La alquimia del vuelo de las palabras

Ricardo Virtanen

Lírica industrial 

Rubén Martín Díaz

Ediciones Rialp (Madrid, 2023)

Con Lírica industrial, su séptimo poemario, el albaceteño Rubén Martín Díaz (1980) obtuvo el Premio Alegría 2023 de Santander. Sin duda conforma su trabajo más conseguido, acaso con un título antipoético —o anticonvencional desde lo poético, cercano al oxímoron— que conjuga dos mundos en apariencia opuestos: el mundo del trabajo y el familiar, pero que a la postre conforman su natural recorrido vital. Martín Díaz ya había obtenido el Premio Adonáis en 2010 con El minuto interior. Su obra se ha completado con los títulos Contemplación (2009), El minuto interior (2010), El mirador de piedra (2012), Arquitectura o sueño (2015), Fracturas (2016) y Un tigre se aleja (2021), el cual consolidó una poética que hundía sus raíces en la rememoranza de un pasado que se aleja, al tiempo que nos dictaba una manera de afrontar nuestras vidas presentes y futuras, desde el misterio de la poesía. Las influencias que percibimos van desde José Ángel Valente o Juan Luis Panero hasta Miguel Ángel Velasco, Vicente Gallego o Antonio Cabrera. Una poesía que transita fundamentalmente en el pálpito de la intuición lírica como procedimiento poético.

Rubén Martín trabaja como técnico de mantenimiento industrial en una fábrica de Albacete, al tiempo que desarrolla una vida familiar convencional. El poeta, pues, ha querido conjugar esos dos mundos dentro de un proceso disociativo, bajo la apariencia de un sustrato artístico y personal. Por ello, la estructura poemática radica en tres partes. Una primera, titulada Los trabajos y los días, emula el poema didáctico de Hesiodo (700 a. C.) de título homónimo (Opera et dies), y encierra ocho poemas que evocan el mundo industrial del sujeto poético, con poemas significativos desde su mismo título —Trayecto o Más allá del ruido—, los cuales ajustan cuentas con ese mundo antipoético de las fábricas ("El ruido de las máquinas / no deja oír la luz ni contemplar / el silencio del bosque"). En este sentido se conjuga el esfuerzo en recrear poesía con elementos vivenciales antilíricos, una de las características de esta parte del poemario. Así Lo imposible quizá represente una especie de poética, donde leemos unos versos que encardinan su proceder: "Escribir lo imposible / de manera impensable". En El lugar del poeta hallamos la receta que conjuga la verdad de la poesía con la realidad que nos circunspecta: "A veces reflexiono, / trabajo de memoria / mis poemas, / y comparto el silencio / de las máquinas / mientras hago labores / programadas". Esto es, experiencia, silencio y poema conjugados con delicadeza y transcendencia. El texto que cierra este epígrafe, Jaula de lluvia, sirve de contrapeso al mundo industrial, y se gestiona en los días de descanso —"cuando el ave de luz / vislumbra a lo lejos el señuelo del alba— el peso del amor como hospedaje.

El segundo epígrafe, Polígono industrial, persevera y expansiona la misma idea de la soledad del hombre frente a la máquina, frente a "las altas catedrales de la industria" dentro del contorno poemático, y de la propia expresión poética, en muchas ocasiones con carácter metapoético: "A veces reflexiono, / trabajo de memoria / mis poemas, / y comparto el silencio / de las máquinas / mientras hago labores / programadas". El sujeto poético transita por el medio industrial, pero entonces urge lo lírico, que el poeta aúna en una misma constelación poética: "Estoy solo en la fábrica, / confinado en su noche, / pero empiezo a temblar / en las palabras / y el poema desciende / poderoso, / doblegado ante mí, / como si un dios hincara / las rodillas / ante una mustia flor / para poder sanarla". Entonces parece fundamental la posición del poeta en este contexto, la figura del vate que extrapola elementos antipoéticos, que integra en el contexto del poema, como se lee en Sumisión a las máquinas: "Me paro a contemplar la servidumbre / de estos monstruos de acero". El maquinismo es usado por el poeta como contrapunto de estar vivo, dueño de la palabra, ante las bestias de acero. Por ello, el poema finaliza con un aserto vital: "respirar estar vivo, / no ser solo una máquina, / pues ellas nada saben del amor". Los poemas, en no pocas ocasiones, conjuran, cierta poética, también en el camino del envés metapoético. En el poema narrativo Teoría del taller, se ofrece una poética que se congracia con la idea de mezclar distintos elementos (poéticos y extrapoéticos), que en este caso se aproxima a la sinécdoque, pues el proceso de engranaje en el mundo de la máquina industrial podría asemejarse al proceso del poema lírico. El poeta parte de la idea de que "todo principio poético parte de una disociación". Entonces escribe al final del texto: "La poesía solo se nos revela cuando / hacemos de ella algo inesperado, algo fuera de / lo común". Sin duda, el locus que se integra en el poema: el polígono industrial, se proclama desde todas sus vértices: el ruido continuo de las máquinas (como un ininteligible lenguaje), su mantenimiento y su fisonomía atroz. Por ello leemos en La bestia un uso falaz de la personificación: "La fábrica, en penumbra, / solitaria y tranquila / en mitad de un polígono industrial / del extrarradio / se perfila en la noche / como una bestia hambrienta agazapada / añorando otra presa que cazar". La mixtura entre poeta y máquina adquiere mayor interacción en el significativo poema La llamada, cuyo inicio es: "Soñé que en el idioma de las máquinas / el poema se hacía cuerpo", que se desarrolla en el poema siguiente, "Mantenimiento correctivo de una máquina", que finaliza sorpresivamente así: "a costa del afecto que demuestras, / ya soy parte de ti". A todos estos poemas, sumaríamos el homenaje que se dedica a El Muelle ("Juan Carlos Argüello Muelle", aquel mítico grafitero punk de los ochenta, fallecido tempranamente, cuya  estampa nos recuerda a la lírica del poeta Miguel Ángel Velasco.

Un festín poético

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El último epígrafe, también conformado por ocho poemas, como el primero, se acciona como complemento vital al mundo maquinal del sujeto lírico. Se titula Vacaciones, y en sí encierra los textos más íntimos y experienciales, donde la mujer y los hijos ocupan un tiempo vivo inserto en el periodo vacacional (Vacaciones se titula de forma homónima el que entreabre esta sección), lejos del ámbito industrial y maquinístico. El mar se consolida en todos estos poemas en locus invariable: "Deja el verano algún matiz honesto / reposado en el agua", como se lee en A un mar de siempre, cuyo final encierra unos versos asertativos: "Todo abismo que invocas me deshace. / Me vacías de mí. De ti / me colmas". Todos los poemas ofrecen un contrapunto al mundo frío y maquinal de los otros epígrafes. Hacer memoria complementa el conjunto recreándose en el ayer, y en Blanca duerme, de tono elegíaco, sucumbe el sujeto lírico al sueño de la hija, también como contrapunto a todo lo añadido hasta ahora en torno al tema industrial del conjunto: "… siento / clavarse en mí el punzón de la nostalgia / con la fuerza absoluta del amor". El mar, el vuelo de un pájaro, la memoria, los hijos, el amor, la belleza o la naturaleza toman ahora el peso temático del poema, que vira hacia una viva exposición de su más pura intimidad.

La poesía no está solo en el poema, resumiríamos. Más valentiano que nunca, Rubén Martín escribe sobre la palabra: "alzó su vuelo libre e inmortal / sobre la cima oscura del silencio: / y se hizo luz el canto" o "escribir poemas sin palabras, / uno que esté a la altura del silencio". Con Lírica industrial presenta bajo la alquimia del vuelo de las palabras, un trabajo vivencial notable, en la cúspide de su lírica. 

* Ricardo Virtanen es escritor. Su último libro 'Hilo de lluvia' (La Garúa, 2024).

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