Sobre el escritorio está la nueva agenda. Sus tapas impecables son como el frente de una casa recién construida aún deshabitada. Las líneas en sus páginas sugieren caminos que no se sabe a dónde llevarán. Las fechas en el ángulo superior remiten a sucesos del pasado porque aún no tienen memoria propia: hibernan en espera de que la vida cronometrada se aloje en su blancura.
Tapas, líneas, fechas suscitan curiosidad, incertidumbres, temores, esperanzas.
En el cajón del escritorio se acumulan agendas de años anteriores. Tienen las cubiertas maltratadas y las abultan los papeles guardados entre las hojas llenas de números, nombres, direcciones, frases incomprensibles, tachaduras, iniciales, reflexiones, desahogos: “1º. de abril: En resumidas cuentas, no sé cómo resolverlo.” “Julio 12: Me dio pena confesar que nunca he sacado un pasaporte.” “Octubre 31: Valió la pena.” “Diciembre 11: Otra vez me tocó hacer la lista del intercambio de regalos. ¡Ni modo!”
*Cristina Pacheco es escritora y periodista. Su último libro, Cristina PachecoEl eterno viajero (Océano, México, 2016).
Sobre el escritorio está la nueva agenda. Sus tapas impecables son como el frente de una casa recién construida aún deshabitada. Las líneas en sus páginas sugieren caminos que no se sabe a dónde llevarán. Las fechas en el ángulo superior remiten a sucesos del pasado porque aún no tienen memoria propia: hibernan en espera de que la vida cronometrada se aloje en su blancura.