A principios de los años setenta, un joven Leo Bassi viajaba a Israel movido por una idea romántica: la de apoyar a un pueblo que, tras siglos errante, regresaba a su tierra. Allí llegó incluso a tener al mismo Ariel Sharon, después primer ministro, compartiendo escenario con él, haciendo malabares. “Había aceptado esta narrativa, amaba profundamente la cultura judaica, y sin ser judío, conocía de cerca la tragedia del Holocausto”. Cuarenta años después, sin embargo, el artista se subía ayer a un escenario para apoyar la causa opuesta a esos intereses, o la que los sufre: la palestina. “Fue un cambio lento de actitud, de ver que las cosas no cuadraban con esa historia del pueblo que vuelve a su tierra, sino con el colonialismo y el racismo puro y duro”.
Junto al clown, se subieron a las tablas del madrileño Teatro del Barrio los músicos Marwan y Mr. Kilombo, la periodista Cristina Sánchez, y los también payasos Pepe Viyuela e Iván Prado. A seis voces presentaron la iniciativa Festiclown, que estos días llevará sus narices rojas a Cisjordania, con una serie de espectáculos de circo social que se realizarán entre el 1 y el 9 de octubre. La iniciativa forma parte de las actividades programadas por Pallasos en rebeldía, una organización impulsada por el propio Prado que también ha viajado a lugares como Chiapas o las favelas de Brasil.
En un acto emotivo en el que se dejó sentir la empatía y el conocimiento de la causa palestina, el clown gallego señaló que su misión consiste en “hacer magia contra los verdugos del siglo XXI, contra una ocupación vergonzosa y terrible”. “Ir allí es lo más importante que puedo hacer en mi vida”, sentenció Prado, que encontró su vocación precisamente en tierras palestinas, cuando las visitó por primera vez en 2003 para actuar ante un auditorio infantil ávido de distracciones frente a las bombas que los asolaban. “Lo único que podemos hacer los payasos es esto: ir de payasos”, agregó el actor Pepe Viyuela. “Me gustaría poder hacer muchísimo más, poder cambiar las cosas instantáneamente, porque cada día que pasa sin encontrar alternativas se traduce en decenas de años de odio y rencor que se proyectan hacia el futuro”.
Visiblemente emocionada, la periodista de RNE Cristina Sánchez, que ha viajado a esta y a otras zonas de conflicto en todo el mundo para realizar coberturas, quiso aportar historias humanas, pero también las escandalosas cifras de una guerra que padecen “personas como nosotros”: solo en esta última y reciente ofensiva sobre la Franja han muerto 2.000 personas, de las que más de 500 eran niños; hay a día de hoy 106.000 desplazados internos en Gaza y más de 450.000 personas sin acceso a agua; además de decenas de hospitales y escuelas destruidos. “Y la violación de los derechos humanos en Cisjordania es diaria y silenciosa”, agregó el músico Marwan, cuyo padre, palestino, ya nació en 1950 en un campo de refugiados. “Aunque no es una asfixia tan brutal como en Gaza, les envenenan las aguas y les talan los campos de olivos”.
Celebrado en Palestina por primera vez en el año 2011, el Festiclown vuelve por segunda vez a aquellas tierras en este 2014. Y aunque Leo Bassi, que sí viajó entonces, no podrá desplazarse en esta ocasión por motivos de agenda, lo mismo que el músico Marwan, no quiso dejar de acompañar al resto del equipo que volará al otro extremo del Mediterráneo a llevar un poco de alegría. Antes de presentar la iniciativa, Bassi charló con infoLibre para aportar su punto de vista sobre el conflicto y la labor que ejercen los clowns en coyunturas como esta.
Marwan, Mr. Kilombo, Prado, Viyuela, Sánchez y Bassi, en la presentación de Festiclown en el Teatro del Barrio. | CARLOS CAZURROEsta vez no puede ir a Cisjordania, pero sí que estuvo en los Territorios Ocupados la edición anterior, en 2011. ¿Cómo se vive la experiencia sobre el terreno? ¿Con miedo, respeto...?
Cierto miedo hay, porque te encuentras en situaciones inciertas, policía armada, colonos armados, que no son ni policía ni nada, y que están ahí ocupando el territorio y que se ponen muy bordes… Y del otro lado te encuentras con toda una realidad palestina que busca el contacto con el extranjero, quieren tener testigos de lo que está pasando, así que cualquier extranjero que va por ahí es bienvenido. Pero del otro lado no sabes muy bien con quién estás hablando, porque Palestina va desde el Partido Comunista Palestino a grupos más extremos y fundamentalistas islámicos: hay de todo, entonces también ahí hay muchas incertidumbres. Pero el final de la historia es que ves que es muy útil lo que estás haciendo, porque el público es súper agradecido, y como en muchas sociedades musulmanas, hay muchísimos niños, son familias enormes. La última vez actuamos para 6.000 personas, en un anfiteatro previsto a lo mejor para mil personas: estaban por todas partes, hasta sobre los árboles y todo, para ver el espectáculo, y con un entusiasmo y una energía que sorprende viendo la apatía europea, el mundo que vivimos aquí.
Pero todo esto para mí va más lejos. Con los años estoy haciendo una reflexión sobre nuestra sociedad, sobre el papel del cómico y más bien del payaso en nuestra sociedad, y por unas razones extremadamente complejas, muchísimos de los problemas de hoy pasan por este pequeño territorio, como si fueran placas tectónicas que se encuentran ahí, y el punto crucial es esta tierra. Uno de los aspectos clave para mí es la función laica del payaso, es decir, una persona que defiende los valores humanos. Y este conflicto pasa por el lado contrario del laicismo: es un conflicto religioso con falsas narrativas. Evidentemente, en la historia del planeta hay muchos otros conflictos -porque la gente me pregunta mucho que por qué estoy obsesionado con Palestina-, pero para mí el gran problema de Palestina es impulsar esta visión religiosa, que es antítesis de mi visión humanista. Las religiones son las fuerzas más importantes de este planeta: los banqueros más importantes, los jefes de multinacionales más importantes, Hollywood… Las personas que más influencia tienen en el planeta están destrozando el laicismo para impulsar una narrativa religiosa. Desde la lucha del 15M, pasando por las luchas por el laicismo y el humanismo o la lucha anticolonialista, todas las luchas se unen en este punto, y eso transforma este pequeño conflicto en un pequeño territorio en el ejemplo de todos los conflictos, a muchos niveles de diferentes: religioso, económico, racial…
Y el modo en que yo valoro el mundo del payaso es que yo pienso que el humor toca las cosas más profundas. El humor toca todas estas problemáticas, por eso es tan importante que Festiclown vaya allí.
El humor muchas veces es un mecanismo contra el miedo, como cuando decimos eso de reír por no llorar. ¿Tiene algo de eso, de medio para luchar contra el miedo?
Eso también. Hay muchísimas maneras de ver el humor, esa es una. Otra es verlo como todo lo contrario, como un acto de orgullo, donde no hay miedo, sino lo contrario: puede ser temerario. A mí me dicen que soy un provocador, pero lo soy porque no tengo miedo. Las personas que van a Palestina y hacen reír demuestran no tener miedo a la muerte, es un acto de temeridad. Aunque si empezamos a hablar de la risa, podemos tener una discusión de doce horas y no acabar nunca. Hay muchísimos factores que entran en juego. Yo he visto por ejemplo que hay un humor palestino, utilizado como resistencia a la ocupación.
Llegamos a un check-point, nuestro guía palestino está ahí y estamos rodeados de soldados como bestias, que no eran tampoco israelíes, eran mercenarios rusos y ucranianos, y se acerca uno y le dice el palestino: Oiga, Rambo, ¿puede decir a qué hora podemos pasar? Y si ves al ruso… (gesticula).
-Me llamo nosequé.
-Ah, eres Terminator.
-No, no soy Terminator…
Y así a la cara del tío. Esto va un poco en el sentido de que es una manera de hacerse fuerte. Es el pequeño que se hace fuerte contra el grande. Es David y Goliat pero al contrario, porque el mundo judaico se ha visto siempre como David, pero ahora en esta situación son ellos los Goliat.
¿Y cómo se vive el estar constantemente al pie del cañón, defendiendo los ideales en los que uno cree, y que aquellos que ostentan el poder pasen siempre de todo?
No pasan de todo: a los banqueros les han dado 85.000 millones de euros, ¿y qué ha pasado? Absolutamente nada. Cien millones en las cuentas de Bárcenas y al final no ha pasado absolutamente nada. Es la misma impunidad. Por eso digo que estas placas tectónicas se enfrentan ahí, de la misma manera que hay total impunidad en lo que ha pasado en Gaza. Esta misma mañana, por casualidad, he visto algo sobre los yacimientos de gas y de petróleo en el Mediterráneo – y yo no lo sabía, pero es una investigación de geólogos: las mayores reservas de gas frente a las costas orientales del Mediterráneo están a 30 kilómetros de Gaza. En las aguas territoriales de Israel hay algo, pero no mucho, pero en Gaza sí. Y esta es otra dimensión del problema: dinero, banqueros, gas, petróleo. Y tiran bombas sobre Gaza para que se larguen y ellos se queden con los yacimientos. De cualquier manera que tú cojas la situación en Palestina sale un problema y otro, y son todos los problemas que hay en nuestra sociedad.
¿Ante esta suma de problemas, es posible traspasar la barrera que se ha formado?
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Este acto de ir como payasos a esos lugares es algo a largo plazo. Es el efecto mariposa, porque en el momento vamos ahí, hacemos actuaciones, a veces en pequeños teatros o pequeños lugares, y de vez en cuando en auditorios con muchísima gente… Pero la cuestión a largo plazo es que se muestra a los palestinos que no todos los europeos son unos hijos de puta o banqueros o militares. Ponemos semillas de una amistad que necesitamos alrededor del Mediterráneo. Son semillas que entran en la cabeza de los niños, y quizá, en 30 años, sea la diferencia entre poner una bomba contra Europa o no.
Y otra dimensión es una reflexión más profunda: el mundo judaico se ha sentido siempre muy orgulloso de su sentido del humor. Desde los hermanos Marx, si miras bien, el humor judío es fuertísimo, muy bueno, y yo soy incondicional de esta autoironía que tienen. Y para cierto mundo cultural judaico que piensa que le pasan al lado unos cómicos y unos payasos, gente de alto nivel, que van a actuar del otro lado y no en Israel, eso es una forma directa de boicot cultural: toca el orgullo y toca también profundamente el sentido judío del humanismo.
Porque no hay que olvidar una cosa: el proyecto sionista es la derecha judaica. Cuando Karl Marx decía que la religión es el opio del pueblo no hablaba del cristianismo, porque no era cristiano, él creció en un ambiente judío. Entonces, para él el opio del pueblo era la religión judía, como todas las religiones. Y las Rosas Luxemburgo, los Trotskis del mundo, lucharon por un mundo humanista y laico. Hasta Groucho Marx, que decía: Dios ha muerto, Nietzsche ha muerto, y yo tampoco me encuentro muy bien, no era un religioso y tampoco un sionista, era un humanista. Entonces, cuando tú vas ahí y actúas como cómico en Israel, eso da armas al lado humanista y de izquierda israelí para decir: vosotros, sionistas de derechas, nos estáis haciendo parias del mundo. Nos estáis transformando en colonialistas, fascistas. Y nosotros, nuestro mundo judaico, estamos del lado de la cultura, del humanismo. Israel es como si la Falange hubiera triunfado en España y hubiera un estado falangista. Es un estado falangista judaico. Y del otro lado los humanistas y la gente de la cultura judía no lo quieren. Einstein no lo quería, porque no era de derechas, era de izquierdas.
A principios de los años setenta, un joven Leo Bassi viajaba a Israel movido por una idea romántica: la de apoyar a un pueblo que, tras siglos errante, regresaba a su tierra. Allí llegó incluso a tener al mismo Ariel Sharon, después primer ministro, compartiendo escenario con él, haciendo malabares. “Había aceptado esta narrativa, amaba profundamente la cultura judaica, y sin ser judío, conocía de cerca la tragedia del Holocausto”. Cuarenta años después, sin embargo, el artista se subía ayer a un escenario para apoyar la causa opuesta a esos intereses, o la que los sufre: la palestina. “Fue un cambio lento de actitud, de ver que las cosas no cuadraban con esa historia del pueblo que vuelve a su tierra, sino con el colonialismo y el racismo puro y duro”.