Personas decentes
Leonardo Padura
Tusquets Editores
Cuando medio mundo está visitando el otro medio y el silencio habita las ciudades, volvemos a pasear por las calles de La Habana pero con la imaginación, como cocina nuestra querida Josefina, nuestra viejita que nos acoge a quienes somos lectores de las novelas de Leonardo Padura.
Personas decentes nos trae de regreso a Mario Conde, personaje que protagoniza las novelas policíacas de Padura y que conocemos mejor que al propio autor. En esta ocasión recuperamos La Habana de marzo de 2016, donde los Rolling Stones ofrecieron un multitudinario concierto gratuito y cuando Barack Obama se convirtió en el primer presidente de los Estados Unidos en visitar Cuba desde 1929. Como guinda del pastel, Chanel, la prestigiosa casa de moda francesa, eligió el Paseo del Prado de La Habana para uno de sus desfiles más celebrados.
Mientras toda la policía de la ciudad está desbordada por tanto acontecimiento inédito, se ha cometido el asesinato de Reynaldo Quevedo, un viejo representante de "los tiempos infames que se disimulan bajo capas de olvido". Quevedo, que para los medios culturales de la isla fue sinónimo de "dogmatismo, marginación, humillación y miedo". El teniente coronel Manuel Palacios tiene que recurrir a su amigo Mario Conde para desentrañar un violento asesinato que, muy pronto, serán dos. En la investigación participa el teniente Miguel Duque, al que ya conocíamos en un juego aristocrático y nobiliario de apellidos que poco tienen que ver con su situación cotidiana.
La Habana, 1910. El mundo se va al carajo: el 11 de abril de este año se espera al cometa Halley. Y en las calles de esta ciudad que pretendía ser "la Niza de América" también existe un barrio, el de San Isidro, considerado "zona de tolerancia" donde reinan la droga, la prostitución y el juego, una zona creada por el gobierno interventor norteamericano después de la independencia y en los albores de la República. Arturo Saborit Amargó llega a la turbulenta Habana como policía desde la provinciana Cienfuegos en 1908. En el deslumbrante café restaurante El Cosmopolita, Saborit conoce a Alberto Yarini y Ponce de León, el rey de la prostitución en la ciudad. Esta chocante amistad se consolidará (¿azarosamente?) con el asesinato de la prostituta Margarita Alcántara.
Las putas. Las putas en 1910. Las putas en 2016. "Las infatigables, imprescindibles, serviciales putas de la nueva promoción de una industria nacional que había sido reinventada por la crisis agónica de la década de 1990". "Creo que ya hay más putas que semáforos en La Habana… Y putos también, que no vamos a discriminar", nos advierte Yoyi el Palomo.
En esta novela, la más policíaca de todas las de Padura, transitamos La Habana a través de un siglo en dos tramas detectivescas. El lector descubrirá cómo la literatura se mezcla con la vida y cómo más allá de una concreta problemática nacional la historia vuelve a estrechar lazos con la Historia. Las tramas sirven para desenterrar las capas de olvido que acechan a la Historia. Las reflexiones de Mario Conde nos invitan a considerar también cuánta cantidad de olvido edificamos cada día para caminar en una huida constante hacia delante y sin tener en cuenta la indignidad de lo que significa no ser conscientes de que el pasado es indeleble. "En este país que se alivia de sus frustraciones alimentando la desmemoria". Y las palabras de Conde avivan nuestras propias reflexiones.
El asesinato que tiene que investigar Mario Conde nos alerta de otro tema fundamental en la novela. El abuso de poder de las élites políticas. Reynaldo Quevedo, personaje oscuro de lo peor de los tiempos de la Revolución, ha sido asesinado y las acciones de este viejo desempolvan las tropelías tremendas de un tiempo que parece que ahora nadie quiere recordar. "Mientras ellos se repartían lo bueno, a nosotros nos pedían más sacrificios, más pureza".
Leve y sutilmente, el exilio. El fardo de la nostalgia, los que se van… La obsesión de Mario Conde y la de su generación, sobre todo de los que se quedaron, como el propio autor. "Mucha gente se va y se va. La gente se va, los muchachos se van". Y a pesar de todo, "a pesar de las promesas que se hicieron polvo en el viento, como dice mi amiga Clara, ahora mismo nos merecemos ser felices", dice Mario Conde. Porque en ese todo está el peso de la amistad y nada menos que nos lo recuerda Clara, nuestra Clara del libro anterior, que bien sabe lo que es que los demás se estén yendo.
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Con esta novela, Leonardo Padura barre un poco más los senderos cubiertos por la desmemoria para que sepamos y sabiendo nos miremos en el espejo de la existencia. Y lo hace como sólo saben hacerlo los Rolling Stones: entregando algo de lo mejor que pueden crear los hombres. Un poco de belleza. Y, por supuesto, una necesaria dosis de decencia.
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Sonia Asensio es profesora de Literatura.