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Apuntes de gramática (a propósito del libro y la serie 'El hijo zurdo')

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Sí, la vida como historia

Hace casi cuatro años leí una novela que me recomendó mi querido y admirado escritor Isaac Rosa. Estábamos en Montauban. Unas jornadas que anualmente organiza la Association Présence de Manuel Azaña y se celebran en la ciudad donde murió, recién llegado al exilio en 1939, el Presidente de la Segunda República Española. "Has de leer El hijo zurdo, de Rosario Izquierdo, estoy seguro de que te gustará", me dijo en uno de los recesos. Para mí la palabra de Isaac, dentro y fuera de los libros, es como el imperativo categórico de Kant pero sin necesidad de notas a pie de página. O sea, que a los pocos días del regreso ya había leído la novela. La recomendación tenía el tono y la intensidad del entusiasmo, y lo mismo me pasó a mí cuando salí de su lectura. Prediqué sus excelencias allá donde me fue posible. Y no he dejado de hacerlo desde entonces, desde aquellos finales de 2019 que fueron también los de las primeras noticias sobre el puñetero pangolín que luego, en pocas semanas, cambiaría nuestras vidas.

Ahora El hijo zurdo vuelve a la actualidad porque el guionista Rafael Cobos ha escrito la versión de la novela en formato serie que se ha estrenado en Movistar hace unas semanas. Siempre es difícil abordar alguna reflexión cuando se trata de escribir sobre un libro y su adaptación al mundo del cine o de las series. Tampoco sé si son esos mundos lo mismo. Soy más de cine y apenas si veo alguna de las series que habitan los televisores y los ordenadores y los móviles y las tabletas del planeta Tierra. Me pierdo en las series porque me recuerdan aquellos tebeos de la infancia que acababan con un fatídico continuará, un final que te condenaba impunemente a una ansiosa espera lo que quedaba de semana, hasta la aparición en el quiosco del siguiente episodio. Ahora ya he visto El hijo zurdo por la tele. Es un mal rollo eso de relacionar un libro con su versión cinematográfica. Viene de fábrica, por defecto, un tópico repetido hasta la extenuación: el libro es mejor que la película. Y nos quedamos tan panchos. ¿Qué pasa entonces con La dama de Shanghai? ¿Alguien sabe algo de la novela en que se basa la peli de Orson Welles? O con una lista interminable de westerns antológicos basados en novelas que nadie conoce. O sea: al libro lo que es del libro y a la peli lo que es de la peli. Y punto.

La novela de Rosario Izquierdo es de las que hacen época. Publicada en la editorial barcelonesa Comba, cuenta una historia absolutamente de ahora mismo: a una mujer burguesa, progresista, le sale un hijo nazi. Pero no sólo eso sería la historia entera, incluso me atrevería a decir que ni siquiera es la parte más importante de la historia. La mujer, Lola, encuentra a Maru, otra madre de nazi. La madre de Loren es rica. La madre del Loco es pobre. Lo de las clases sociales, ¿recuerdan?, eso que ahora dicen que no existe. Claro que existe, y cuando se cuenta esa realidad, tan oculta en los pliegues del llamado Estado del bienestar, sería un desastre si se cuenta mal. No es ése el caso del El hijo zurdo. Para nada lo es. Y hay más historias dentro de la historia: la maternidad. Cuánto se habla hoy de la maternidad. Las dudas, eso que como una picadura de alacrán se parece a la culpa, la sensación de que la vida estará demasiadas veces por encima de nuestras propias decisiones. Los sueños de los padres antiguos para sus hijos que se romperían cuando la vida se convirtiera en una mierda corriendo por las venas de una adolescencia sin futuro. La familia: ¡ay, la familia! ¡¿Qué hacemos con la familia y más en los tiempos que se avecinan con los descerebrados de Vox y buena parte del PP dispuestos a resucitar los manuales más terroríficos sobre lo que ha de ser la familia y la propia vida de las mujeres dentro y fuera de la casa? Las mujeres en El hijo zurdo que se buscan en medio de un vacío donde apenas encuentran códigos que no las entenebren, como la soledad infinita en una parada de autobús una noche de tormenta. Ese feminismo tan radicalmente personal de Rosario Izquierdo cuando habla de las mujeres en su novela rabiosamente fascinante. Por qué tan poca gente habla y escribe del feminismo de clase. Por qué.

Después de cuatro años desde su publicación, llega le serie escrita por Rafael Cobos, dirigida en algunos episodios por él mismo y en otros por Paco R. Baños. Y con la serie llega también, inevitablemente, la comparación de siempre. Libro o película. Con qué nos quedamos. Y lo adelanto sin marear la perdiz de la indefinición: me quedo con el libro y me quedo con la serie. "La gramática es un piano que toco de oídas, porque al parecer el año en que explicaron las normas yo no fui a la escuela. Lo único que conozco de la gramática es su poder infinito. Cambiar la estructura de una frase altera el significado de esa frase de forma tan clara e inflexible como la posición de una cámara altera el significado del objeto fotografiado", escribe Joan Didion cuando habla del oficio de escribir en Lo que quiero decir, un libro imprescindible, como todos los suyos. Pues así yo mismo. Me lío con las normas gramaticales. Pero intento que lo que escribo no traicione lo más imprescindible: a mí mismo y la historia que quiero contar para que la escritura, al cabo, no sea una vergüenza. Hablo, pues, de las traiciones. De ahí, que me quede con la novela inmensa de Rosario Izquierdo y con la magnífica serie escrita por Rafael Cobos. Y no es por quedar bien con una, con el otro y con las escrituras que han llevado a cabo para contar una historia que si no es la misma en ambos casos se parecen mucho.  

La cámara ha sido colocada en el mejor de los ángulos: extraer lo que podríamos llamar el alma del relato. Que aunque resulte imposible contar todo lo que el libro cuenta, haya seleccionado lo que en absoluto traiciona las tripas en papel de El hijo zurdo. Que hay detalles que no me gustan (como el esposo abogado convertido aquí en político de perfil bien identificado), no quiere decir nada. Para mí se quedan esas dos mujeres que luchan en soledad, llenas de contradicciones como no podía ser de otra manera, que se cuestionan su papel de madres: algo habremos hecho mal, que se preguntan, ya lejos de la culpa,  por qué la vida es una mierda, que por encima de todo sus vidas, les guste o no, no se pueden entender sin Lorenzo y el Loco, esos jóvenes que andan en sus mundos, esos mundos en que lo de fuera de sus casas y con independencia de su clase, se juntan para buscarse la vida o la ruina en esa violencia fascista que ha ido llegando a sus vidas y a las de quienes los rodean casi sin que nadie se diera cuenta.  Miren lo que escribe Siri Hustvedt en El mundo deslumbrante: "Hay que prestar atención a las señales, porque si no lo haces pasas junto a ellas sin enterarte y puedes perder la oportunidad de encontrarte con lo que te había preparado el destino". Pues eso.

Contar una historia será siempre un juego de elecciones. Lo hizo hace cuatro años Rosario Izquierdo y lo acaba de hacer ahora mismo Rafael Cobos: para que cada cual, desde su propio ángulo, acercarnos a una historia que es la misma aunque la "gramática" sea diferente. Hay más "concentración" en la serie que en el libro. Imposible reunir en seis breves capítulos lo que abarca la novela. Hay que elegir descartes y que esos descartes no dañen lo que en el fondo y en la forma encontramos en el libro. Que es más amable el final en la versión cinematográfica que en la novela, pues seguramente sí. Pero si la historia de El hijo zurdo es también una historia de amistad casi a la salida de la adolescencia, tampoco está mal que sea esa amistad la que por encima de todas las adversidades siga viva en el cierre del relato. Ni más dulce ni más amargo un final u otro. Ya lo dije: cuestión de elegir, aunque sepamos, sin duda alguna, que ninguna elección, al cabo, es inocente.

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Si no han leído El hijo zurdo, de Rosario Izquierdo, ya tardan en hacerlo. Y lo mismo con la serie escrita por Rafael Cobos. No se pierdan ni el uno ni la otra, ¿vale? Y ojalá no tengan en cuenta, ya de entrada, ese tópico tan persistentemente repetido: ¿es mejor el libro o la película? Gramáticas diferentes, ya saben que escribía Joan Didion. Pues eso.

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Alfons Cervera es escritor. Su último libro es Maquis (Edición 25 aniversario en Piel de Zapa).

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