Ahora que hace 25 años de la muerte de Jaime Gil de Biedma, por su aniversario, se publican estos Diarios 1956-1985. Nos entrega el oficio de escribir el día a día, lo cotidiano. Él mismo comentaría que empezó en este género diarístico, al estilo de la cultura anglosajona que tanto le atraía, para "adiestrarse en la literatura", para "control de sí mismo". La autenticidad y la desnudez íntima que nos ofrece no existía en nuestra cultura, en nuestra sociedad católica, represora (cuando se había escrito de lo intimo y de lo privado se caía en la cursilería, en la vaciedad). La escritura de Gil de Biedma es revolucionaria por este cambio. Va a ser a través del lenguaje del cuerpo, su sensualidad verbal, un eje identitario de su poesía, reivindica y exhibe lo corpóreo como forma de pensar, sentir y vivir. Es un relato donde lo autobiográfico, por su manera de contar, se convierte en ficción. Es la historia íntima y social de su vida que con gran maestría y valentía nos ha reunido como si se tratase de una novela por entregas. Eso es lo que hace Gil de Biedma: entregarse, se desnuda ante todos nosotros ("se desnuda en el papel y para así poner en orden sus pensamientos y su vida") pero con profundidad. Nos contaba él mismo que en las épocas que dejaba unos días el diario, se perdía, le costaba situarse.
Jaime Gil de Biedma (1929-1990) es uno de los grandes poetas del siglo XX, perteneciente a la Generación del 50. Aparte de ser poetas fueron los que más trabajaron y buscaron la prosa. Diría Carlos Barral: "La prosa es un bien común que sirve para precisar y comunicar". Su obra poética está reunida en el libro Las personas de verbo (Seix Barral, 1975 y 1982, y la de 1998, con edición y prólogo de Carme Riera, en Lumen), sus ensayos en El pie de la letra (Crítica, 1980, 1994), su epistolario en El argumento de la obra (Lumen, 2010) y ahora con estos Diarios 1956-1985 (edición de Andreu Jaume, Lumen, 2015) se complementan para presentar su obra completa.
En 1974, el autor publicó una parte de su diario de 1956 con el título Diario del artista seriamente enfermo, que sería la tercera parte de la versión íntegra, publicada póstumamente en 1991 con el título Retrato del artista. A éstos textos se le añaden ahora todos los diarios inéditos hasta la fecha. Así contienen desde el 1 de enero de 1956 hasta el 1 de noviembre de 1985. Esta edición, magnífica, de Andreu Jaume se la dedica a Carmen Balcells (1930-2015), amiga y agente literaria que murió unos días antes de su publicación y que cumplió con el legado y voluntades que Jaime Gil de Biedma le confío. Comienza con un extenso y espléndido prólogo, en donde Jaume hace un estudio comentado, minucioso, con rigor, de todos los escritos que contiene, con numerosas notas aclaratorias. A continuación, todos los Diarios. Le sigue una cronología desde su nacimiento a su fallecimiento en Barcelona (13 de noviembre de 1929, 8 de enero de 1990), una bibliografía del autor, un índice onomástico y el índice de las partes de los Diarios.
Los Diarios, desde los del 56, los de Moralidades, los del 78, y los del 85, coinciden con su evolución crítica, moral y poética. Es una toma de conciencia en prosa. Gil de Biedma los revisó todos, se plantea su utilidad, cómo le puede servir en su poesía para expresar sentimientos y emociones.
El diario del 56 coincide con su viaje a Filipinas, y es donde toma conciencia de la sexualidad y de la política. Entonces está escribiendo "Las afueras" y el ensayo sobre Cántico, de Jorge Guillén. Su viaje a Oxford le cambia su modo de observar, hace que se desligue de ese poema y de la poesía de Guillén que tan importante había sido para él. Se encuentra con la literatura inglesa, se reconoce y la adopta. Su prosa y su crítica es madura, su poesía está en su primera época de juventud.
El diario de Moralidades, escrito entre 1959 y 1965 (los años que preceden, entre un diario y otro, no dejó testimonios: estuvo convaleciente, leyó mucho y escribió algunos poemas donde su voz se afianza). Coinciden con la escritura de Compañeros de viaje (1959), con la asistencia, ese mismo año, a Colliure, presentación oficial de su generación, en el vigésimo aniversario de la muerte de Antonio Machado, y de su segundo libro, Moralidades. Fue la época más importante en su vida privada, social y literaria. Su escritura tiene otro tono, otra intención, en donde la edad ya se nota por su no urgencia, por su claridad. Confirma también, como dice Andreu Jaume, “el minucioso sistema compositivo de Gil de Biedma, de una lentitud tan extrema que resulta en realidad muy poco contemporánea, cada poema tiene varias capas, es transparente, fruto de un trabajo técnico, inventó sus propias formas, poniendo la estructura verbal al servicio de la acción dramática del poema, componiendo una música verbal que suena exactamente a lo que dice, adhiriéndose a la memoria antes de convencer al juicio”. Se consolida su dominio. Cuando acaba “Pandémica y Celeste”, en 1965, su poema más largo y emblemático, ya declara estar cansado, decepcionado, a punto de tener su crisis más intensa y donde su inspiración se estaba agotando. Este diario se interrumpe, precisamente, ese mismo año. No dejó, tampoco, testimonio de los años posteriores pero su derrumbamiento aparece en su último libro, Poemas póstumos (1968). Ya había logrado su estilo, el monólogo dramático, aparece claramente su identidad, con su nombre, con el que dialoga, mata y se imagina (“Contra Jaime Gil de Biedma “, “Después de la muerte de Jaime Gil de Biedma”, y “De senectute” ).
En el diario del 78, después de una época de silencio, y con 48 años, con una prosa elegante, técnica, madura y honesta, declara que no escribe poesía porque no tiene nada que decir ("sé que sé escribir pero no quiero"). Se escribió durante este año pero unas veces pone fechas y otras no.
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Diario de 1985, cuando se le diagnostica el sida. Lo comienza en la clínica de París. Ya había publicado sus ensayos El pie de la letra (1980) y Cuatro cuartetos de T. S. Eliot (1984). Pensaba que podría escribirlo durante su internamiento, pero no pudo (del 21 de octubre al 1 de noviembre).
Sus Diarios son un proceso creativo de identidad para salir de la rutina diaria. Son la complementariedad de su obra poética. Tienen una escritura en donde se renueva la prosa, la cuida estéticamente, hay técnica, lucidez, elegancia, estilo, identidad. Le sirven para hablar de sexo, de literatura, de política, de la vida. Hablan de lo privado pero en público, los espacios y los personajes son reales. Hay coherencia es esta autobiografía intelectual y moral. Es el testimonio de una vida dedicada a la escritura que Gil de Biedma nos entrega generosamente sabiendo que no era suyo "este tiempo": "Que la vida iba en serio (…)/ Pero ha pasado el tiempo (…) / envejecer, morir,/ es el único argumento de la obra".
*Carmen Canet es crítica literaria y doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Granada.Carmen Canet
Ahora que hace 25 años de la muerte de Jaime Gil de Biedma, por su aniversario, se publican estos Diarios 1956-1985. Nos entrega el oficio de escribir el día a día, lo cotidiano. Él mismo comentaría que empezó en este género diarístico, al estilo de la cultura anglosajona que tanto le atraía, para "adiestrarse en la literatura", para "control de sí mismo". La autenticidad y la desnudez íntima que nos ofrece no existía en nuestra cultura, en nuestra sociedad católica, represora (cuando se había escrito de lo intimo y de lo privado se caía en la cursilería, en la vaciedad). La escritura de Gil de Biedma es revolucionaria por este cambio. Va a ser a través del lenguaje del cuerpo, su sensualidad verbal, un eje identitario de su poesía, reivindica y exhibe lo corpóreo como forma de pensar, sentir y vivir. Es un relato donde lo autobiográfico, por su manera de contar, se convierte en ficción. Es la historia íntima y social de su vida que con gran maestría y valentía nos ha reunido como si se tratase de una novela por entregas. Eso es lo que hace Gil de Biedma: entregarse, se desnuda ante todos nosotros ("se desnuda en el papel y para así poner en orden sus pensamientos y su vida") pero con profundidad. Nos contaba él mismo que en las épocas que dejaba unos días el diario, se perdía, le costaba situarse.