'Diálogos para ecologizar la comunicación'

Manuel Chaparro y Susana de Andrés

El nuevo libro coordinado por Manuel Chaparro y Susana de Andrés, Diálogos para economizar la comunicación, recoge una serie de narrativas de distintos expertos y expertas que cuestionan el mundo en el que vivimos y ofrecen posibilidades de cambio hacia una sociedad más equitativa, ecológica, biocéntrica y, sobre todo, pacifista. Se ofrecen nuevas visiones sobre modelos industriales, de consumo y de vida desde una consideración ética de respeto y convivencia humana en los ecosistemas.

El libro forma parte de uno de los proyectos de I+D impulsados por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades y ha sido cofinanciado por las universidades de Málaga y Valladolid.

infoLibre publica a continuación la introducción del libro, editado por CIESPAL, que ya se puede descargar gratis aquí.

Introducción

Este libro es el reflejo de un viaje compartido, un proceso colectivo de diálogo, reflexión y acción. Es fruto de la convergencia de pensamientos y voces diversas que, al cruzarse, nos han ido moldeando, inspirando y, sobre todo, invitando a cuestionar el mundo en el que vivimos y las posibilidades de transitar, poniendo en el centro la comunicación, hacia un futuro más justo, equitativo, diverso, integrador, feminista y ecológico. 

Las voces de Alicia Puleo, Aimé Tapia, Anabela Carvalho, Fernando Valladares, Asunción Bernárdez, María José Guerra, Ángel Strapazzón, Ana Müller, Gissela Dávila y Lidia Peralta dialogan para acercar esperanzas y utopías desde las dos orillas del Atlántico. Este libro de diálogos coordinado por Susana de Andrés y Manuel Chaparro ha sido editado por CIESPAL e inaugura una colección dedicada a reflexionar desde la Comunicación la Transición Ecosocial.

Una Comunicación para la Transición Ecosocial

Hablamos de transición ecosocial para referirnos al proceso de transformación del modelo industrial, de consumo y vida desde una consideración ética de respeto y convivencia humana en los ecosistemas. El objetivo es pensar el bien común desde un sentir biocéntrico, es decir, en alianza cooperativa con la naturaleza. En un mundo que exige transformaciones urgentes para afrontar los problemas sistémicos derivados de un modelo de vida depredador y destructivo con la naturaleza son necesarias narrativas que permitan modificar los imaginarios de la sociedad del desarrollo. En este sentido, la comunicación es el eje vertebrador para el diálogo y la creación de conciencia.

La comunicación para la Transición Ecosocial puede intervenir en dos direcciones principales.

La primera tiene que ver con generar narrativas y relatos que pongan luz sobre las falsas verdades que han permitido crear la sociedad del colapso. Formas de contar que nos permitan transitar hacia sociedades vinculadas a la naturaleza, con modos de producción bioeconómicos, con equidad social y reconocimiento de la diversidad como valor. Narrativas para identificarnos y cambiar los imaginarios anclados desde hace décadas y hasta siglos.

La segunda tiene como objetivo dar visibilidad: informar y dar a conocer todos aquellos procesos, movimientos sociales e iniciativas que demuestran que transicionar hacia sociedades más justas no solo es posible, sino satisfactorio. Tal vez pensando en "llegar a un momento de masa crítica en el que el conjunto de “anécdotas” positivas se transforme en un sistema nuevo de hacer las cosas" (De Castro, 2001, 92).

¿Por qué la necesidad de ecologizar la comunicación? Para empezar, como dice Marta Tafalla, necesitamos en nuestro uso cotidiano del lenguaje para cambiar el vocabulario y las narrativas: "desterrar el ideal de la supremacía humana, que nos conduce a la soledad y la desolación y situarnos como miembros de la comunidad multiespecie que conforma la biosfera" (2022, 57). El lenguaje inclusivo ha de serlo también con la naturaleza como reconocimiento de la ecodependencia humana. 

Por otra parte, el secuestro de las narrativas de temas socioambientales por parte de los medios comerciales ha debilitado los procesos de comunicación social, la comunicación ciudadana y con la naturaleza como aliada. Un proceso que ha favorecido los argumentos que justifican la mercantilización de la vida, de la naturaleza y los bienes comunes y, por supuesto, de la comunicación misma, en tanto que existe una apropiación de los medios de información responsables de la uniformización y homogeneización del pensamiento, medios de interese espurios atrincherados en seguir defendiendo de manera mayoritaria un modelo capitalista fracasado que no considera el bien común.

La comunicación social es imprescindible para dimensionar públicamente la ecología: también “lo natural es político” (López de la Vieja, 2015, p.137). A su vez, el sistema de la comunicación necesita ecologizarse para dar coherencia a ese proyecto. Más que nunca, es importante defender una comunicación que permita al ser humano verse como un elemento más, una pequeña parte en los ecosistemas de este planeta. Pensar una comunicación que permita reconocer el pluriverso, un mundo formado por muchos mundos.

Una comunicación que se reconozca en conocimientos y aprendizajes múltiples, multiecosistémicos, multiepistémicos y multiontológicos. Una comunicación radical (Chaparro y de Andrés, 2022) que pueda contribuir a la decolonialidad frente al pensamiento único, al biocentrismo frente al antropocentrismo, a la paz frente a la violencia, a la cooperación frente a la competencia. Esta es la propuesta de estos diálogos que persiguen sembrar pensamiento para repensar nuestra existencia.

Hojas de periódico que eran hojas de plantas, papel impreso que antes fueron papiros, tinta que fue pigmento de plantas y animales, dígitos que fueron dedos, gacetas que referían a aves, libros de liber o corteza, mensajeros que adoraban chasquis y heraldos. Mercurio, Globo, Mundo, Times, Folha, Giorno, Avvenire. Los medios y las tecnologías de la comunicación tienen una clara herencia en la Tierra, la comunicación es el alma de la vida.

La comunicación juega un papel importante en la conversión de la naturaleza en noticia o información, en opinión pública, cultura compartida, signos, símbolos o ficción. Esta conversión suele caer en dos reduccionismos: la identificación de la Naturaleza solo como medio ambiente, que responde a una perspectiva antropocentrista, y la identificación de la comunicacón sólo con información mediática, que reduce ésta a su valor y posición en el espacio periodístico de los medios masivos. La comunicación, sin embargo, tiene un fin ecosocial, como acción dialógica, permite la apropiación de los discursos, la creación de relatos y narrativas que regresan a los medios como sustrato informativo.

Desde esta mirada, el concepto de comunicación ecosocial adquiere un matiz más político y activista. Comunicación e información aúnan diferentes objetivos: concienciar, educar, sensibilizar, aportar soluciones, generar participación ciudadana y opinión, implicar, identificar, denunciar, motivar, también persuadir. 

El enfoque de pensar en el “cambio climático” como algo no inmediato hace que esta información se limite muchas veces solo a plantear la mitigación con efectos futuros, lo que hace que el presente no parezca letal a pesar de que lo es. Letal en especies que desaparecen y están a punto de desaparecer, letal en los efectos que tiene ya en la salud, letal en la matanza industrial masiva de animales y destrucción de bosques, letal en vidas humanas con las catástrofes ambientales que podrían evitarse. Hasta las organizaciones ecologistas siguen hablando del camino “hacia un futuro verde”. En otro extremo, llamarlo “emergencia climática” tiene el riesgo de invitar a aceptar la emergencia como la normalidad, y desactivar la sacudida del término. 

Lo cierto es que estamos en una situación de emergencia climática y social, en un campo de continua violencia en todas sus dimensiones. La transición ecológica tiene que ser también urgente y emergente, social, integral y holística; ecosocial.

Alicia Puleo (2011) analizaba la caza como la “guerra a los animales”. Siguiendo con esa analogía, el capitalismo ecocida actual es la guerra a la Tierra. La guerra también a sus defensoras y defensores ecologistas, hasta la aniquilación física e intelectual. Y en toda guerra, lo primero que se sacrifica es la verdad. Por eso, la verdad científica, las evidencias, las voces que denuncian la degradación de la Tierra, se acallan.

Explica Angélica Velasco (2017) que la destrucción de animales en el sistema de “producción” de carne -aniquilación masiva de seres vivos- es posible porque en el momento del consumo se produce el efecto del “referente ausente”. Vemos la comida cocinada o procesada, no vemos al animal. Es el paradigma reduccionista que mencionaba Vandana Shiva (1995) desde el que un bosque se ve o crea como madera comercial, que a su vez es vista como celulosa.

El proceso de objetualización sexual de las mujeres funciona de manera similar: no vemos a la “persona” sino al objeto deshumanizado, para que se pueda “consumir”. Se invisibiliza la violencia que está detrás de los procesos de objetualización y consumo sexual.

En las guerras modernas, mediatizadas, la visualización de la muerte también está dirigida.

George Bush prohibió el acceso de cámaras y periodistas a sus bases para que no se viera a los soldados americanos fallecidos. Solo podía exponerse la muerte de los enemigos. También la Naturaleza fenece al lado de las fotografías turísticas o urbanísticas que enmarcan el territorio como lugar de bienestar, a la vez que compañías más contaminantes se disfrazan de verde en un ejercicio continuo de greenwashing. No es fácil ver lo que oculta buena parte de la llamada “comunicación verde” corporativa. ¿Sería distinto el consumo de productos y servicios si la publicidad fuese transparente y dirigida a utilidades sociales? Junto al anuncio de un smartphone, un automóvil, placas solares y electrónica en general, veríamos la guerra por los minerales denominados como tierras raras, por escasas (coltán, litio, cobalto), una “minería verde” altamente contaminante y destructiva; junto al anuncio verde de un producto como el aceite de palma usado para el biodiesel no ecológico, cosméticos y productos de alimentación, veríamos la deforestación. No es el uso es el abuso del consumo de un bien de utilidad no comunitaria, para un exclusivo beneficio comercial e individual.

Algunas campañas y documentales ecologistas sí trabajan la estrategia de visibilizar lo invisibilizado y han permitido ver la hacinación, maltrato y contaminación causadas por las macrogranjas y la acuicultura industrial, el uso masivo de pesticidas y transgénicos que sustituyen semillas tradicionales, la deforestación provocada para el monocultivo que alimenta la ganadería intensiva o productos de alta rentabilidad poniendo en riego la diversidad, los daños de la industria del plástico... No lo ven quienes sólo aprecian en estas prácticas beneficios económicos inmediatos.

Las respuestas de soluciones corporativas a la crisis socioambiental (buena parte de la llamada RSC o estrategias alineadas a los ODS) pueden ser parches sin un giro más consciente del sistema: “El capitalismo de mercado, aún con modificaciones ad hoc, no puede resolver los problemas ambientales globales” (Guerra, 2015, p. 378). El neoliberalismo (...) no puede tener un rostro verde”. (op.cit.).

La situación de crisis socioambiental tiene mucho que ver también con prácticas de dominación androcéntrica desde el poder económico, ideológico y militar y sus proyectos de expansión y desarrollo destructivo, ciegos a los límites de la Naturaleza. Prácticas que llevan siglos entrenadas en oprimir y despreciar a todo un eje de esos dualismos jerarquizados que someten y subordinan a mujeres, naturaleza, pueblos marginados, grupos minorizados y voces de resistencia. Serán denominados enemigos, peligros, plagas, en caso de que sus voces se hagan escuchar o su presencia empiece a ser molesta.

El biólogo Alex Roger (2000) contaba que han ido más personas a la luna de las que han visitado lo más profundo del océano. Solo tres personas han visitado el abismo Challenger en la fosa de las Marianas. Vivimos en un planeta lleno de misterios, al que no queremos escuchar y, ante sus signos de colapso, la respuesta turbocapitalista es la colonización de Marte. Porque el irracional proyecto colonial no tiene límites, siempre que permita el enriquecimiento desmedido. Justificar esclavitud, guerras, extractivismo y ecocidio. 

La calificación de la comunicación sobre la Naturaleza bien podría llamarse hoy “la comunicación del desastre”. Por el sentido etimológico de la palabra: perder el astro. Hemos perdido nuestro vínculo con la naturaleza y el universo, ya no tenemos luz.

Lo paradójico es que, en situaciones de catástrofe, se originan comunidades más solidarias.

Compartir una misma preocupación nos ayuda a sentirnos parte del mismo destino.

¿Cómo ver la Naturaleza de otra manera? ¿Cómo cambiar el paradigma de la explotación y dominación por la lógica alternativa del cuidado? ¿Cómo cambiar la competitividad por la cooperación? Visualizar el cuidado es abrir espacio político al amor, a la escucha, al tiempo sosegado, al encuentro feliz con personas y entornos naturales, por encima de cualquier ambición. Mostrar la solidaridad ayuda al aprendizaje de cómo ejercerla. Reflejar el apoyo a la vulnerabilidad nos ayudará a pensarnos del lado de los más débiles El aprendizaje social necesita pautas de imitación.

Una comunicación educativa enfocada en la solidaridad será un camino hacia un mayor bienestar socioambiental. Imprescindible para erigir la paz como único territorio defendible. La amistad y el amor consiguen situar las ideologías y confrontaciones en un segundo plano. Suele suceder que quienes más nos quieren no piensan siempre como nosotras/os. Muchas de las personas que nos regalan su conversación cuando salimos a la calle no votan a nuestra opción política. Pero esa convivencia ciudadana es la verdadera matriz política-polis.

Ocurre que quien siente cariño a un espacio natural o a un animal no permite que sea violentado, sean sus costumbres, su herencia cultural o sus ideas las que sean. Educar en el cariño a las personas y la naturaleza es la mejor cultura-cultivo para una convivencia feliz. Esa es la revolución del cuidado.

Dos claves: Gaia y conciencia ecosocial. Para Irene Comins (2024, p.18) la visión organicista de la Tierra está en la base de la ética del cuidado y es fundamental para un empoderamiento ecologista, junto con la conciencia ampliada del yo en relación con los otros y la naturaleza: > Comins (2024, p.18).

¿Cómo escuchar a la Naturaleza de otra manera? ¿Cómo escuchar a Casandra? -Tomando la referencia del mito griego que recuerda Alicia Puleo (2019)- esa voz que avisa y se desoye, ¿Cómo escuchar a las Casandras contemporáneas?, desde Rachel Carston o Jane Goodall, a Vandana Shiva, Nemonte Nenquimo o Nzambi Matee. Para plantear la cuestión de la comunicación en relación a la ecología parece preciso comenzar con un acto de comunicación como es el diálogo. El diálogo es nuestro imprescindible instrumento de entendimiento, aprendizaje, educación, participación y expresión. Es un método de investigación social y un hábito de la ciudadanía. 

El método dialógico es el método ético. Puede ser una expresión filosófica y un proceso de indagación en sí mismo. Pensamiento en voz alta, compartido. Diálogo no es un intercambio de palabras entre dos personas (duólogo). El significado etimológico de origen griego nos lleva a la idea de conversación “a través ( ) de la palabra”. Conversar, palabra latina, nos invita a “dar vueltas en compañía”. Y de eso se trata, de acompañarnos y caminar hacia la idea de llenar la comunicación de ecología, en el reto que nos plantea la transición ecosocial. 

Ecologizar la comunicación implica generar narrativas que trasciendan, que penetren, que decolonicen imaginarios estériles y caducos. Desde el diálogo interpersonal es posible dar el salto al diálogo ecosocial, del yo al nosotras (personas y naturalezas), al diálogo con otros seres y también al diálogo intrapersonal e intercultural. Si entendemos que la violencia es la negación del diálogo, sabemos que solo a través del ejercicio de expresión y escucha evitaremos alimentar la cultura de la agresión.

El tiempo que nos ocupa dialogar es tiempo que restamos a la guerra y la violencia. Abolir la guerra como reto utópico y necesario implica tomar la palabra y repensar la vida desde la armonía, sin codicias, ni avaricias. Tan imprescindible como abandonar la distopía del desarrollo y el crecimiento sostenido que solo hace sostenible un modelo fracasado (Chaparro, 2015). Necesitamos propuestas para evitar más colapso y espacios de diálogo abierto y equitativo.

La comunicación es un acto natural, pero la comunicación masiva, tecnologizada, digitalizada y automática parece haber deshabitado el cuerpo y haber quedado huérfana de su sentido natural. Desde ahí es difícil pensar en ecología y transición ecosocial justa. La normalización de las redes digitales como las casi exclusivas redes sociales cotidianas, no deja de ser una anomalía peligrosa, porque sustituye las redes de relaciones epidérmicas, de verdadero con-tacto entre las personas. Las redes sociales existieron siempre, pero la dirección algorítmica de nuestros intercambios sociales desvía nuestra libertad al potenciar las redes sociales en la virtualidad, en el metaverso.

Tan importante como el esfuerzo por crear relatos y narrativas que empaticen con la vida y la consideración de lo humano como una parte más de la naturaleza es la divulgación de las utopías y heterotopías que implican el trabajo diario de millones de personas en proyectos que se distribuyen por todos los continentes. Ver que la transición es posible y satisfactoria es importante para seguir ampliando la considerable masa crítica existente. Miles de radios comunitarias y sus redes realizan este trabajo polinizador, como la prensa cooperativa y centrada en los asuntos del común que cada día demuestra que la libertad de expresión es libertad de pensamiento, como decía José Luis Sampedro. 

Desde los modelos que representan la soberanía comunicacional e informativa se relata y defiende el trabajo de miles de organizaciones campesinas y citadinas que apuestan por sistemas productivos bioeconómicos, como los definió Georgescu Roegen (1971), en el sentido del uso de la naturaleza sin destruirla.

Las ecoaldeas, los mercados ecológicos, la producción para el km0, las organizaciones de intercambio de semillas, las monedas solidarias facilitadoras del trueque, la producción artesanal, los movimientos cooperativos, … son modelos que se centran en la autonomía y el diseño de un modelo eficiente respetuoso con la naturaleza. Vía Campesina es una de las mayores organizaciones internacionales que aglutina a millones de campesinos y campesinas, comunidades indígenas, migrantes, movimiento de personas sin tierra…, que defienden el principio de la soberanía alimentaria para garantizar medioambiental y económicamente una vida satisfactoria. A todo ello se une una conciencia más extendida entre la ciudadanía que opta por modelos de consumo responsables, modelos de transportes colectivos y no contaminantes, y la renuncia al exceso que propone la sociedad de consumo. Acciones que se traducen en cambios tan relevantes como que la industria de la bicicleta haya superado en Europa el millón de empleos.

La transición es necesaria y solo trae consecuencias positivas. Los mapas representativos sobre transición ecosocial como los realizados en Andalucía y Castilla la Mancha por iniciativa de Lab-comandalucía y EMA-RTV (Peralta, Chaparro y Espinar, 2019), resultan ilustrativos para localizar iniciativas emprendedoras exitosas1 de la sociedad civil. También en España, el Ministerio de Transición Ecológica y Reto demográfico publica el mapa de proyectos financiados y subvenciones que incluyen entre sus items las iniciativas de transición justa y la economía circular2. Las narrativas para cambiar imaginarios y la visibilidad de los emprendimientos que las llevan a la acción pueden ir de la mano.

El sistema de la comunicación, creado para conectar a las personas, no puede olvidar esta necesidad conexión ecológica, de reconexión con la naturaleza, un proyecto que va más allá de la difusión de información ambiental. Medios, agentes sociales y movimientos ciudadanos juegan un papel imprescindible en los modelos políticos y económicos de participación, comprensión, consumo y opinión. Especialmente por constituir el flujo donde convergen los distintos discursos y retos que friccionan en la brújula cultural hacia la posible transición ecosocial justa en el planeta.

Los “Diálogos para ecologizar la comunicación” reúne las palabras intercambiadas por personas expertas en ecología y/o en comunicación, desde la teoría y/o la praxis. Cada una de las voces invitadas realiza una labor acreditada y reconocida. Como un árbol no hace un bosque, es importante siempre reunir voces, crear ecosistemas de ideas para que el potencial polinizador aumente y llegue a quien lea estas líneas.

Referencias

  • Chaparro, Manuel (2015). Claves para repensar los medios y el mundo que habitamos. La distopía del desarrollo. Desde Abajo.
  • Comins, Irene (2024). Ética del cuidado de la Tierra. Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, 165, 13-22.
  • De Aandrés, Susana y Chaparro, Manuel (2022). Comunicación Radical. Despatriarcalizar, descolonizar y ecologizar la cultura mediática. Gedisa.
  • De Castro, Carlos (2001). La revolución solidaria. Más allá del desarrollo sostenible. Iepala.
  • Georgescu- Roegen, Nicholas (1971). The Entropy Law and the Economic Process. HUP.
  • Guerra, María José. (2015). Ecofeminismos materialistas. Política de la vida y política del tiempo en Mary Mellor. En Alicia Puleo (Ed.). Ecología y género en diálogo interdisciplinar. Plaza & Valdés, pp. 375-386.
  • López De la Vieja, María Teresa (2015). Cuidado y responsabilidad. En A. Puleo (ed.). Ecología y género en diálogo interdisciplinar. Plaza & Valdés,
  • pp. 157-170.
  • Peralta, Lidia; Chaparro, Manuel y Espinar, Lara (2019). Las mujeres como impulsoras de transiciones ecofeministas. Hacia sociedades más justas y diversas. UOC.
  • Puleo, Alicia H. (2011). Ecofeminismo: para otro mundo posible. Cátedra.
  • Puleo, Alicia H. (2019). Claves ecofeministas. Para rebeldes que aman a la tierra y a los animales, Plaza y Valdés, Madrid.
  • Roger, Alex (2020). Misterios de las profundidades. Las maravillas ocultas de nuestros océanos y cómo protegerlas. Ático de los libros.
  • Shiva, Vandana (1988). Staying alive. Woman ecology and survival. (1995) Abrazar la vida. Mujer, ecología y supervivencia. Horas y horas, Madrid.
  • Tafalla, Marta (2022). Filosofía ante la crisis ecológica. Una propuesta de convivencia con las demás especies: decrecimiento, veganismo y rewilding. Plaza Janes.
  • Velasco, Angélica (2017). Ética animal. ¿Una cuestión feminista?. Cátedra.
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