estructurar el propio relato, entendido como novela, no como biografía o libro de historia.
P: ¿Qué le han dicho los familiares de Karmele y Txomin?
R: ¡Están encantados! El hijo, Txomin, me dijo: “Gracias por no cambiar los nombres”. Tenía la posibilidad de que la novela fuera mucho más ficcional, de cambiar nombres, escenarios o modificar la historia para elevarla donde yo quería, pero no quise hacerlo.
P: El relato que reconstruye está basado en la memoria de quienes conocieron a los protagonistas, ¿no le importaba que a veces los recuerdos fuesen, aun de manera inconsciente, selectivos?
R: No me importaba, pero también buscaba contrastarlos. Estuve con con los hijos de Karmele y Txomin uno a uno y también en grupo. También investigué en muchísimos documentos que conservaban o he ido recuperando de los archivos, visitando el Archivo Nacional Vasco, el catalán y también los de la CIA. Eso ha ayudado a la novela, que tiene una base documental muy grande que no entorpece la lectura, pero que le da como, digamos, fundamento. Tener esos datos resultaba fundamental para mí y para que la gente realmente se creyera la historia. Es una época que yo desconocía, aunque supiera la historia de oídas: una enfermera que fue madre soltera, que se enamoró de un músico que también estaba en el exilio, perdieron todo y, cuando los nazis toman Francia, tienen que huir a Venezuela. Lo que no sabía era que Txomin Letamendi, el músico, estaba metido en los servicios secretos.
A raíz de todo el proceso de documentación que he realizado en estos cuatro años, he descubierto una historia increíble que, casi, casi, lo explica todo. Al final, se trata de la historia de la resistencia antifranquista desde los primeros años. Las décadas de los cuarenta y cincuenta son muy oscuras, con muchísima represión, pero también muy activos en el sentido de que realmente existió una resistencia muy grande. Lo más bonito de la novela es descubrir cómo esta resistencia trata de derrotar al franquismo desde dentro y creo que el lector va a pensar que Franco, al final, caerá.
P: ¿Por qué decidió plantear la novela de manera coral?
R: En los años en los que tienen lugar la resistencia, participó mucha gente y, además, una novela coral retrata mucho mejor un proceso o un momento histórico determinado. Para mí, resultaba fundamental que apareciesen muchos personajes, aunque sólo lo hicieran una vez, para que el lector vaya dándose cuenta de todo el movimiento que había. Creo que aparecen cientos de personajes en la novela y no sólo de aquí, sino franceses, ingleses, estadounidenses... Asimismo, creo que nosotros, la sociedad, o cualquier movimiento, somos cada vez más corales.
P: En una entrevista en 2010 dijo que un escritor debe buscar su propia mirada por encima de cualquier ejercicio de estilo. ¿Ha cambiado la suya desde entonces? entrevista
R: Ha cambiado en el sentido en el que yo mismo, como autor, me ido retirando. Antes era más autoficcional, pero ahora mismo aparezco ya sólo como narrador, aunque también incluya mis opiniones o pensamientos. Ahora trato de ser muy certero en mi prosa. No obstante, lo que creo que aparece siempre como una constante en mis novelas es el juego entre el límite de realidad y ficción. Me interesa mucho contar historias muy ligadas a lo real e historias de personas anónimas. Eso me interesa muchísimo. Pude haber escrito esta novela fijándome en el lehendakari [José Antonio] Aguirre o en políticos y personajes históricos de primera fila, pero no quise hacerlo. Prefería el personaje de Karmele, una mujer totalmente atípica para la época, valiente, comprometida, que con veintipocos años ya era indepediente, tenía un trabajo, era madre soltera, la primera enfermera del hospital de Basurto que no era monja, vive el exilio con su marido, tiene que volver para meterse en los servicios secretos... Y luego sufre un segundo exilio, que ya no es político sólo, sino también económico, a Venezuela sin sus hijos. En lugar de contar la vida de un político conocido, prefería abordar, sobre todo, la de una mujer. Es la vida de una familia, pero Karmele es el centro de todo.
P: Al principio del libro se plantea que la historia de una familia puede contar la de un pueblo. ¿Cómo hace para que el relato vaya más allá de lo anecdótico?
R: Creo que la clave es contar historias que el lector reconozca como suyas. Esto me ha pasado muchas veces, también con esta novela. Quienes la han leído ven reflejada su vida o recuerdan cosas paralelas a lo que se cuenta en ella: la vida de su padre, su madre o la suya propia. Mucha gente se identifica con el relato y, aunque no sean ellos los protagonistas, les da para hablar, recordar y revivir esos momentos.
P: Escribe sus novelas en euskera, pero ¿se ha planteado traducirse a sí mismo?
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R: Sí, pero creo que esto debería entenderse de una manera más natural. Yo me puedo traducir a mí mismo, pero prefiero confiar en un profesional, aunque, en esta traducción en concreto he trabajado junto a J. M. Isasi. De todas formas, acabo muy agotado como para volver sobre la novela y me gusta confiar en profesionales, trabajando con ellos para que la novela quede muy bien. Y en esta, me reconozco.
P: En los últimos meses han aparecido un par de novelas que abordan los últimos años en Euskadi y el conflicto vasco: El comensal (CaballEl comensalo de Troya), de Gabriela Ybarra; y Patria (Tusquets), de Fernando Aramburu. Ambas con notable éxito. La suya, además, se podría considerar una precuela. ¿Qué está pasando en el panorama literario vasco? Patria
R: Yo he preferido hacer como Philip Roth en American Pastoral: ir al episodio anterior para tratar de entender lo que ha pasado después. Ahora están saliendo libros, poco a poco, ya que son cinco años del cese de la violencia de ETA y la sociedad vasca ha avanzado muchísimo estos últimos años. Con el tiempo, irán saliendo relatos sobre diferentes épocas y desde diferentes puntos de vistas. Esto es algo esencial, no sólo hablar desde un único punto de vista o que lo haga sólo una persona. Creo que es muy positivo y, según lo que estoy viendo, también hay mucho interés en esta novela. Leernos, escucharnos y hablar entre nosotros siempre es positivo.
Kirmen Uribe (Ondarroa, Bizkaia, 1970) es un tipo risueño que habla de su trabajo con gran entusiasmo. Es, también, un escritor "menos de patria chica y más global", como dijo en una entrevista en 2009, cuando apenas se estaba iniciando en la literatura. En las 100 primeras páginas de su última y tercera novela, La hora de despertarnos juntos (Seix Barral), escribe sobre Sabino Arana y Eleanor Roosevelt, el Athletic de Bilbao y las ambiciones de Hermann Göring tras el bombardeo de Gernika. Y en el resto, traza un mapa de la resistencia antifranquista de los vascos desde Ondarroa a París, pasando por Caracas y Nueva York.