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Cuatro maneras de resistir

Dos poetas extranjeras y dos poetas españoles nos hablan en sus libros de distintas maneras de resistir y de buscarse a uno mismo en este mundo a la vez acogedor y hostil. La colombiana Piedad Bonnett recoge una selección de su poesía desde la certeza de que asomarse al abismo es más terrible que el abismo en sí. La estadounidense Adrienne Rich bucea en el naufragio de las comunicaciones humanas. La resistencia de Francisco Caro es contra el paso inapelable del tiempo, al que opone su sensibilidad para aferrarse a los paisajes y a la naturaleza. En cuanto a Pablo Fidalgo Lareo, ha escrito su poemario en una isla que parece mecerse en el oleaje de la identidad, entre perros que consuelan.

 

Lo terrible es el borde

Piedad Bonnett

Visor (2021)

No hay cicatriz, por brutal que parezca, / que no encierre belleza. / Una historia puntual se cuenta en ella, / algún dolor. Pero también su fin

Cinco poemas inéditos completan esta selección de la colombiana Piedad Bonnett (Amalfi, 1951). Muestran una clara evolución desde los primeros libros, más frondosos e instintivos, a los últimos donde la sabiduría aflora desde el enigma, como en el verso que da título al conjunto, y que nos aclara su ambigüedad: "Lo terrible es el borde, no el abismo". Lo que más nos atrae de aquella poesía primera que va acumulando detalles hasta crear una atmósfera es la generosidad del impulso: "Oye cómo se aman los tigres / y se llena la selva con sus roncos jadeos / y se rompe la noche con sus fieros relámpagos", dice en Armonía.

Por momentos experimentamos el lenguaje como materia viva: "la palabra / cómo tartamudea, cómo tiembla / como una brújula que ha perdido el norte". De este tiempo de ubicación, de búsqueda de la identidad, afloran poemas hermosos como el citado, o como Soledad de dos o Mapa. La madurez se abre camino por la misma decantación de la vida: "Y orinar lentamente en una esquina / del patio, entre azaleas / que esperan mayo, antes que venga alguno, / y cerrando los ojos lloviznados, / sentir que corre el chorro azul de la inocencia".

En la etapa de tránsito, y antes de la madurez, cuando "ya no soy más joven", aparece el entrañable Biografía de un hombre con miedo dedicado a su padre, donde entre otras cosas dice: "De modo que cuando yo nací me dio mi padre / todo lo que su corazón desorientado / sabía dar. Y entre ello se contaba / el regalo amoroso de su miedo". Después centran la atención el silencio, el dolor por el desamor, las frustraciones familiares, las pérdidas: "cuando el dolor se aletarga / y es ya casi otra respiración, casi otra palpitación de mi sangre, / yo me digo: es extraño que todo esto va a pasar, / que un día va a pasar / y entonces quedaré definitivamente sola". 

Sumergirse en el naufragio

Adrienne Rich

Sexto Piso (2021)

Remontarse tan atrás que haya otro lenguaje, / si te remontas lo suficiente el lenguaje / ya no es personal

Adrienne Rich (Baltimore, 1929- Santa Cruz de California, 2012) mereció por Sumergirse en el naufragio el premio National Book Award en 1974. Pero se negó a aceptarlo a título individual y exigió que lo recibieran con ella otras dos poetas que también aspiraban al galardón. Quiso así rendir homenaje a todas las mujeres "cuyas voces no se han escuchado en un mundo patriarcal".

Como era de esperar, el libro destila militancia. A pesar de ello no cae en el error de tantos poemarios comprometidos que manejan ideas y olvidan que la poesía se centra en las emociones, que no se convocan nombrándolas con gritos y proclamas sino con procedimientos más sutiles que se han ido perfeccionando a través de los siglos. El naufragio del título se refiere a nuestra civilización, y se centra sobre todo en las dificultades para comunicarnos: "Si emergiendo de la intensa luz neblinosa entro en un cuarto / y los oigo hablar en una lengua muerta, / si me preguntan mi identidad, / qué puedo decir sino / soy el andrógino, / soy la mente viva que no lográis describir / en vuestra lengua muerta...".

Abundan los poemas de conversaciones que transcurren en un ámbito enigmático: "Viviendo en la flor de la vida / como en una ciudad en la que nada está prohibido / y nada permanece". Sin embargo, no es un extrañamiento gratuito, es el extrañamiento en el que andamos todos sumergidos en busca de nuestra identidad en un mundo cambiante: "Nadie salvará esto. Estoy sola, / pateando los últimos troncos podridos / con un extraño olor a vida, no a muerte; / preguntándome qué demonios habría podido llegar a ser todo esto".

Avanzamos por los poemas de Rich como por un embarcadero envuelto en brumas, en el que todas las voces, incluso la nuestra, tienen sentido pero parecen ajenas: "caminamos a mediodía por la ciudad desierta / envueltos en un silencio // que suena como el silencio del lugar / solo que vino con nosotros". La traductora, Patricia Gonzalo de Jesús, ha salvado esa atmósfera.

En donde resistimos

Francisco Caro

Hiperión (2021)

Es porque siempre ocurren / cosas que nadie cuenta / por lo que nunca / debe haber paz en la escritura

Francisco Caro, el poeta de Piedrabuena (1947), confía a la lectura, a la amistad y al paisaje la resistencia en que se ha ido convirtiendo el mero hecho de vivir. Es el suyo un pausado carpe diem: "Gozo el instante, este / aprender el ahora que limpio se me ofrece: / el verbo despertar, las dos presencias". Cuando mira al pasado, Caro lo asocia a aquella dichosa ignorancia de la juventud ("andábamos descalzos de certezas"), una juventud que permanece intacta en forma de rescoldo en lo más puro del vivir: "entre nosotros ―añadiste―  / solo lo inexplicado permanece". 

En donde resistimos es un poemario viajero y dialogado. A menudo los poemas aluden desde el título a un lugar concreto, a una situación determinada, que suele coincidir con la hora del atardecer y con la corriente de un río cercano: "grita / la luz y yo / escribo bajo chopos, frente a roja arenisca / y algún desnudo sauce // mientras pasa el discurso / de las aguas, escribo".

"Todo pasa y todo quema", dice en otro momento, reavivando la llama del tópico machadiano. El paisaje forma parte del poema en la misma medida en que participan en los versos las últimas palabras del libro que el poeta estaba leyendo, o las palabras que rememora, o el volumen que aparta un momento para levantar la cabeza y pasear los ojos por el entorno: "cierro el libro y el sol / permanece en sus páginas".

La literatura está dentro y fuera, a la vez ayuda a resistir y ayuda a prolongar lo que se está viviendo: "Escríbela, / me dices, / sálvate del secreto del vivir, escupe todo". Cabrera, Porchia, Rubén Darío o Bocaccio son algunos de los autores que actúan en el presente a través de los poemas que nos trasladan en "un mundo acostumbrado / que se enfrenta / a un mundo sin costumbre". Precisamente con el autor de El Decamerón nos aconseja en estos tiempos de confinamiento: "apartad los retóricos, decía, / pesados cortinajes, los brocados, / dejad libre el cristal de las ventanas, / nos conviene mirar de cerca el miedo". 

Casi al mismo tiempo, Francisco Caro ha publicado en la joven editorial Mahalta un cuaderno que se titula Fuentévar, que es prolongación de su entrega en el paisaje, manchego en este caso: "Hay caminos que existen / no para ser andados, sino dichos / y yo / acomodé mis días / a transitar por ellos"

 

El perro en la puerta de la casa

Pablo Fidalgo Lareo

Ediciones Liliputienses (2021)

Ese eres tú intentando definirte. / Navegando entre dos islas / que son dos identidades, que son dos perros, / que son dos formas muy diferentes / de llamar al timbre de tu casa

Pablo Fidalgo Lareo (Vigo, 1984) vive tan vinculado al teatro como a la poesía. Por eso El perro en la puerta de la casa es un libro conversado; transcurre en un escenario que podría explicarse en una línea: es una historia de amor en una isla (Sicilia) donde hay muchos perros. A partir de este marco, Fidalgo desarrolla poemas que tienen mucho de biográficos y que a la vez se elevan buscando la propia identidad, huidiza siempre entre las contradicciones del mundo circundante: "Crees que la destrucción lo explica todo / y no explica nada. / Lo que llamas destrucción es solo un paisaje insuficiente".

Fidalgo confiesa que ha conseguido superar el miedo a los perros, que en su caso era un miedo aprendido. Y los perros forman parte de la escenografía incómoda del libro: "Siempre hay un modo de amar / lo que nace roto, interrumpido, / rodeado de agua por todas partes".

Fombellida e Irazoki hacen balance

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Cada poema es una experiencia que se va entreverando de reflexiones y de conclusiones. "Lo que nos hace la vida / es darnos una identidad / pase lo que pase, / cueste lo que cueste". Más adelante dice: "Acepta que solo al recordar / elaboras algo verdadero".

Aunque el conjunto está más bien deshilvanado y quizá le convendría una poda, Fidalgo consigue mantener la atención gracias al tono y a esos hilos conductores del ambiente y de la desorientación. No en vano nos muestra por dentro el mundo complejo en el que nos movemos cuando salimos de la zona de confort, un mundo sin asideros emocionales: "He tardado tiempo en entender / que ni siquiera cuando somos elegidos / somos únicos". Si creíamos que todo tiene que estar localizado y ser comprensible, Fidalgo nos desengaña desde una isla que flota en medio del Mediterráneo, donde se balancea perdido y a la vez muy centrado, sin dejar de buscarse: "He estado mucho tiempo imaginando el sur / sentado en las plazas. / Si nadie te enseña pronto a perder el tiempo / ya no lo aprendes".

Arturo Tendero es periodista y poeta. Su último libro es 'La hora más peligrosa del día' (La Siesta del Lobo, 2021). Estas reseñas y otras más de poesía pueden encontrarse en su blog El mundanal ruido.

Dos poetas extranjeras y dos poetas españoles nos hablan en sus libros de distintas maneras de resistir y de buscarse a uno mismo en este mundo a la vez acogedor y hostil. La colombiana Piedad Bonnett recoge una selección de su poesía desde la certeza de que asomarse al abismo es más terrible que el abismo en sí. La estadounidense Adrienne Rich bucea en el naufragio de las comunicaciones humanas. La resistencia de Francisco Caro es contra el paso inapelable del tiempo, al que opone su sensibilidad para aferrarse a los paisajes y a la naturaleza. En cuanto a Pablo Fidalgo Lareo, ha escrito su poemario en una isla que parece mecerse en el oleaje de la identidad, entre perros que consuelan.

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