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muerte de un poeta

Leopoldo María Panero: el último salto al lado oscuro

El poeta Leopoldo María Panero.

Solos tú y yo, e irremediablemente / unidos por la muerte

Unidos, como antes de la existencia, quedan por fin el hijo y el padre, aquel a quien iba dirigida esta Glosa a un epitafio. El loco y el conservador, dos poetas de una familia de poetas que, con él, se hunde en ese oscuro abismo del tiempo pasado. Último superviviente del clan de los Panero, hijo de la escritora Felicidad Blanc y el poeta franquista Leopoldo, hermano de Michi y Juan Luis, fallecido hace solo unos meses y con quien siempre mantuvo una cordial pero intensa rivalidad profesional, sobrino de Juan, desapareció ayer en Canarias a los 65 años Leopoldo María, también destacado ensayista y traductor.

En torno a los insondables misterios de la existencia y su fin y, con ellos, del horror y la crueldad, del sexo y de lo escatológico, Panero tomó como suyos los temas de dios y lo metafísico, muchas veces representados a través de las figuras de sus familiares. Miembro del partido Comunista en su juventud, sus brotes de esquizofrenia y sus intentos de suicidio le llevaron a recluirse voluntariamente en hospitales psiquiátricos de la Península y Canarias, donde creo buena parte de su producción, iniciada en los años sesenta y recogida en poemarios como Así se fundó Carnaby Street; Piedra negra o del temblar o la recopilación Poesía 1970-1985,Poesía 1970-1985 publicada en 1986.

De entre su prolífica y febril obra fue la más destacada la enmarcada en el movimiento de los Nueve Novísimos, término acuñado en su antológica por el crítico José María Castellet para definir la poesía renovadora que Panero compartía con coetáneos como Pere Gimferrer, la recientemente fallecida Ana María Moix o Vicente Molina Foix, en sus tiempos de juventud el más cercano amigo de Panero. “Pero en la última etapa cambió por el internamiento”, apunta este, sin dejar de subrayar que su viejo compadre fue “el personaje más brillante de mi generación: era ocurrente, divertido, culto, atrevido. Era una persona con la que se pasaban momentos muy buenos”.

Leopoldo María Panero: "No hay otra locura que la fantasía"

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Solitario sin embargo en su ser y en su obra, Panero, nacido en Madrid en 1948, fue un hombre también marcado por la contradicción, esa que le llevó a la publicidad mediática de la mano de su saga, magistralmente retratada en el documental de 1976 El desencanto, de Jaime Chávarri, un impactante relato de la erosión familiar. “Él tenía una figura a la que siempre volvía, y a la que al final de su vida incluso se parecía: el poeta francés Antonin Artaud”, recuerda Molina Foix. “Como a él, a Leopoldo le gustaba la exploración de los límites, era un poeta que quería ir más allá, alguien que siempre mezcló temas muy fuertes con una mirada infantil”

Instalado bajo el confortable abrigo de la locura, el poeta Panero fue poco a poco diluyéndose en el personaje, perdiéndose sin remedio en esa imagen romántica del artista maldito, en el mito de la creación fuera de la razón. “Ambas ideas se han entremezclado, y en algún aspecto se ha impuesto incluso el personaje”, señala el poeta José Luis García Martín. “Al principio fue un rupturista, supo mezclar los estilos cultos y populares, pero su enfermedad acabo perjudicándole, porque ya al final cualquier cosa suya se acababa publicando”.

Cuenta la leyenda que poemas creados en colaboración con otros internos del psiquiátrico o incluso solo por ellos han pasado a engrosar sus catálogos. “Hace falta estudiar bien su obra”, sentencia García Martín. “Es necesario hacer una antología seria”. Quedará Panero, con todo, como una de las voces más originales de la reciente literatura en español. “Se pierde un grado de imaginación, de incorrección, que siempre es muy saludable”, dice el poeta Vicente Valero, exponente de la generación posterior. “Su poesía es una que se aventura hacia el delirio, fue un poeta que trabajó en los abismos de la mente y la locura”.

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