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Un encuentro con Javier Azpeitia

Abril Gómez de Enterría (Club Casa del Libro)

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El pasado mes de septiembre tuvimos la oportunidad de charlar con Javier Azpeitia sobre su última novela: El impresor de Venecia (Planeta). Filólogo y profesor de escritura creativa en Hotel Kafka y en los másteres de edición de la Universidad Autónoma de Madrid y la Universidad de Salamanca, Azpeitia ha sido editor para diversos sellos, subdirector de la desaparecida editorial independiente Lengua de Trapo y fundador de la también desaparecida 451 Ediciones. En 2015 comisarió la exposición 500 años sin Aldo Manuzio: Mercaderes en el templo de la literatura, en la Biblioteca Nacional de Madrid, editor en torno a la cual se desarrolla la novela.

El impresor de Venecia nos traslada a finales del siglo XV, en el momento en que el primer editor con un proyecto propio que va más allá de la mera impresión y comercialización de libros, Aldo Manuzio (1489-1515), pone en marcha un proyecto con el que pretende rescatar de la destrucción y el olvido buena parte de las joyas de la literatura clásica griega y latina. La novela nos relata las peripecias de este personaje histórico apenas conocido más que por bibliófilos o quienes trabajan en torno al libro (bibliotecarios, filólogos y editores —algunos—), y lo hace no solo a través de su labor profesional sino también a través de sus relaciones personales, que van indisolublemente unidas. En ella, Azpeitia mezcla ficción y realidad, incorpora numerosas referencias a obras clásicas, pensadores y aspectos técnicos de la impresión, hace un uso magistral de la polifonía narrativa que caracteriza otras de sus novelas anteriores como Ariadna en Naxos, e incorpora, como en el resto de su obra, elementos temáticos y circunstancias que pese a la distancia temporal o la ficción se encuentran muy presentes en el aquí y ahora. En la trama destaca además la presencia de la acción y el suspense, la descripción de las costumbres de la época, el amor y las relaciones sexuales, sin dejar de lado, así, ningún aspecto de la vida.

Para acercarse a la figura de Manuzio, Azpeitia nos adelanta en el preámbulo el hecho fundamental que nos permite conocer al personaje: más allá de sus numerosas innovaciones en el terreno de la edición, las aportaciones de Aldo Manuzio se centran en el contenido de lo que publicó (donde destaca el encargo del Hypnerotomachia Poliphili o El sueño de Polífilo) y, sobre todo, de lo que no llegó a publicar (Sobre el amor, de Epicuro). Y este hecho viene determinado por la censura impuesta por una institución tan poderosa como lo es la Iglesia, pero también por los intereses de la industria del libro representados por la figura de Andrea Torresani; enemigos que se oponen al proyecto que Manuzio comparte con su mujer Maria, que ante la imposibilidad de vencer esos obstáculos y tras la muerte del editor acaba creando un espacio que en cierto modo reproduce el Jardín de Epicuro en un lugar alejado de Venecia.

En el encuentro con el autor pudimos conocer el proceso de escritura de la obra que, tal como nos explicó, surgió de un relato sobre Aldo Manuzio que Azpeitia quiso escribir para la compilación Los oficios del libro. Cuando llevaba escritos 30 folios y dedicados seis meses a elaborar el relato, llegó a la conclusión de que de él debía surgir una novela. Avanzado el encuentro, nos alegró saber que de uno de los pasajes de la novela ha surgido un nuevo relato —en este caso dirigido al público infantil— que se publicará en la edición especial de una revista literaria para niños y niñas. Y es que la figura de Aldo Manuzio, más allá de las numerosas leyendas que han circulado en torno a él y sus aportaciones, ha dado para mucho en manos de Chavi Azpeitia.

La novela muestra una serie de paralelismos o conexiones con la época actual, entre los que destaca el cambio de paradigma del libro: mientras Manuzio nace con la imprenta, nuestras generaciones más jóvenes en Occidente han nacido con el libro en formato electrónico. Así, pese a que podemos encontrar diferencias de grado, ambos momentos históricos comparten con este cambio de paradigma buena parte del pensamiento, la evolución técnica, las condiciones de vida, la naturaleza piramidal de las empresas y otros problemas análogos. Cuando el libro manuscrito comienza a ser impreso surge el miedo de los moralistas, que ven en este cambio una pérdida en la profundidad de la comunicación; miedo que está presente también ahora cuando hablamos de la "lectura en F" a la que parece que nos empuja el acceso a los textos a través de las pantallas —ese leer ya no en diagonal sino apenas la primera frase de cada párrafo para hacernos una idea de la totalidad, ante la abrumadora cantidad de información que recibimos—, lectura que a menudo nos lleva a pensar en un ejercicio superficial donde no tiene cabida la fijación del texto. Sin embargo, tal como hizo notar Azpeitia durante la conversación, estos miedos no son tan solo del momento actual ni se remontan a comienzos del siglo XV, sino que ya estaban presentes en un Sócrates espantado ante la idea de que sus discípulos transcribieran el contenido de sus discursos y lecciones perdiendo de esa manera, a su juicio, la capacidad de conservar una facultad tan importante como la memoria. Y es que, pese a los argumentos de los detractores que surgen ante cada cambio de paradigma del libro y de la escritura, todo tiene sus pros y sus contras; pues, ¿habríamos llegado a conocer las ideas de Sócrates de no haber puesto en práctica sus alumnos semejante atrevimiento?

Sin embargo, encontramos una diferencia fundamental entre el comienzo del Renacimiento y nuestros tiempos: Azpeitia mantiene que, si bien antes el editor independiente luchaba contra la censura, ahora lucha contra el mercado; un mercado que viene determinado por el acceso al público y que influye considerablemente en la evolución de los lectores. Con la aparición de la imprenta, el libro pasó a ser concebido como un producto artificial y de consumo, hecho en serie y regido por modas o tendencias, al tiempo que la propia imprenta se convertía en una empresa —quizá la primera— montada con independencia de la Iglesia y los poderes fácticos imperantes. Y esto entronca con otras ideas que planteó el autor, como la afirmación de que con la imprenta nace el capitalismo y, no en balde, Marx hizo su tesis sobre Epicuro, a quien Manuzio tuvo la osadía de publicar. Es a finales de la Edad Media y comienzos del Renacimiento cuando surge y comienza a estar en auge la idea de la empresa como una "gran familia", idea presente en autores como Petrarca y a la que hoy en día se sigue recurriendo al atender al clima laboral. Idea que, con frecuencia, es utilizada para mantener el orden establecido.

El impresor de Venecia es una obra de ficción, ficción histórica pero ficción al fin y al cabo. Chavi Azpeitia compartió con nosotros las dificultades con las que se encontró a la hora de dar forma a unos personajes de los que tenemos información fragmentada y que ha pasado por diversos filtros hasta llegar a nosotros; y nos explicó cómo el proceso de documentación, paralelo al de escritura, lo entiende no solo como un trabajo, sino como un proceso de aprendizaje donde cada una de sus novelas marcan una época de su vida y de su escritura. Nos habló de cómo la novela es fiel a la realidad pero la trama es inventada, y es esta trama en la que incorpora manuscritos perdidos y crímenes la que le llevó a seleccionar los personajes de Marietta y Maria, Pico della Mirandola y Constantino y darles una continuidad que resultara en la unidad de la obra. Incidió en un aspecto que resultó ser un importante conflicto para él como autor: la posibilidad de ser ateo en el ocaso de la Edad Media y los albores del Renacimiento. Finalmente decidió arriesgarse y hacer de su protagonista un ateo —no abiertamente reconocido pero sí insinuado— basándose en su publicación y posterior reedición del De rerum natura de Lucrecio y amparándose en el ensayo El giro, de Stephen Greenblatt, que defiende que la recuperación de esta obra clásica fue una de las fuentes fundamentales del giro cultural del Renacimiento. Azpeitia aprovechó para recomendarnos la lectura de Vidas de filósofos ilustres, de Laercio, y en especial de su Libro X, que presenta a un Epicuro ateo —y por tanto molesto para casi todos— de cuya obra apenas queda rastro. Pero en el tándem de realidad y ficción que nos plantea El impresor de Venecia, su autor ha querido desmitificar en la novela numerosos inventos que se atribuyeron erróneamente a Manuzio como la tipografía romana, mientras ha hecho hincapié en su innovación fundamental: la del ahora conocido como "libro de bolsillo" concebido desde entonces como libro de rezo no religioso.

Donde sí tuvo Azpeitia que recurrir en buena medida a la imaginación fue en la construcción de los personajes femeninos, pues si de forma general tenemos poca información sobre las características y formas de vida de quienes participaron en la vida cultural de la época, en el caso de las mujeres la falta de información es infinitamente mayor y apenas conservamos unos pocos datos -muy deficientes- exclusivamente de las mujeres de alta cuna. Así, Chavi se venga en esta novela de la Historia, por sus prejuicios, y nos presenta a unos personajes femeninos redondos y que ejercen un papel fundamental en la vida cotidiana personal y profesional de nuestro protagonista. A fin de cuentas, Manuzio —intelectual que había pasado su vida alejado de las imprentas— fue la cabeza visible de todo un equipo de trabajo en el que las mujeres realizaron importantes aportaciones tanto en los talleres como a cargo de la puesta en marcha de importantes imprentas, aunque en este último caso solo se les permitía hacerlo a través de sus maridos, como le sucedió a Paola da Messina.

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A lo largo del encuentro tuvimos la oportunidad de acercarnos a algunas de las principales obras clásicas conservadas relacionadas de alguna manera con el sello editorial de Manuzio: los Adagios de Erasmo de Rotterdam como el primer libro de ensayos que incluye uno sobre el festina lente, el Hierolgyphica de Horapollo como un libro falso que presenta una serie de elucubraciones en torno a los jeroglíficos egipcios o el Sueño de Polífilo como libro erótico —escandaloso y que Acantilado nos presenta con la traducción directa de Pilar Pedraza— cuya publicación entrañaba serios peligros. Y hablamos también de la invención por parte de Azpeitia del comienzo del desaparecido Sobre el amor de Epicuro, en torno al cual gira la trama de la novela, un magnífico ejercicio literario que cierra el tercer capítulo de la novela y que aun siendo ficción refleja a personajes reales y las relaciones que mantenían entre ellos. Carlos García Gual ha dicho de esta falsa cita que el texto no puede estar escrito por Epicuro porque a él no le gustaba el sexo, pero sí por Leontion, una de sus protagonistas, a la que Azpeitia presenta como tirrena por el miedo que despertaban estas mujeres en los griegos.

Para terminar, Chavi nos habló de su experiencia como editor y de la publicación de obras como Libro de libros en una colección de libros de relatos temáticos, y nos desveló la temática de su próxima novela, que girará en torno a la relación entre el dinero, la guerra y la esclavitud. Nos quedamos con ganas de verla publicada y poder leerla y, entretanto, el autor nos recomienda la lectura de Señales de humo, la primera parte del Manual de literatura para caníbales, de Rafael Reig, que tenemos previsto comentar con su autor en nuestro club de lectura la próxima primavera.

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