Cuando Almudena Grandes y Luis García Montero cenaron en Madrid con Manuel Borrás, Luis le dijo a Manolo: “He recibido un whatsapp de Irma con una foto tuya cuando recibes la Medalla al Mérito, y daba la noticia a sus amigos con tal alegría que parecía que era ella la que la había recibido”. Manolo le contestó: “Pero es que es así, el premio también es de ella”. El mismo Manuel Borrás me contó telefónicamente, uno o dos días después, esta breve y conmovedora escena en la que yo estaba también cenando en Madrid, amiga, lectora, autora, de la misma manera que ellos están ahora conmigo en Buenos Aires cuando los recuerdo. Los amigos, estos amigos, estos autores y este editor, tácitamente o no, y por todas partes, siempre están en mí y son parte de lo que soy, tarde o temprano fortaleciendo esos profundos lazos que amorosamente unen y que nos van haciendo a cada uno de nosotros lo que somos.
Conociendo y queriendo a Manuel Borrás, puedo decirles que le contestó a Luis la verdad: ha merecido la demorada distinción por su obra, y su obra es su catálogo, su mundo y su gran familia de amigos de cualquier lugar y lengua y de cualquier época. Y no ha estado ni está solo en la confección de ese catálogo porque los Pre-Textos son tres (y aquí comienzan los hechos…), cada uno en lo suyo y a su vez complementando el rol de los otros, en una perfecta labor de equipo que funciona, los resultados lo dejan ver, como un reloj. Silvia Pratdesaba y Manuel Ramírez forman el círculo estrictamente familiar y estrictamente público de esta familia de todos nosotros. Y todos somos Pre-Textos, incluidos, por supuesto, sus lectores, ganados palmo a palmo durante un poco más de cuarenta años, que se dice pronto…
Manuel es al que más veo. Sus viajes a América y estrictamente a Buenos Aires datan de los primeros años ochenta, y como estoy aquí puedo dar fe, al menos desde los noventa, de que siempre su llegada es una fiesta. La noticia de que Manolo está por llegar corre como un reguero entre sus amigos, lectores, autores, colegas, y empezamos a hacer planes, organizamos encuentros, comidas, salidas… La larga cadena está encendida. Mi casa ya es su casa, mis amigos son sus amigos, y entre los que hoy tengo, también hace un tiempo que sumo los amigos porteños y no porteños de Manolo… Regalo de Manuel, de los Pre-textos, de la vida.
También en Valencia y en Madrid y hasta en algunos otros lugares queridos (conocí a Manuel en Bérgamo), pero sobre todo en Buenos Aires, he podido comprobar que Manolo lee incansablemente, su gran batuta, si no me equivoco, su gran rol en Pre-Textos. Y sus lecturas preferidas son su catálogo. ¡Ay, cuando los obstáculos del tipo que fueren impiden agregar algún otro nombre ya incorporado por los tres Pre-Textos…!
Manuel es un gran lector o, lo mismo, un buen cazador de buenos escritores. Pude presenciar cómo eligió en Buenos Aires a uno de ellos bastante joven. Le habían recomendado su primer libro, recién editado en Argentina, y traté de acordar una reunión entre los dos: es fácil comprender el desconcierto del joven cuando supo que Manuel Borrás quería conocerlo. Y los tres compartimos un café. La charla, en general, fue muy distendida y feliz. Manuel, con su natural bonhomía y su luminosa mirada, lo había logrado una vez más.
El editor conversó, preguntó y precisó: “¿No has escrito otro libro?”. Y el joven, que siempre había tenido con él una pequeña carpeta, se aventuró, ya acercándosela, a decir: “Le he traído tres cuentos de un libro que estoy escribiendo”. Y con la misma calidez, cercanía, y en ese rol de gran lector que construyó desde su adolescencia y en Pre-Textos desde 1976, Manolo le contestó estrictamente con cuatro palabras que se me grabaron: “Yo no leo borradores”. Categórico y alentador a la vez, maestro y lector.
Puedo asegurarles que el joven siguió y siguió escribiendo, reescribió, dudó y volvió a escribir, y poco a poco fue encontrando, luego de varios intentos, el eje, el orden natural de una serie de cuentos que forman también un equipo, potenciándose, ayudándose, creando al fin su armonía y un nuevo título.. Cuando después de un tiempo prudencial, Manuel Borrás tuvo en sus manos el original de este nuevo libro, tardó como un mes en dar su opinión, y entonces el joven recibió un extenso e-mail, que sintetizo en estas siete palabras: “Este libro es mejor que el primero”.
El cazador había encontrado su nueva presa, su nuevo autor, su nuevo amigo. Y tarde o temprano será también nuestro amigo.
A todos nosotros, desde tu Silvia y tu Manolo, nos has representado cuando recibiste tu Medalla al Mérito. Y te lo agradecemos, querido Manuel Borrás.
*Irma Emilozzi es profesora y crítica literaria.Irma Emilozzi
Cuando Almudena Grandes y Luis García Montero cenaron en Madrid con Manuel Borrás, Luis le dijo a Manolo: “He recibido un whatsapp de Irma con una foto tuya cuando recibes la Medalla al Mérito, y daba la noticia a sus amigos con tal alegría que parecía que era ella la que la había recibido”. Manolo le contestó: “Pero es que es así, el premio también es de ella”. El mismo Manuel Borrás me contó telefónicamente, uno o dos días después, esta breve y conmovedora escena en la que yo estaba también cenando en Madrid, amiga, lectora, autora, de la misma manera que ellos están ahora conmigo en Buenos Aires cuando los recuerdo. Los amigos, estos amigos, estos autores y este editor, tácitamente o no, y por todas partes, siempre están en mí y son parte de lo que soy, tarde o temprano fortaleciendo esos profundos lazos que amorosamente unen y que nos van haciendo a cada uno de nosotros lo que somos.