Los diablos azules
Escritoras orilladas
Vindictas
Varias autoras
Edición de Socorro Venegas y Juan Casamayor
Páginas de Espuma
Madrid
2020
Demasiadas son las razones por las que las mujeres han sido olvidadas en la historia de la literatura, la mayoría de ellas espurias, ajenas a la calidad de su obra. En 1983 Joanna Russ las reunió en su libro Cómo acabar con la escritura de las mujeres, que en nuestro país se publicó en 2018. El repaso por las causas que nos permiten comprender la voluntad, consciente e inconsciente, de hacer desaparecer a las mujeres de las antologías, premios, manuales de literatura y, en definitiva, del canon, es inmejorable: negación de la autoría, falsas categorizaciones, aislamiento, anomalía; estos y otros sesgos las borraron de la historia condenándolas al olvido.
Recuperar la memoria de nuestras predecesoras, la genealogía necesaria para que las autoras actuales no suframos de esa ansiedad de la autoría que tan bien describieron en su famoso ensayo, La loca del desván, Sandra Gilbert y Susan Gubert, es hoy necesario. Y a ello se han puesto distintas antologías que intentan rescatar lo que fue negado, con la consiguiente usurpación y homogenización de la memoria, y salvarnos del rapto sufrido por la producción literaria de las mujeres.
Esta que hoy comentamos, Vindictas. Cuentistas latinoamericanas, en edición de Socorro Venegas y Juan Casamayor, rescata la memoria de 20 autoras de 19 países latinoamericanos, y una española, que lograron publicar y ser reconocidas en vida (algunas recibieron premios nacionales de literatura en sus respectivos países), pero no así ser recordadas e incluidas en el canon. Escritoras que han sido orilladas por la apisonadora de una cultura patriarcal androcéntrica que efectuó toda suerte de operaciones —como las que describe Russ—, para marginar las producciones de las mujeres.
El proyecto se integra en el ambicioso propósito de la colección Vindictas de la Universidad Autónoma de México, por el que se pretende recuperar grandes novelas y memorias escritas por mujeres, desplazadas injustamente de un canon que sigue siendo, aún hoy, masculino, blanco y occidental, a pesar de los esfuerzos que los estudios llamados de género vienen haciendo en las últimas décadas para visibilizar las obras de las mujeres.
Los 20 relatos reunidos son distintos en su factura y procedencia, pero contienen algunos puntos en común que me gustaría destacar aquí.
La mayoría de las autoras eran mujeres formadas y de clase media alta, con acceso a la cultura de sus respectivos países, políglotas, que residieron o se formaron en Europa, algunas en Estados Unidos, y cuyas mujeres protagonistas pertenecen igualmente a una burguesía media o alta, salvo en dos o tres excepciones.
En los relatos aquí reunidos existe un predominio de la descripción de las emociones, con un uso predominante del monólogo interior o de la focalización interna en tercera persona, desarrollada de forma tan íntima que parecería una primera, así como de la descripción y el lenguaje poético sobre la acción. Destaquemos que muchas de la autoras son o han sido reconocidas también como poetas, lo que se advierte en su prosa. Como sucede con muchas de las obras escritas por mujeres, su territorio es mayormente el doméstico; lo familiar se explora en sus distintos aspectos: relaciones entre hermanas, padres e hijos, abuelos, matrimonios o amantes.
Del conjunto se desprende así mismo una mirada compleja sobre la sexualidad. Las protagonistas de estos relatos son mujeres que desean, pero cuya vida gira sin cesar alrededor de los hombres, protagonistas implícitos, si bien a menudo ausentes, de estas historias. La liberación, el despertar, que diría nuestra admirada Kate Chopin, lo constituye el hecho de desprenderse del hombre, al que se sacrifican de mil maneras, y cuya sombra parece cernirse sobre ellas. Ellos, por su parte, como cabría esperar, no les conceden a la mujer la misma importancia. Mimí Díaz Lozano (Honduras, 1928), en su relato Ella y la noche, hace explícito esta asimetría cuando la mujer protagonista llama:
“—¡Julián!...El nombre se le queda en la garganta. ¿Para qué llamar si nadie la oiría? Sin embargo…—¡Juliaáan!...”.
Ese sin embargo, parece atravesar buena parte de los textos, que lamentan la dificultad de las mujeres para separarse de los hombres que aman. Así lo expresa la protagonista del relato de Magda Zavala (Costa Rica, 1951), De la que amó a un toro marino:
“Me hacía gritar en la intimidad, de miedo o de incomprensión, o de placer, para qué negarlo, y entonces de nada valieron las múltiples páginas de la Beauvoir y cuanto sabía de la liberación femenina”.
Recordemos que cuando nacieron las escritoras aquí seleccionadas, entre los años treinta y cincuenta del pasado siglo, la educación de la mujer iba encaminada hacia el ideal femenino de ángel del hogar y, si bien nuestras autoras rehusaron cumplir con estas expectativas, el lastre de esa educación constituye siempre un pesado sin embargo… El patriarcado educa y se encarna en las mujeres y en sus rebeldías y, tal y como sucedió en el siglo XIX con las heroínas románticas, cuya máxima transgresión era el adulterio (como acontece también en Barlovento, de Marvel Moreno —Colombia, 1939—), las protagonistas de estos relatos siguen colocando al varón en su epicentro. Por otra parte, los hombres que circulan por estas páginas son casi siempre violentos, maltratadores, infieles o indiferentes, a pesar de lo cual, las mujeres, demasiadas veces, los aman; otras, les huyen.
El cuerpo es otra de las constantes que emergen de esta colección de relatos. Las autoras se detienen en fluidos corporales que rara vez son representados en la literatura escrita por hombres; olores que son metáforas de un reencuentro consigo mismas, de un descubrimiento del cuerpo por fuera de la mirada pigmaliónica del hombre, tal y como lo utiliza Gilda Host (Ecuador, 1952) en Reunión. Y como también se muestra en el relato antes citado Marvel Moreno:
A pesar de haberse frotado vigorosamente al bañarse, sus axilas desprendían un olor agrio, el mismo que había respirado con fruición mucho tiempo atrás, cuando le llegó la primera regla. También su pubis estaba sudoroso y caliente, pero prefería atribuir aquella humedad al calor que envolvía el aire como una garra espesa, inalterable.
Una representación del cuerpo por fuera de la idealización y de la mirada masculina que no encontramos, por cierto, en las mujeres que protagonizaron las novelas del boom; movimiento que, no obstante la cercanía de estas autoras con los archiconocidos escritores que lo integraban, las dejó también al margen. Se trata de un cuerpo vivo que sangra, pare, enferma, desea, envejece, que se hace plenamente presente, ahora sí, en la literatura latinoamericana escrita hoy por las mujeres de generaciones más jóvenes.
Atraviesa estos relatos una cierta melancolía en las voces de sus narradoras, como si un lamento común recorriese todo el libro, tal vez el lamento por un ideal perdido: el del compañero, el del amor, el de otra posible vida, el de la mujer que pudieron ser y no fueron, a pesar de huir hacia el Sur, donde les espera, como una trampa del destino, otra vez la sumisión y la degradación, o el oficio más viejo del mundo.
La literatura escrita por mujeres nos sorprende a menudo porque representa un mundo hasta no hace mucho ignorado, dando voz a quienes no la tuvieron, pero también, y hay que destacarlo, porque muestra una rebeldía formal que la hace distinta, difícil a veces, oscura. Sucede con Unica Zürn, con Elena Garro o Clarice Lispector, por poner solo algunos ejemplos, y también con algunas de las autoras recogidas en Vindictas. Lírica, compleja, ensimismada, la escritura aquí reunida requiere de una reeducación estética urgente que modifique los valores que dominan el canon masculino en el que se nos formó literariamente, una reeducación a la que esta intensa antología contribuye.
Por qué ha estado escondida tanta belleza
Ver más
Una pequeña anotación para los editores: agradecería el lector que la breve nota biográfica, la fuente de la que procede el relato seleccionado, y el mismo relato, se situasen al comienzo o al final de cada cuento, y no por separado, lo que hubiese facilitado el trabajo de hacernos con una imagen global de la autora reseñada sin andar de acá para allá, de allá para acá. Vindictas, no obstante, bien merece este trasiego.
_____
Lola López Mondéjar es psicoanalista y escritora. Su último libro es Qué mundo tan maravilloso (Páginas de Espuma, 2018).