'51 poetas': Genealogía literaria

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Federico Díaz-Granados

51 poetas. Antología íntima

Selección, introducción y notas de J.M. Coetzee

El hilo de Ariadna

Buenos Aires2015

Al leer algunas de las más conmovedoras novelas de J. M. Coetzee (Premio Nobel de Literatura 2003) como Esperando a los bárbaros, El maestro de Petersburgo, Desgracia y La infancia de Jesús entre otros, se confirma aquella verdad de a pulso de que los grandes narradores deben ser, antes que nada, buenos lectores de poesía como una forma no solo de configurar una mirada del mundo y el ser humano, sino como una manera de medirle el pulso a las palabras y enfrentarse a la verdadera intensidad de un idioma.

Algunos escritores revelan su secreta carpintería y nos dan a conocer sus costuras y recursos en su propia narrativa, otros nos van develando en sus obras algunos guiños y pequeños homenajes a sus poetas o poemas entrañables. Otros narradores consumados (se me vienen a la cabeza William Faulkner, José Saramago, Aldous Huxley, Charles Bukowski, James Joyce y John Updike, por mencionar algunos) se arriesgaron con mayor o menor fortuna a publicar sus poemas o ejercicios poéticos en volúmenes que integran sus bibliografías. John Maxwel Coetzee nos entrega una antología personal e íntima de los poetas y poemas que han sido definitivos en su pasión lectora y que trazaron, cada uno a su medida, los puntos cardinales de un oficio y una vocación.

A la mejor manera de Jorge Luis Borges, el escritor sudafricano ha emprendido la fascinante aventura de la publicación de su Biblioteca Personal y lo hace precisamente con una editorial joven e independiente de Argentina: El Hilo de Ariadna. En una impecable edición de 600 páginas, Coetzee nos lleva de la mano por su historia personal de la poesía mostrando al lector no solo sus poetas fundamentales sino los poemas esenciales que no solo lo han emocionado sino que le han permitido reconocerse como parte de una genealogía de elecciones afectivas. Es el resultado de sintetizar toda una vida de lecturas y de hacer un balance de su canon particular en el que estrecha unos vasos comunicantes entre los clásicos, sus maestros y sus contemporáneos en diferentes lenguas y culturas.

Nos recuerda Coetzee en la introducción que "esta antología es personal en dos sentidos": "Primero, está formada por poemas que significan y significaron mucho para mí. Segundo, está formada por poemas que responden a mi estándar personal de excelencia poética". Agrega después, casi a la manera de un arte poética: "Desde nuestros primeros días, antes de aprender a hablar, antes de tener la más mínima noción de qué es una palabra –cómo un sonido puede portar un sentido que es igual para todos los hablantes–, nuestra mente infantil comienza a configurarse gracias a la música y la poesía, a partir de los ritmos del habla de nuestras madres y el parloteo sin sentido de las canciones y rimas infantiles. Llevamos esos ritmos, esos fragmentos de melodías, esos ecos del habla a través del viaje de nuestra vida, enterrados profundamente dentro de nosotros, junto con otros pedazos de canciones y versos que recogimos en la infancia. Configuran nuestra sensibilidad; tomados en su conjunto, constituyen el sustrato más arcaico de la cultura dentro de la cual nacemos".

Para los lectores hispanos resulta grato que la antología abra con cuatro poetas de las dos orillas de la patria cervantina: Rafael Alberti, Federico García Lorca, Jorge Luis Borges y Pablo Neruda, cuatro poetas definitivos para comprender el vigor y la fuerza del idioma español en el mundo de hoy.

Así como incluye algunos poemas muy conocidos por los lectores de poesía como "Ajedrez" de Borges, "Barcarola" de Neruda, "Romance sonámbulo" de García Lorca, "El barco ebrio" de Rimbaud, "Fuga sobre la muerte" de Celan, "Requiem" de Anna Ajmátova, "Oda sobre una urna griega" de Keats y "Pan y vino" de Hölderlin entre otros, también toma sus riesgos (como los buenos antologuistas) y apuesta por incluir poemas y poetas de su nativa Sudáfrica y de su actual país de residencia Australia como lo son Douglas Livingstone y Stephen Watson y Les Murray respectivamente. Poetas que reinventan su cultura y desde la búsqueda de sus mitologías crean un diálogo con la actualidad.

Además de los poetas mencionados están incluidos los franceses François Villon y Charles Baudelaire; de lengua alemana como Rainer Maria Rilke, Bertolt Brecht, Hans Magnus Enzensberger y Rutger Kopland; poetas polacos como Zbigniew Herbert y Wislawa Szymborska; italianos como Cesare Pavese y Eugenio Montale; latinos como Sexto Propercio, Publio Ovidio Nasón y Marco Valerio Marcial; griegos como Simónides, Constantino Cavafis, Angelos Sikelianos y Yorgos Seferis y por supuesto de lengua inglesa como William Shakespeare, Walt Whitman, Ezra Pound, Theodore Roethke, Anne Sexton, Sharon Olds, John AshberyWilliam Wordsworth, William Butler Yeats y Ted Hughes entre otros.

Las notas que acompañan cada poema, más que perseguir un afán didáctico nos deja ver una sensibilidad lectora llena de matices y de rigores. Son notas de un lector devoto que, con gran generosidad, comparte su aproximación e interpretación de cada poema. Por ejemplo al comentar "Colegio (S.J.)" de Rafael Alberti (poema inicial de la antología), Coetzee nos recuerda: “La amargura de Alberti a causa de la educación –o adoctrinamiento— que recibió de los jesuitas queda clara en varios poemas que escribió durante su fase surrealista de fines de los años veinte. “Colegio (S.J.)' lo escribió a mediados de la década de 1930, momento en el cual el poeta se había convertido en militante comunista comprometido en la defensa de la República española. Se centra en el papel del Colegio (del cual lo expulsaron a los quince años) para fomentar su conciencia de clase, así como para cerrarle las puertas del cielo al hacerle odiosa la  religión católica”.

De igual manera al anotar los conmovedores poemas que escogió de Wallace Stevens menciona: “De los grandes poetas de su generación, Wallace Stevens era el más inclinado a la filosofía y, a la vez, el de imaginación más sensual. “El hombre de nieve” (1923) y “la idea del orden en Cayo Hueso” (1936) son poemas filosóficos en el sentido de que están impulsados por un ansia capital de sentido (¿tiene el mundo sentido en sí mismo? ¿Es el mundo tal y como lo conocemos, es decir, creado por el lenguaje?). Sin embargo, la experiencia de leerlos es menos parecida a la de seguir una indagación filosófica que a la experiencia de escuchar música y caer bajo su hechizo: el pensamiento se materializa”.

Si Bien Coetzee justifica esta antología como una nostalgia de una época en la que había muchos dioses también nos recuerda con cada poema incluido que cuando caen las mitologías y los dioses emprenden su retirada la poesía seguirá siendo, de una vez y para siempre, el lugar de refugio de lo sagrado, de lo íntimo, del silencio y de lo humano.

* Federico Díaz-Granados es poeta. Su último libro es Las prisas del instante (Visor, 2015). 

51 poetas. Antología íntima

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