Los libros
'C'est la guerre'
La habitación enorme
E. E. Cummings
Traducción de Juan Antonio Santos Ramírez
Nocturna Ediciones
Madrid
2019
E. E. Cummings fue acusado de traición sin motivo aparente y encarcelado durante cerca de tres años en la prisión normanda de La Ferté-Macé. Una vez de vuelta en su casa, el poeta construyó una crónica de sus días en aquella habitación enorme, y escribió sobre la experiencia vivida durante la Gran Guerra que, precisamente, tituló La habitación enorme, publicada originariamente en 1922, y que ahora edita Nocturna Ediciones, traducida por Juan Antonio Santos Ramírez.
El libro, escrito en plena eclosión de las vanguardias, se convertiría muy pronto en un objeto de culto. Aunque tiene la estructura de una novela, es en realidad una crónica de su estancia en la prisión francesa, que el autor narra en primera persona, dejando ver con toda claridad que es un relato autobiográfico, y pronto empieza a incorporar al texto a todos los personajes que conviven con él en esa horrible y enorme estancia, y no solo hará recuento de los presos sino que los carceleros se incorporan a la nómina de una singular galería humana. Cummings los va presentando uno tras otro y, de alguna manera, los obliga a sobrevivir juntos en un ejercicio literario que opera como si se tratara de una auténtica ficción.
El relato es, como cabría imaginar, de una sordidez, de una crudeza y de una desolación estremecedoras por el absurdo de la situación en sí, un campo de prisioneros donde se encuentran gentes de todas las nacionalidades, que aguardan el fin de la guerra, y no precisamente para averiguar cuál su destino, sino la acusación concreta que existe contra ellos y el grado de la pena que se les impondrá. Sobresalen a lo largo del texto las condiciones en que se ven obligados a sobrevivir, un hecho que aproxima el relato de Cummings a una especie de crónica o documental, una curiosa relación de tipos estrafalarios y miserables que construyen un concepto de escena dramática más que una novela; pero lo cierto es que el norteamericano elige un modo de contar que da la vuelta a la crónica y la convierte en una suerte de relato apasionante de ficción.
Una vez instalados en la habitación enorme, la elección de Cummings es ir progresando en su relato por la vía de lo grotesco del lugar, y sobre todo de la situación vivida allí, y así se permite el autor poner la distancia necesaria para contarnos que necesita un narrador, no un documentalista, y con ello convierte el horror que es esa celda y ese campo en un territorio donde poco a poco van asomando sus personajes, es decir, la galería de nombres que cohabitan el lugar. El humor es cómplice de lo grotesco, un recurso por donde asoma la vida y la gente, pero la situación, a medida que avanzamos en su lectura, es tan grotesca en sí que se nos cuenta un microcosmos con leyes, relaciones, afectos, odios y, en general, vida propia de unas gentes reducidas a lo elemental, pero que debe entenderse como esa vida que late fuera de la realidad exterior, del tiempo y de la historia, a la que, aunque parezca absurdo, pertenecen los personajes, que deberían ser autosuficientes en medio de todas sus carencias. A todo esto, en la realidad del tiempo y de la historia se está llevando a cabo la más inútil y dañina de las guerras: una guerra de posiciones y trinchera que solo causa exterminio sin beneficio para ninguno de los dos bandos.
La situación descrita por Cummings es el relato de la vida en ese microcosmos del horror poblado de seres humanos cuya importancia y calidades muestra espléndidamente el autor. Quizá porque Cummings fuerza la escritura a tenor de la situación, ha sido capaz de crear un lenguaje que prescinde y modifica a su antojo la puntuación, y que está constantemente salpicado de frases y expresiones francesas perfectamente trabadas con el inglés original (en el caso de la presente traducción, con el español). El volumen incluye un selecto argot de prisión que se traduce en el efecto de una verosimilitud extraordinaria y de una frescura textual que ayuda a sentir un libro por el que no pasa el tiempo, porque lo que condiciona y ordena todo es la capacidad selectiva del autor en cuanto a los elementos significantes de la vida en la cárcel y su instalación en el sentido global del relato.
La habitación enorme ofrece un verdadero canto a la dignidad, y su aparente dificultad lectora le confiere su cualidad de obra maestra, porque esta dificultad es solo aparente: es un libro que atrapa al lector muy pronto, y no pierde su interés en ningún momento, nos dejamos llevar por su dramatismo, nos convence su humor cáustico que se sustenta sobre las pequeñas cosas que trascienden a los grandes acontecimientos, puesto que el dolor humano es siempre concreto, cercano y probatorio. La guerra es solo el fondo sobre el que proyectar la verdadera esencia del ser humano, traza el arco completo de su fascinante complejidad. Tras el más noble sacrificio, tras la más inicua maldad o el absurdo equilibrismo de la apariencia, Cummings busca y encuentra al ser humano, es decir, su forma de convivir con el tamaño de su circunstancia.
Edward Estlin Cummings nació el 14 de octubre de 1894 en Cambridge, Massachussets, Estados Unidos. Su padre, profesor de sociología y ciencias políticas en la Universidad de Harvard, le animó enseguida hacia las inclinaciones literarias y poéticas. Estudió en esta misma universidad, donde, en 1916, se graduó con honores en Inglés y Estudios Clásicos. Durante este período, siguió cultivando su pasión por la poesía, analizando los escritos de Gertrude Stein y Ezra Pound. Algunos de sus versos se publicaron en el periódico escolar, y los poemas de esta época fueron recogidos en Ocho poetas en Harvard (1920).
Cuando en 1917 estalla la Primera Guerra Mundial decidió enrolarse, y un error administrativo lo obligó a alojarse en París durante cinco semanas. Allí nacería su profundo amor por la capital francesa, a la cual volvería a menudo. Debido a una serie de cartas que intercambió con su amigo William Slater, en las que ambos expresaban opiniones contrarias a la guerra, fue detenido y durante tres meses permaneció en el campo de La Ferté-Macé en Normandía. En diciembre del mismo año, gracias a la intercesión de su padre, que escribió una carta al presidente Woodrow Wilson, fue repatriado. Regresó a su casa en el año nuevo de 1918, pero pronto fue llamado a filas. Prestó servicio en la duodécima división de Campo Devens hasta noviembre de 1918, y una vez dispensado del servicio, entre 1921 y 1923 vivió en París, para volver definitivamente a los Estados Unidos, aunque nunca dejó de viajar, cruzándose en su deambular con personajes diferentes, como el mismo Pablo Picasso. De su experiencia en la Unión Soviética, escribiría su novela Eimi (1933).
Su vocación poética se vería condicionada por un terrible accidente en el que muere su padre, y el dolor por la gran pérdida le hará comprender que debía centrarse en las cosas importantes de la vida que se concretaban en el verso. Publicó durante este tiempo muchas de sus obras, entre ellas: Tulipanes y chimeneas (1923), Poemas XLI (1926), Árbol de Navidad (1928), No gracias (1935) y Poemas (1938). Cummings fue un poeta de vanguardia que utilizaba formas tradicionales como el soneto, aunque sus temas sean clásicos, sus poemas tratan a menudo de amor, de la relación del hombre con la naturaleza y la conexión entre el individuo y la masa. La influencia de movimientos como el dadaísmo y el surrealismo, a los que se acercó durante su vida en París, hicieron nacer en él un cierto rechazo de la sintaxis tradicional. Al igual que para Ezra Pound, para él la poesía tenía una naturaleza pictográfica, y en sus textos las letras o los signos de puntuación adquieren un significado incluso desde el punto de vista rítmico. Su pasión innovadora por las palabras lo llevó a crear constantemente nuevos nombres, fundiendo adecuadamente, adverbios, preposiciones y sustantivos comunes. Su idea de la vitalidad íntima de las letras le daba a las palabras tantos significados diferentes, aumentados y fortalecidos por frecuentes juegos de palabras.
Una suerte de violencia
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Residió desde 1924 en Greenwich Village, que abandonaba solamente para sus muchos viajes. Desde 1932 vivió una relación amorosa estable con su tercera pareja, la fotógrafa y modelo Marion Morehouse. Los dos trabajaron juntos con un texto, Aventura en valor, que contiene fotos de Marion comentadas por Edward. En el período posterior a la Segunda Guerra Mundial, muchos poetas jóvenes encontraron en Cummings su guía, por lo que recibiría una serie de reconocimientos, y en 1952 la Universidad de Harvard le concedió una cátedra como profesor honorario. Pasó el último período de su vida viajando, llevando a cabo encargos como lector y reservándose momentos de descanso en su casa de verano de New Hampshire. Murió a los 67 años el 3 de septiembre 1962 de un ataque al corazón, y en el momento de su muerte era el segundo poeta americano más leído después de Robert Frost.
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Pedro M. Domene es escritor.