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Cambiar de aires

Vidas samuráis

Julia Sabina

Destino

Barcelona

2020

El sugerente epígrafe Vidas samuráis dibuja con luz el amanecer literario de Julia Sabina (Madrid, 1982), doctora en Ciencias de la Comunicación y Estudios Cinematográficos por la Universidad París 3 Sorbonne Nouvelle y docente del área de Comunicación Audiovisual en la Universidad de Alcalá de Henares. Esta apertura narrativa profundiza en el afán colectivo de una hornada generacional cuyos signos propios ya son notas a pie de página y sociología: excelente preparación universitaria, pleno dominio de la tecnología digital y un rastreo con uñas del mercado laboral, tras la incontinente crisis de 2008. Salir al día ofrece mínimas posibilidades y complejos retos; requiere la búsqueda de sendas proclives al espejismo, lejos del núcleo familiar y con paisajes urbanos mudables, que muestran indefinición, soledad y carencias.

Vidas samuráis emplea como umbral una cita de Víctor Hugo que recuerda los refugios habitables del trasiego personal: “El huevo, el nido, la casa, la patria, el universo”. Son tramos marcados por el crecimiento existencial, cuyos efectos generan perplejidad en la educación sentimental del yo y en la presencia activa del devenir.

Julia Sabina usa un lenguaje denotativo y transparente, no exento de lirismo y humor, que resalta el carácter testimonial de la narración, como si tomaran vuelo los hilos biográficos. Directa y esencial, la trama ubica de inmediato a Maribel, la protagonista, en Lille, una ciudad del norte de Francia, o más concretamente en una residencia para estudiantes del extrarradio. Es un lugar al margen con pintoresco paisaje humano, donde planea escribir la tesis doctoral. Pero el sensato propósito de cambiar de aires esconde una zona de sombras: huir de Madrid, superar sin muchos traumas una ruptura afectiva reciente y olvidar la periferia interior, porque genera la sensación de estar desubicada en cualquier sitio.

La adaptación no es un litoral abierto sino un estado de reclusión forzada, soledad y añoranza. Alrededor habita la extrañeza. Los recuerdos son refugios que solapan cronologías y muestran una proyección nueva de la identidad. El lugar propicia cruces fortuitos con otros trayectos que, no pocas veces, permanecen sin rumbo, como sucede con Felipe, Guillaume, Alexio o Paula, la compañera de habitación en la residencia universitaria, o con los contados amigos del fin de semana. Pasa el tiempo y no se despereza la sensación de no hallar asiento en ningún lugar. El deseo de integración requiere ese quehacer épico de los guerreros samuráis que alternaban, en su espíritu nómada, la batalla y el conocimiento personal.

La narradora encuentra una imagen de fuerte impacto reflexivo: el discurrir es una muñeca rusa; cuando todo parece estar bajo control, se abre de nuevo para mostrar otra realidad imprevisible. Condena a buscar la rendija de entrada, presiona el pomo de un horizonte de posibilidades e itinerarios. Hay que recolocar la existencia en el ahora para que su epidermis no sea el árido tacto de una ensoñación irreal.

Julia Sabina multiplica aciertos. Logra un excelente posado del personaje central, que convierte a la presencia principal en reflejo especular y arquetipo generacional. El planteamiento engancha de inmediato por su naturalidad prosódica y la propuesta realista acoge con manos abiertas ilusiones y desengaños comunes. Crea sensaciones agitadas por la incertidumbre, el impulso sexual y la observación intensa de un intimismo emotivo, que busca mediodía en su despliegue.

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Vidas samuráis confirma la brillante apertura literaria de Julia Sabina. Cierra una novela que sale a la terraza de un futuro habitable, entre el escepticismo del desencanto y la voluntad de seguir. Que confía en hallar sitio propio en las aceras de una realidad colectiva compleja, que alarga los brazos al andar para distanciarse de los sueños.

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José Luis Morante es escritor y crítico literario. Es editor de la antología José Luis Morante 11 aforistas a contrapié (Liliputienses, 2020).

Vidas samuráis

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