Es un lugar común escuchar que, en el sector editorial, las librerías independientes ocupan el lugar más débil. El negocio de los libros también es una economía a escala, y a todo eso se suma el cambio de patrón de consumo y venta con la migración al mundo digital. Y sin embargo, las librerías comienzan a reaccionar cambiando estrategias de comercialización y de defensa frente a lo que consideran son abusos de las grandes comercializadoras de e-books o grandes superficies.
En esta reacción de los agentes más perjudicados por el cambio de modelo se enmarca la demanda que, de forma conjunta, han presentado tres librerías independientes de Estados Unidos contra Amazon y las seis principales editoriales del país: Random House, Penguin, Hachette, HarperCollins, Simon & Schuster and Macmillan. La actuación de las tres librerías –dos de Manhattan y una de Carolina del Sur– se produce dos semanas después de que Google firmara en Francia un acuerdo millonario con los editores galos para seguir enlazando contenido a cambio de retirar las demandas.
Según los libreros el sistema de DRM cerrado que utilizan los demandados les deja fuera del mercado, creándose así una situación de monopolio que prohíbe la ley Sherman. Y la gran cuestión es establecer la veracidad de esta acusación. La división antimonopolio del Departamento de Justicia informó el pasado verano que Amazon había sido investigada dentro de una denuncia contra Apple y cinco editoriales. El Departamento de Justicia finalmente rechazó acusar formalmente a Amazon, lo que sugiere que los libreros tienen perdida la batalla.
Luchas globales
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La ley Sherman establece dos condiciones para dar categoría de monopolio indeseable. Por un lado, el hecho indiscutible de una posición de privilegio en el mercado, pero además esta situación ha de provocar un “perjuicio irracional” a los consumidores. Es de esta segunda pata de la que más cojea la iniciativa legal de los libreros. Hay una innovación constante en el campo digital, y la oferta de títulos aumenta a medida que bajan los precios de gadgets y contenido.
En la demanda, los libreros solicitan que se opere con un DRM abierto –lo que permitiría a las librerías competir directamente con Amazon vendiendo exactamente el mismo producto–, que las autoridades impidan a Amazon vender herramientas y aplicaciones con DRM específicos, y que prohíban a los editores distribuir sus ebooks con herramientas y aplicaciones con DRM específicos, y por tanto inaccesibles a la competencia de los grandes.
Las batallas de la guerra digital son globales, y cualquier avance o retroceso de una de las partes tiene inmediata repercusión en el mercado. Así ocurrió con la iniciativa de los editores de prensa contra Google en Francia y en el posterior pacto firmado, que se ha estudiado como un posible modelo conciliador entre las posturas enfrentadas de unos y otros. De ahí lo simbólico de esta iniciativa, que pone en la vanguardia a los libreros, los últimos en reaccionar a la llegada de los libros electrónicos. Si marca un camino, ya está puesta la primera piedra.
Es un lugar común escuchar que, en el sector editorial, las librerías independientes ocupan el lugar más débil. El negocio de los libros también es una economía a escala, y a todo eso se suma el cambio de patrón de consumo y venta con la migración al mundo digital. Y sin embargo, las librerías comienzan a reaccionar cambiando estrategias de comercialización y de defensa frente a lo que consideran son abusos de las grandes comercializadoras de e-books o grandes superficies.