Aún abrumado por las muestras de cariño hacia Almudena Grandes en el maratoniano homenaje en la Feria del Libro y en su emocionante nombramiento como Hija Predilecta de Madrid en el Teatro Español, Luis García Montero (Granada, 1958) se entrega estos días a las labores de promoción de su último libro, Prometeo (Alfaguara).
Una historia clásica para entender mejor el presente. Porque vivimos tiempos, como afirma el autor en este libro, en los que la conciencia del presente nos devuelve a la historia del pasado para fortalecernos en el deseo de resistencia. Y es este el motivo que le ha movido, a lo largo de los últimos años, a reflexionar desde el ensayo, la poesía y el teatro sobre la actualidad política y social del mito de Prometeo, ese titán que osó enfrentarse a los dioses y les robó el fuego para entregárselo a los mortales y regalarles con él la libertad.
"El diálogo con los clásicos justifica el tiempo de la literatura frente a la mercantilización del tiempo. No como una investigación arqueológica, sino como un recurso para la interpretación del presente", explica a infoLibre García Montero, quien lamenta que actualmente "vivimos en una sociedad que lo mercantiliza todo". Y en ese todo incluye no solo los objetos que se compran y se venden, sino "también las ideas" y el tiempo mismo: "Parece que el tiempo es una mercancía de usar y tirar. Se desprecia el pasado, se desprecia el futuro, todo celebra el instante, el momento de actualidad sin valorar las consecuencias. Alguien miente y después no se le pasa factura porque al día siguiente ya todo el mundo se ha olvidado del instante de esa mentira".
"En la literatura, el diálogo con los clásicos representa una relación con el tiempo no mercantilizada", remarca, pues gracias a ella volvemos al pasado, recibimos el patrimonio de una historia compartida, de la experiencia humana. Una vez recibida y asumida, "intentas dar respuesta a tu tiempo", de manera que esa respuesta se convierta a su vez "en la herencia que pasa a los jóvenes como una antorcha pasa de una mano a otra".
Desde esta perspectiva, Prometeo es un mito con plena vigencia, un canto de esperanza y libertad que plantea un desafío a los dioses extrapolable a nuestros días. Un canto esperanzador sobre la humanidad, una lúcida reflexión en torno al poder de la solidaridad, la justicia y la libertad. Aquí, el mito, transformado a la luz de esta existencia convulsa e hiperconectada en la que estamos inmersos, sigue alentándonos a sentarnos juntos alrededor del fuego para contarnos nuestro propio pasado y discutir sobre el futuro que merecemos.
Pero no hay continuidad en esa cadena, la herencia desaparece, si se materializa la "quiebra del diálogo generacional". "Con mucho viejo cascarrabias que considera que los jóvenes son tontos, y con mucho joven adánico que considera que los tontos son los mayores y que no tiene nada que aprender de ellos", plantea el también director del Instituto Cervantes, quien añade que una parte de las reflexiones sobre este Prometeo tienen que ver con la "necesidad de buscar el fuego de la esperanza, de buscar un espacio de resistencia". "El propio espacio de refugio para encontrarle sentido a la vida. Y aquí se mezcla mi versión de Prometeo tanto en las preocupaciones personales como en las sociales", apostilla.
Esta obra reúne los textos de García Montero centrados en la figura rebelde de Prometeo. La pieza central —llevada a la escena por José Carlos Plaza en 2019 en el Festival de Teatro Clásico de Mérida— propone un diálogo intergeneracional entre dos Prometeos: el joven, que duda del acierto de su rebelión dado el castigo que trajo consigo, y el anciano, que desde su experiencia le muestra el triunfo que conlleva siempre buscar el bien común.
Desde ese desdoblamiento de personalidad, se planteó entonces las dudas que podría tener un Prometeo actual que viviese en una "atmósfera que tuviera que ver con las preocupaciones que vivimos hoy". Y relata: "Desdoblé a Prometeo para ver las posibilidades de la recuperación del diálogo generacional. El joven, indignado por el comportamiento de Zeus, se encuentra con un anciano que le da motivos de tranquilidad. En ese diálogo encuentra razones para la esperanza. Para saber que existen las desilusiones, pero también el amor que le ayuda a comprender la realidad de los mortales".
Con esa conversación entre el anciano y el joven, deriva, asimismo, en la idea de tribu que se sentaba alrededor de una hoguera para contar su propia historia. "En esa tribu, el viejo se presentaba, tomaba la palabra y contaba una historia en un rito que no respondía al orgullo familiar del viejo, sino al aviso a los jóvenes de que él moriría como habían muerto su padre y su abuelo y entonces los jóvenes tendrían que dar un paso para seguir contando la historia del ser humano", apunta.
Y ese es el diálogo generacional y colectivo que de esta manera reivindica: "Puedes decidir por un saber y un poder que sea el de los dioses, el del dogma, el de lo intocable y la aseveración absoluta. O puedes decidir el saber de los seres mortales, que es el del acuerdo, el contrato social. Vamos a ponernos en torno al fuego para ver qué valores merecen la pena para convivir. Y aunque existan las desilusiones, las perversiones y los fracasos en el comportamiento humano, sigue mereciendo la pena optar por el saber de todos en torno al fuego frente a la prepotencia de un dogma o de un dios".
A través del diálogo con este mito clásico, en definitiva, García Montero explica por qué cree importante el diálogo entre generaciones y por qué es importante reflexionar sobre la idea de la libertad y el encadenamiento de Prometeo. "Y cómo la libertad es fundamental para luchar contra el encadenamiento, pero mucho cuidado si el fin del encadenamiento es la consagración de la ley del más fuerte, de la ley de la selva, y de utilizar la palabra libertad para defender a los prepotentes del mundo. Y a Zeus, por ejemplo", destaca.
La parte central de la dramaturgia está arropada por sendos ensayos que profundizan en el mito y su relación con el presente. Con un dodecálogo final titulado Manual de instrucciones para seguir vivo, cuyo primer punto afirma que la libertad democrática no debe confundirse con la ley del más fuerte. Esa ley de la selva que se basa en el olvido del pasado y del futuro, y que libera al individuo de toda responsabilidad de lo que les suceda a los demás.
Se ha conseguido desplazar el descrédito del político que roba o que miente a la política en general
"El olvido te hace perder la perspectiva del tiempo y no ver que el futuro se está construyendo en el presente", asevera, para luego desarrollar: "Si quieres defender la irresponsabilidad de un presente basado en la ley del más fuerte, olvidas el pasado, conviertes el presente en la ley de la selva y así ya no te sientes responsable de lo que pase en el futuro. No te sientes responsable de destruir un planeta por culpa de la ambición económica, no te sientes responsable de generar pobreza y resentimiento en nombre de la ambición propia. Se cae así en el cinismo de decir que nada importa, que nada tiene arreglo y yo voy a lo mío. Y el mejor aliado de esa actitud es la indiferencia, porque así me olvido de las tragedias que hay a mi alrededor".
Se pone así en duda al poder, se deconstruyen las instituciones y se sospecha de la razón y la verdad. Durante ese proceso, se produce la santificación neoliberal de que todo es relativo. "Con el desprestigio de la política y con la perversión de la palabra libertad han salido los que quieren tener las manos libres para hacer lo que les dé la gana", apunta. Y esto ocurre porque, a su juicio, se ha creado una dinámica que más que juzgar al político que roba o que miente, desemboca en la temida frase de que "todos son iguales".
"Se ha conseguido desplazar el descrédito del político que roba o que miente a la política en general. Conclusión: la gente cree que el voto que deposita en la urna no tiene que ver con su propia vida porque todos son iguales. Ahí la gente se olvida de que depende del voto para que tenga una sanidad o una educación públicas, una legislación laboral digna... con un agravante para la izquierda: que una vez se sospecha de la política, la derecha se vende a sí misma sin valores políticos, diciendo somos eficaces, somos un negocio, vamos a convertir esta ciudad en una empresa. Pero, por su propia razón de ser, la izquierda tiene discursos políticos, porque quiere utilizar los espacios públicos para transformar la realidad. Y la gente identifica mucho más la palabra política con la izquierda que con la derecha", argumenta.
Destaca entonces García Montero el papel del periodismo veraz en el epicentro de este ecosistema repleto de turbulencias que desestabilizan al bien común. "La democracia está en peligro cuando la información se sustituye por el bulo y la mentira", sentencia. "Y muchas veces esa comunicación falsa tiene que ver con el desprestigio de la política", agrega. Algo que, a su vez, se convierte en un círculo vicioso porque, según resalta, en la mayoría de las tertulias políticas en los medios de comunicación "se habla poco de política". "Se mezclan las cosas sin pudor, se repiten bulos o sectarismos y se hace publicidad a la propia ideología", resume.
Por todo ello, lanza un aviso para navegantes: "Si los ciudadanos quieren defender la democracia, tienen que comprometerse con el periodismo digno, y tienen que suscribirse a los periódicos que dan información digna". Y envía a su vez un mensaje para los propios periodistas, que deben "intentar hacer una información veraz", para así "no convertir el debate político en una comunicación sectaria de bulos". "De pronto hay cabeceras tradicionales que parecen un discurso de VOX en los titulares y eso es bien peligroso", alerta.
Veo ciertas tendencias de un andalucismo que utiliza el tablao y el traje de gitana como los utilizaba el franquismo. Están convirtiendo el andalucismo no en una convivencia en igualdad, sino en un odio feroz al catalanismo
Esta referencia a VOX lleva la conversación hacia las elecciones autonómicas que se celebran este domingo en Andalucía. Una convocatoria electoral que muy poco tiene que ver 42 años después con aquella primera vez, el 28 de febrero de 1980, cuando los andaluces acudieron a las urnas para votar en referéndum sobre la iniciativa de su proceso autonómico. Se realizó en el año 1980 y dio a la comunidad andaluza plena autonomía.
"Aquel 28 de febrero salimos a votar con una ilusión tremenda para conseguir que Andalucía tuviese derechos económicos y consideración en igualdad con Cataluña y el País Vasco por la vía de nuestra autonomía. Queríamos convivencia en condiciones de igualdad y sabíamos que estábamos articulando el Estado", rememora. Pero en 2022 no es igual: "Ahora veo ciertas tendencias de un andalucismo que utiliza el tablao y el traje de gitana como los utilizaba el franquismo para explotar después económicamente a Andalucía. Están convirtiendo el andalucismo no en una convivencia en igualdad, sino en un odio feroz al catalanismo. Los andaluces queremos generar convivencia, no odios entre un territorio español y otro. Se trata de identidades abiertas, no fundamentalistas".
Muestra además su preocupación por el precedente de Castilla y León, donde el PP no ha tenido "escrúpulo ninguno en pactar con la extrema derecha radical". Diferencia así a los populares de VOX, pues asegura que él puede discutir con una persona que tenga ideas diferentes de hacer las cosas y de vivir en democracia, pero no con otra que diga, por ejemplo, que "el feminismo es nazismo y hay que justificar la violencia machista, que te justifican la historia de un golpe militar, una guerra civil y el franquismo, o se apoderan de las instituciones con su propio credo sin comprender que son de todos". Todo esto, le lleva a una conclusión que es a su vez una alarma: "Por desgracia, en España se está normalizando una extrema derecha que va a deteriorar mucho la convivencia".
Apoderarse de las instituciones es, precisamente, lo que ha hecho el alcalde de Madrid, José-Luis Rodríguez Almeida, quien en mayo asistió encantado al nombramiento del tenista Manolo Santana como Hijo Predilecto de la capital, pero se saltó el de Almudena Grandes aduciendo problemas de una agenda en la que en realidad no tenía ningún compromiso que le impidiera asistir.
El homenaje institucional se celebró en un clima de emoción en el que nadie echó en falta en realidad al alcalde. Ni un reproche se lanzó desde el escenario del teatro, se vivió una ovación de más de dos minutos en recuerdo de la escritora. "Me costó trabajo no ponerme a llorar con esa ovación tan larga. Pero, del mismo modo que sentí respeto por la gente que estaba aplaudiendo, quise respetar a esa gente y respetarme a mí, dando las gracias a los que habían hecho posible el homenaje y al pueblo de Madrid, olvidándome de lo que me parecía impresentable", reconoce a infoLibre Luis García Montero, dos días después del acto.
Y aprovecha para confesar que a él sí le "ofendieron las declaraciones que hizo el alcalde cuando murió Almudena y la trató con desprecio". "Y me molestó mucho cuando llegó a un acuerdo con el Grupo Mixto para aprobar el nombramiento de Almudena. Tuve gratitud para todos los que votaron a favor, sin querer entrar en la utilización política de Almudena, pero también malestar con un señor que cometió la zafiedad y la falta de respeto a la institución de decir que votaba eso sin estar de acuerdo pero porque le convenía para hacer un cambalache de votos. Esa fue una pérdida de respeto a la institución que nos representa a todas las personas que vivimos en Madrid", resalta.
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Una vez dicho todo esto, pasa el poeta de la tristeza a cierta ilusión al hablar de la novela póstuma de Almudena Grandes que verá la luz el próximo otoño. Titulada Todo va a mejorar, empleó en ella sus últimas fuerzas y es una "reflexión sobre la manipulación del progreso que ofrece como mejoras degradaciones del ser humano y, al mismo tiempo, la capacidad de la resistencia de creer que se debe mantener el fuego de la esperanza". La resistencia, el fuego, la esperanza. El mito de Prometeo de alguna manera presente también en esta obra póstuma porque, en última instancia, "la vida nos relaciona con la literatura y la literatura nos relaciona con la vida".
También después del verano se pueden esperar nuevos poemas de Luis García Montero, que tienen que ver con su "negociación con la vida, con la muerte" y con su situación personal. "Con la soledad, las ausencias y lo cotidiano", avanza el poeta, quien también perdió a su padre al poco de morir Almudena. "Son poemas que escribí durante su enfermedad y tras su muerte", adelanta este "optimista melancólico" que, a pesar de todo, reivindica que "el optimismo puede buscar un camino sin caer en la ingenuidad".
"Es importante mantener la esperanza, aunque solo sea como un recurso para no convertirte en un cínico", remarca para después, en esta lucha personal que libra cada día, revelar que está atravesando un "momento de depresión fuerte" más allá de su situación personal. "Estaba orgulloso de cómo habíamos salido de la pandemia como Unión Europea, que comprendió que teníamos que salir todos juntos. Pero el estallido de la guerra de Ucrania ha envejecido de golpe al siglo XXI, porque he visto la dificultad y los problemas a los que va a ser sometida Europa. Esto me tiene preocupado, porque hay muchos intereses para que no triunfe una cultura de la solidaridad, de la paz y del bien común y sigan teniendo protagonismo los patriotas irracionales como Putin o los intereses de las fábricas de armas", concluye.
Aún abrumado por las muestras de cariño hacia Almudena Grandes en el maratoniano homenaje en la Feria del Libro y en su emocionante nombramiento como Hija Predilecta de Madrid en el Teatro Español, Luis García Montero (Granada, 1958) se entrega estos días a las labores de promoción de su último libro, Prometeo (Alfaguara).