De damas, guerreros y magos, de unicornios y dragones

La duquesa ciervo, de Andrés Ibáñez.

La duquesa ciervoAndrés IbáñezGalaxia GutenbergBarcelona2017La duquesa ciervo

 

Si toda la pintura del XVI hubiera sido semejante a la de El Bosco, o a la de Brueghel El Viejo, hoy no causarían tanta impresión. De manera semejante, en una literatura como la española, en la que se abusa de las modas del día y tantos narradores parecen bailar al mismo son, bien sea el de la memoria histórica, la autoficción o la ahora denominada novela híbrida, tan novedosa como pudiera serlo el descubrimiento de la sopa de ajos, dar con un autor que tenga un mundo singular, capaz de plasmarlo en una literatura ambiciosa, como hace Andrés Ibáñez, produce alivio. Aunque singular no quiera decir del todo insólito, pues su nueva novela debe entenderse como un nuevo eslabón de la cadena en la que se engarzan algunas de las historias que nos contaron Tolkien o Ursula K. Le Guin y, ya entre nosotros, Ana María Matute o Gustavo Martín Garzo, por señalar unas pocas referencias.

La duquesa ciervo nos llega tras su gran novela anterior, Brilla, mar del Edén, con la que obtuvo el Premio de la Crítica. Podría decirse que se trata de una historia de amor incrustada en una novela de aventuras, en un relato en el que lo maravilloso desempeña un papel crucial. No en vano, al autor le gusta utilizar con libertad géneros y estilos, barajar tradiciones y estéticas diversas. Pero la historia que nos cuenta, que transcurre en un pasado remoto, también podría leerse como un relato de iniciación y de renuncia, como una búsqueda, o quête, en la que la joven Aliso, la duquesa ciervo, quien con solo 17 años se ha convertido ya en “una mujer diferente”, tan ilustrada e independiente como entonces se podía llegar a ser, emprende una lucha contra el destino. Y si da título a la novela es porque muchos de los avatares del relato giran a su alrededor, además de encarnar ella –por excelencia— la belleza y el amor, y en suma, la luz, como diría su autor.

La trama se ramifica en una historia general (la guerra contra los volsungos) y en otra más privada y concreta, centrándose esta última en dos jóvenes personajes: Hjalmar, el narrador testigo que dice haber escrito el libro de su puño y letra, segundón del Rey del Viento que llega a la gran ciudad para ser escudero y acabará convirtiéndose en aprendiz de Saamsar de Olden, conocido como el Tatuado, un archimago; y la hermosa Aliso Broceliande, duquesa de Pasquis y sobrina preferida del rey Urbán, adiestrada también en los secretos de la magia, pero destinada a casarse con el poderoso rey de los skilfingos, habitantes de un territorio remoto. Así, a la trama política y militar, quizá menos consistente, se añaden las cuitas privadas, pues Aliso prefiere quedarse en la corte de Arnheim, seguir soltera y no ser reina, ni madre, sino libre y dedicada al estudio. Pero cuando muestre sus aspiraciones, el archimago le espetará que aunque nadie pueda huir de su destino, sí es posible llegar a cambiarlo.

El libro se compone de tres partes, enmarcadas por un mapa del territorio en el que transcurre la acción, que debería ser algo más detallado y completo, un poema (el autor confiesa haber concluido una novela en verso, todavía inédita, titulada El rostro verdadero) y unos significativos “Agradecimientos”, en donde reconoce la influencia de La puerta de los pájaros, de Martín Garzo, y de Loba, novela juvenil de la mexicana Verónica Murguía. La acción transcurre en una Edad Media imaginada, sin que por ello falten referencias reales, en donde levanta un mundo, con su geografía, sus seres sorprendentes y ciudades como la populosa y bella Irundast. Así, la vida cotidiana convive con la imaginación y los sueños, las artes mágicas y las leyendas como la del Draknir, o la del Tambor de Levven, las metamorfosis de los personajes y los sueños que los trasladan a otras dimensiones del Orbe, desempeñando todo ello un papel importante en el relato. Estos materiales y motivos se presentan bajo la omnipresencia de la magia, que se define como “la capacidad de ver, la capacidad de asombrarse y la capacidad de hacer, y todos los que hacen algo, sea un poema o sea un zapato, participan de alguna forma de magia, alta o baja”.

La trama, en esencia, está formada por la aventura que emprende un grupo de personajes, compuesto por el Tatuado, la bella Aliso, Grandinat, el hijo del rey Urbán, el enano Elleroth, la niña Lidelai y el enamorado y valiente Hjalmar. Todos ellos correrán numerosas peripecias, mientras se topan con duendes y hadas, niñas campesinas desamparadas, seres del Mundo de las Sombras como la columna azul, bisontes blancos, gigantes, enanos y brujas como Gauyané, habitante del pantano. En un momento dado, se afirma incluso que “el unicornio es el sueño del dragón”, ambos animales mitológicos que intervienen en la trama, el segundo como enemigo de la libertad y de la imaginación (pp. 234 y 235). Lo que se cuenta, en suma, es un viaje hacia el norte, y una historia de amor, en donde los protagonistas se tropiezan con diversas pruebas y peligros que deben superar para llevar a cabo su empresa. Y, sin embargo, la excusa para semejante desplazamiento, en que han de sacrificarse por el éxito de una encomienda superior, consiste en entregar a Aliso a su prometido, disfrazando en cierta forma la verdadera misión que supone encontrar el Drandir rojo, escondido en territorio volsungo, pues su posesión confiere poderes sobrehumanos que deben ser utilizados para hacer el bien, no el mal (p. 177).

La novela de Andrés Ibáñez: ¿tenemos salvación?

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El contrapunto final del amor es el horror de la guerra, la victoria de los ejércitos de la Liga del Norte, con la ayuda del dragón, la derrota de los volsungos y la caída de su capital, Tartamunda, junto a la del Corazón de la Selva, reino de los míticos guerreros oso. En suma, de una guerra representada como algo sucio y horrendo. Pero la obra atesora otros atractivos, ya sea buenas dosis de humor (como lo que Gauyané le espeta a Aliso al verla disfrazada de hombre), ya las escenas de un elegante erotismo, centradas en la minuciosa descripción de la belleza de Aliso, a quien el archimago comenta: “Tienes la maldición de la belleza”. Pero en esta historia, lo bello no solo se halla en lo simétrico, sino también en lo horrible y oscuro. Claro que los sentidos parecen estar siempre a pleno rendimiento, y no solo la vista y el oído, sino también el olfato, como puede observarse en alguna escena (p. 103). Tampoco escasean las enseñanzas, como cuando Saamsar nos recuerda que el verdadero oro no es el que atesoran los dragones, sino “la disposición de ayudar a los demás aunque vaya en contra de nuestro propio interés”. Otro aspecto relevante de la trama, que no parece haber llamado la atención de los críticos, es la importancia que se le concede al mundo femenino, su instrucción y libertad, su variada y compleja sexualidad, su condicionado destino. En resumidas cuentas, la duquesa ciervo es una novela atractiva que interesa, entretiene y emociona.

*Fernando Valls es crítico literario y profesor de Literatura.Fernando Valls

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