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Un Lorca a la vuelta de la esquina

—¿Eso está bien escrito?

En el patio de butacas de la Sala Roja de los Teatros del Canal, en Madrid, un estudiante señala un rótulo en el que se lee: Federico hacia Lorca. Es ese hacia, en lugar de García, el que le confunde. Pero ese es también el título de la obra que va a ver, junto a sus compañeros de clase, en unos minutos. Se trata de la producción número 14 de La Joven Compañía, con dramaturgia de Irma Correa y Nando López, a partir de textos del poeta granadino, dirigida por Miguel del Arco

—Es un juego de palabras que han hecho entre Federico, la persona, y Lorca, el personaje —contesta su profesora, sentada en la fila de atrás. 

La platea, con un aforo de casi 600 localidades, está llena de estudiantes de secundaria y bachillerato de institutos de Madrid y alrededores. La sesión de las 12 es la segunda del día, y pasarán por aquí hoy más de un millar de alumnos de 13 centros de la Comunidad, como el Isaac Albéniz de Leganés, Los Castillos de Alcorcón o el Ramón y Cajal, del barrio de Hortaleza. En total, La Joven Compañía, un proyecto nacido en 2012 con la finalidad de hacer teatro por y para jóvenes, reunirá en una sola mañana a 2.500 nuevos espectadores,según cálculos de su equipo, entre las funciones en Madrid y las de Playoff, otra de sus obras en cartel, en Avilés. Estamos a miércoles, 27 de marzo, y es el Día Mundial del Teatro

En el escenario, una docena de actores, casi todos veinteañeros, se encargan de levantar la biografía de Lorca a partir de sus textos, desde la tertulia El Rinconcillo del Café Alameda, en Granada, hasta su fusilamiento en 1936, pasando por su feliz traslado a Madrid, los días de la Residencia de Estudiantes, los primeros amores, los avances en su obra, su marcha a Nueva York y la experiencia de La Barraca. La enérgica puesta en escena de Miguel del Arco —uno de los directores más prestigiosos del teatro español, con montajes como La función por hacer, Misántropo o Refugio— engarza fragmentos de poemas, cartas, entrevistas y conferencias del autor. Allí, Lorca se despide de los amigos en su ciudad natal, allí discute con su padre, que quiere cortarle los fondos de su estancia en Madrid, allí se le ve paseando por la Puerta del Sol, atreviéndose a marchar sin sombrero junto a Maruja Mallo, allí se le ve sufrir por el amor no correspondido del escultor Emilio Aladrén...

La profesora tenía razón: se trata de hablar del joven creador en plena efervescencia, y no tanto del mito poético español. "Queríamos traer a nuestro lenguaje, a nuestro habla, el habla de Lorca, en la medida de lo posible", apunta Xoán Fórneas, uno de los actores que interpretan al granadino —con el que además comparte, sobre escena, un sorprendente parecido físico—. "Queríamos desmitificar a un autor que puede resultar incluso pedante, o que se le ha interpretado con mucho folclorismo, y traerlo a la forma que tenemos nosotros de expresarnos". Se muestra a un Federico —los intérpretes le llaman por su nombre de pila— rodeado de amigos, alegre, activo, inquieto y permeable a lo que ocurría a su alrededor. El Lorca que aparece en escena es, en palabras de Fórneas, el "hombre de personalidad arrolladora" que encandiló a quienes le rodearon. 

David R. Peralto cuenta a otra de las docentes —con algunos les une una relación ya de años— que este es un encargo de la Comunidad de Madrid como una de las actividades del Año Lorca, que celebra el centenario de la llegada del poeta a la capital. No es la única ciudad que homenajea al poeta, aunque no sea este 2019 un año redondo en su biografía: la Diputación de Granada, por ejemplo, acaba de poner en marcha el proyecto Universo Lorca, que rastrea los lugares de memoria del escritor en la ciudad y su provincia. Si allí se señala la Huerta de San Vicente, la casa familiar en Valderrubio o el barranco de Víznar, donde fue asesinado el poeta, aquí se recuerdan su estancia en la Residencia, sus inicios teatrales y el efecto liberador que tiene la ciudad sobre el autor, como lo tienen sus ilustres amigos: Salvador Dalí, Rafael Alberti, la mencionada Mallo, la maestría de Juan Ramón Jiménez... Y Luis Buñuel: el desencuentro entre ambos artistas, motivado porque el cineasta no aceptaba la homosexualidad del autor, tiene su propia escena. 

La tiene también su amistad con José Antonio Primo de Rivera, con quien también se relacionó, incluso muy cerca ya del golpe de Estado del 18 de julio. Miguel del Arco dibuja dos tertulias paralelas: una de poetas progresistas, con el especial protagonismo de Alberti, que acababa de volver de la Unión Soviética, y otra de intelectuales de ultraderecha. Lorca, sobre escena, trata de hacer ver que el entendimiento era posible. No lo era: si Primo de Rivera le proponía una especie de alianza, serían sus correligionarios quienes les quitarían la vida. Y, en el patio de butacas, se instala una cierta incomodidad —se escapa alguna risa, otros mandan callar— cuando los actores entonan el Cara al sol o hacen el saludo fascista, interpretando el auge de la ultraderecha. En el coloquio que sigue a la primera sesión de la mañana, una chica pregunta por esos gestos: "Eso sucedió y, como me imagino que sabéis, no está tan lejano", contesta la actriz Carmen Tur. De hecho, en escena se hace una referencia socarrona a Vox cuando se habla de la oposición falangista a La Barraca. "El teatro es un espejo", continúa, "eso ocurrió y hay que representarlo". 

"Granada, calle de Elvira..."

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"Mientras estamos haciendo la función hay todo tipo de reacciones", cuenta Fórneas. "Ahora que está Vox, hay risas cuando se canta el Cara al sol, cuando se levanta el brazo, cuando se dice maricón… Entonces hay chavales que se indignan, que dicen que no hay que reírse de eso, y se crea un debate. Es ponerle al público adolescente un espejo de la sociedad delante, y cuando ven todo lo que pasó [con el asesinato de Lorca] se hace como un silencio". Esta relación entre lo que ocurre en escena y lo que pasa en la calle es marca de la casa. Sucede con Playoff, también en cartel, que retrata el machismo en el fútbol con un elenco completamente femenino, y sucederá con Gazoline, su próxima obra, un texto de Jordi Casanovas con dirección de José Luis Arellano —también director artístico del proyecto— que explora lo ocurrido en la periferia de París en 2005, un paisaje de desigualdad, racismo y coches en llamas. Hay otro elemento de interés, que explica David R. Peralto, director de La Joven Compañía: "Está interpretada por cinco actores, todos españoles, y ninguno blanco. Esa es la España real de la que nosotros hablamos". 

Durante el coloquio, los estudiantes preguntan por las dificultades que han encontrado los actores durante el montaje, por cómo les ha influido el poeta, por cuánto conocían de él hasta el momento... Las respuestas, de nuevo, son cercanas. "Ha sido un viaje bastante emocionante, todos conocíamos al poeta pero no conocíamos de dónde salían esos versos", dice ante el público Pascual Laborda. "A Federico le fusilaron con 38 años, esto que habéis visto lo hizo todo siendo muy joven", les insiste Rosa Martí. En lo mismo incidirá Tur más tarde: "Lorca escribió todo esto con 18, 20, 25 años… Pero es que nos lo enseñan de una forma que claro que choca. Lorca, nacido en tal, en tal año… No te llega. Y en realidad no habla de cosas que no le pasen a cualquiera, en la adolescencia también". En las últimas filas, un estudiante se arma de valor: "Cuando tuvisteis que estudiar a Lorca, ¿os pareció un peñazo?". El auditorio estalla en risas. Se arma de valor también el actor Íñigo Santacana, y responde: "Sí. Me he dado cuenta de que cuando lo estudié me faltaba madurez. Pero quiero pedir que le des una oportunidad, ¿vale?". Aplausos. Quién sabe, quizás lo haga. 

 

—¿Eso está bien escrito?

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